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Henning Mankell, Botas de lluvia suecas

Ocho años después de Zapatos italianos, en el otoño de 2014, Botas de lluvia suecas (2015; Tusquets, 2016) se inicia con el incendio de la casa de Fredrik Welin.

Un hombre que está a punto de cumplir setenta años y sin un lugar donde vivir después de que su casa ardiera. Sin más pertenencias que un cobertizo, una caravana, un barco sin cubierta de trece pies de eslora y un coche viejo. La pregunta es qué voy a hacer ahora. ¿Tiene algún futuro ese hombre? ¿Tiene alguna razón para seguir viviendo?

La investigación del incendio revelará que fue provocado y hará que, durante un tiempo Welin sea - o se sienta - el máximo sospechoso de haberlo prendido. Luego, se producirán otros incendios y brotará cierta ola de xenofobia entre los pocos habitantes de la zona. Algunas posibles pistas nos inquietarán más a los lectores que a Welin y los demás personajes; aunque finalmente poco tengan que ver con lo que pasó - sorprendente -.
El incendio de la casa es el telón de fondo ante el que se desarrollan las complejas personalidades de los personajes y las difíciles relaciones entre ellos. Se centra la novela especialmente en cuatro. El narrador, Fredrik Welin, su hija Louise, Jansson, el cartero ya jubilado que es el "amigo" de Welin, y Lisa Modin, una periodista del periódico local, a la que conocemos en Botas de lluvia suecas. Todos ellos solitarios de humor cambiante.
Welin, huraño y difícil, reflexiona sobre la vejez - allá por donde va todos son más jóvenes que él - y sobre la muerte, que ve próxima. ¿Tiene alguna razón para seguir viviendo? Heredó la casa y la isla de sus abuelos. Vive allí desde que un grave error en el quirófano arruinó su vida. El incendio servirá para que, a base de recuerdos, a lo largo de la novela conozcamos más momentos del pasado de Welin. Y que él conozca un poco más de la vida de su enigmática hija Louise, que apareció en su vida ocho años antes pero de la que apenas sabe nada. Decidirá compartir con ella la decisión de reconstruir o no la casa.
Louise, impredecible y colérica, sigue guardando con celo sus secretos, pero que quede embarazada y sea detenida por la policía le permitirá a Welin viajar - una vez más; la última - a París y adentrarse en algunos de esos secretos. La niña que nacerá en primavera, al final de la novela, ofrece - como todo nacimiento - un razón para seguir viviendo.
Otra razón para vivir la encontrará Welin en las absurdas esperanzas que siente cuando Lisa Modin, a la que dobla la edad, aparece para indagar en el incendio. También encontraremos motivos para sospechar que esta mujer, que vive sola, tiene un pasado que no quiere desvelar. Que necesita tiempo.
Ture Jansson, aunque servicial y paciente, no consigue ganarse el verdadero afecto de la gente. Tampoco el de Welin. A pesar de tantos años repartiendo el correo por las islas y de consultar a Welin sobre sus infinitas enfermedades imaginarias.
La muerte, la vejez, las relaciones personales son los temas fundamentales de Botas de lluvia suecas. Pero en la última novela de Henning Mankell hay lugar también para otros que son más o menos habituales en su obra narrativa; la reflexión sobre la sociedad europea, la emigración, la xenofobia, la preocupación medioambiental, la soledad, el miedo, el amor...
Mankell escribió Botas de lluvia suecas mientras padecía el cáncer que le mató. En Suecia se publicó antes de su fallecimiento.

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