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Isaac Asimov, Yo, robot

Al margen de precedentes románticos como Olimpia, la mujer mecánica de El hombre de arena (1817) de E. T. A. Hoffmann, y de R.U.R., la obra teatral de 1920 de Karel Čapek que nos dejó el término robot, podemos considerar que es Isaac Asimov quien en 1950 inicia con Yo, robot - que Edhasa viene editando en España desde 1956 - la presencia de la robótica en la literatura de ciencia ficción. Yo, robot recoge relatos publicados durante los años cuarenta en las revistas del género.
Se inicia Yo, robot con la enunciación de las tres leyes de la robótica; los robots no deben dañar a los seres humanos, los robots deben obedecer a los seres humanos salvo en el caso de ir contra la ley anterior, los robots deben proteger su existencia salvo que ésta infrinja las dos leyes anteriores. A partir de ahí, la robopsicóloga Susan Calvin, y la presencia de otros personajes, dan unidad a los nueve relatos que conforman Yo, robot.
Calvin es "historia viva" de la U. S. Robots, la empresa fabricante de robots. Tanto la doctora como la empresa nacieron en 1982 y ella se incorporó muy joven a la compañía. A base de recuerdos los nueves relatos se insertan en una entrevista a la doctora Calvin realizada en el año 2058. Mediante ellos, Asimov nos sitúa ante diversos dilemas que la aparición y el desarrollo de los robots nos plantean. El primer relato se sitúa en 1996, cuando aún no se fabrican robots con voz; una niña se encariña con el robot que la cuida tanto o más de lo que lo haría con otras personas o con un animal de compañía. Sirve este relato para explicar por qué el uso de robots se prohibe en la Tierra y se limita a la investigación científica en colonias y otros lugares del espacio exterior. En los demás relatos encontramos robots que se vuelven locos si un conflicto equilibra en su cerebro la obediencia a distintas leyes de la robótica, que se interrogan sobre el sentido y el origen de su propia existencia, que dejan de hacer su trabajo si no hay una persona que los vigile, que leen el pensamiento de las personas, que son fabricados fuera de las normas por exigencias y necesidades del gobierno, que - de aspecto humanoide - son indistinguibles de los seres humanos y pueden suplantarlos, que con sus decisiones intervienen en los equilibrios y la paz mundial... Todas estas situaciones plantean dilemas y conflictos éticos y morales en general y, en particular, relacionados con los avances de la robótica y de la ciencia. Avances que son, como todos sabemos, tan inevitables como irrenunciables y, por tanto, los dilemas que plantean ineludibles.
En plantearnos estos dilemas y forzarnos a pensar en ellos poniendo a prueba las leyes - éticas, al fin y al cabo -, de la robótica, radica, claro está, el mayor interés de Yo, robot, cuyo estilo sencillo, junto a su estructura narrativa, hace su lectura ágil y amena.
Asombra que las novelas y películas que nos hablan del futuro suelen "acertar" respecto a avances científicos y tecnológicos y sin embargo ninguna imaginó que llegaría un día en que el consumo -siempre repugnante - del tabaco estaría prohibido en muchos lugares públicos. En el caso de Yo, robot, Asimov tampoco acierta con el tabaco, pero en cuanto a lo robótica sí vislumbra el camino. Sabemos, por ejemplo, que uno de los problemas de los coches sin conductor es cómo resolver los dilemas éticos que les puede plantear un accidente. Respecto a los robots todo se andará y, probablemente, no estemos muy lejos.
Asimov escribió Yo, robot en 1950; el mundo acababa de salir de dos guerras mundiales en un cuarto de siglo y del empleo de la bomba atómica. Estas circunstancias no son ajenas a la redacción y los propósitos del libro ni al desarrollo de la ciencia ficción desde entonces.
Isaac Asimov (Petrovichi, 1919 - Nueva York, 1992) es autor de decenas de libros; novelas, obras de divulgación científica y de divulgación histórica. Gozó de gran prestigio y difusión en las últimas décadas del siglo XX. Un guijarro en el cielo, también de 1950, fue su primera novela.

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