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Kent Haruf, La canción de la llanura

Nos resulta difícil, como europeos, comprender - verdaderamente - la vida en lugares tan escasamente poblados como los estados de Montana (que conocemos, entre otras muchas novelas, por las de Ivan Doig), Wyoming (que conocemos por las de Craig Johnson) o Colorado (en donde se sitúa el imaginario Holt de las novelas de Kent Haruf). Lugares marcados por la soledad y el aislamiento y, por otra parte, por los inconvenientes de los pequeños vecindarios, como vimos en Nosotros en la noche.
En La canción de la llanura (1999; Penguin Random House, 2017) nos encontramos con Tom Guthrie, un profesor de instituto, casado - pero Ella está enferma de depresión y se va de casa -, padre de Ike y Bobby, dos chicos de nueve y ocho años que reparten los periódicos por el pueblo antes de ir al colegio. Con Maggie Jones, también profesora, que consigue que los viejos hermanos McPheron acojan en su granja, a veintisiete kilómetros del pueblo, a Victoria Roubideaux, una alumna del instituto - diecisiete años - a la que su madre ha echado de casa por haberse quedado embarazada. Viven en Holt.
Cada capítulo se centra en alguno de ellos y de este modo obtenemos una visión amplia de sus vidas y de sus relaciones. Con una prosa sencilla que nos habla de la vida aparentemente sencilla de sus personajes, que en realidad es tan complicada como la de cualquiera de nosotros. Aparentemente sencilla porque Haruf tiene la brillantez de contarlas con naturalidad y de ofrecernos una visión optimista de la vida y porque sus protagonistas son buenos y honestos. Pero tan complicada como la de cualquiera porque encontramos mujeres enfermas de depresión, hijos que van conociendo la vida y crecen sin madre, ancianas solas que no salen de casa, mujeres que cuidan de sus padres seniles, jóvenes que afrontan un embarazo inesperado sin más compañía y ayuda que la de unos extraños, gente que mantiene relaciones en un mundo pequeño donde todos se enteran de todo, profesores de secundaria que deben soportar a algunos alumnos y a sus familias y al mismo tiempo involucrarse para su bien en la vida de otros alumnos... y los McPheron, tiernos y bondadosos, a los que les cuesta tratar con la gente porque llevan todo la vida viviendo solos en la granja de sus padres - cuyo dormitorio conservan tal cual - ocupándose de sus vacas y terneras.
La canción de la llanura, con su ritmo tranquilo y amable, es de esas novelas en las que el lector se encariña con sus personajes y desea seguir acompañando sus vidas. Un ejemplo más, como tantas otras de las que hemos hablado aquí, de la excelencia y vigor de la narrativa realista estadounidense actual.
Ya en 2000 Planeta publicó esta novela - con su título en inglés Plainsong -. Hace unos meses Penguin Random House ha publicado Al final de la tarde, donde nos reencontramos con la peculiar familia formada por Victoria y los McPheron.

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