sábado, 29 de diciembre de 2018

Anita Brookner, Un debut en la vida


Mejor un mal ganador que un buen perdedor. Balzac también le había enseñado eso.

Ruth Weiss, que escribe Las mujeres en las novelas de Balzac y que dedicó su tesis doctoral a indagar en torno al tratamiento de la virtud y el vicio en la narrativa del escritor francés, considera, a sus cuarenta años, que la literatura le he destrozado la vida.
Para demostrarlo el narrador nos habla de Ruth y de su familia, centrándose en sus años de juventud. La abuela de Ruth, una mujer que había emigrado de Alemania con todas sus riquezas, ejercía un férreo matriarcado en la casa en que vivía junto con su pusilánime hijo George y su nuera, una actriz de segunda con ínfulas de gran dama. Ruth se educó en la lectura de los hermanos Grimm y de Dickens. La abuela murió cuando Ruth todavía era una niña y sus padres, George y Helen, incapaces de gobernar el hogar, contrataron una criada, la señora Cutler, que hizo de ellos y de la casa lo que quiso. Mientras su padre flirtea con otras mujeres, su madre no se levanta de la cama, la criada mantiene la casa perfectamente sucia y los tres se emborrachan juntos, Ruth consigue aislarse en sus estudios y sus lecturas.
Hasta que consigue escapar y trasladarse a París para seguir allí su investigación en torno a la prosa de Balzac. En París, Ruth mantendrá una relación amorosa con un profesor universitario que ya estaba casado antes de que ella naciera (ese caso tan típico de joven universitaria que no conoce de la vida mucho más que los libros y se ve embaucada por la voz y los gestos cautivadores, la sabiduría y las palabras exactas del profesor maduro, que sabe perfectamente que se está aprovechando de la chica). Pero Ruth tendrá que volver precipitadamente a casa cuando la señora Cutler decida casarse y abandonar desamparados a los Weiss.
Un debut en la vida (1981; Libros del Asteroide, 2018), que toma su título prestado de una novela de Balzac, tendrá, sin duda, una lectura más rica cuanto mayor sea nuestro conocimiento del mundo balzaciano, y es un libro del que podríamos extraer varias decenas de magníficas citas (baste la que abre esta entrada). Si unimos la tesis de que la literatura le ha destrozado la vida a la doctora Weiss porque la hizo creer que en la vida triunfa la moral como en las novelas de Dickens y luego la vida la desengañó (falso; es la propia literatura - Balzac - quien se lo enseña) y ciertos paralelismos entre la protagonista y la autora, tenemos ingredientes suficientes para escribir una crítica culta y pedante (aunque la novela no es pedante) obviando que al lector el matrimonio Weiss le resulta perfectamente estúpido, su criada, una mala persona y que la desdichada Ruth tampoco consigue provocarle una especial empatía. Y, en consecuencia, la novela es menos interesante que lo que promete su contundente primer párrafo.
Anita Brookner (Londres, 1928 - 2016), profesora de Historia del Arte, inició, con Un debut en la vida, una carrera literaria conformada por más de una veintena de novelas, de las que entre 1987 y 1998 se publicaron varias en España. Luego silencio, hasta esta esta edición de Libros del Asteroide.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Ted Lewis, La ley de Carter

Oxford street, navidad de 1965.
Unos días antes de Navidad Jimmy Swann ha desaparecido después de ser detenido; huele mal. Jack Carter tiene que encontrarle antes de que empiece a cantar y el emporio de Gerald y Les Fletcher, los jefes de Carter, esté en peligro y todos acaben en la cárcel. Son poco más de veinticuatro horas, pero Carter nunca localiza a sus jefes para informarles de las novedades - por ejemplo, que la prensa publicará al día siguiente una foto de ellos junto al policía con el que están conchabados -. Todo se desmorona y Carter ha de tomar decisiones e imponer su ley.
El corto espacio del tiempo de la acción se une al presente con el que Carter narra en primera persona, al laconismo y la mordacidad del estilo, a la importancia del diálogo y a la violencia de los hechos para conformar un buen ejemplo de la mejor novela negra que atrapa al lector y le ata al duro protagonista. Protagonista que ejerce su trabajo con implacable rectitud profesional - digámoslo así -, inteligencia, decisión y valor - como corresponde a un personaje como él -, al tiempo que mantiene una relación amorosa con la mujer de uno de sus jefes. Carter domina la situación, por mucho que se complique, pues es siempre más frío, duro e inteligente que los demás, incluidos sus jefes.
La ley de Carter (1974; Sajalín, 2018) es una muy digna precuela - tan de moda ahora, pero no en los setenta - de Carter, el gran éxito de Ted Lewis. Mafia, crimen y corrupción policial de aroma mucho más norteamericano que inglés.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Ralph Rothmann, Luz de juventud

Rudolf Holtappel, El último turno, Oberhausen, 1964.
El duro trabajo del minero es descrito en detallados fragmentos que se intercalan con el relato retrospectivo en primera persona de Julian, que recuerda el verano, en los sesenta, en que tenía doce años. Entonces admiraba a su padre, que trabaja en la mina en el turno de noche y duerme por el día, y recibía los golpes de su madre - que sufre depresión - cuando se enfada.
La vida en la cuenca del Rurh es dura y pobre y sin apenas alicientes. El verano pasa lento en casa de Julian, solo la madre y la pequeña y simpática Sophie pueden ir a pasar unos días de vacaciones en casa de los abuelos. Julian se queda solo con su padre y Marusha, la chica a la que han alquilado una habitación de la casa para aliviar la economía doméstica.
Julian, tranquilo y observador, empieza a atisbar algún detalle o alguna complejidad del mundo adulto y de la sexualidad, pero su narración pausada premia al lector paciente con un soberbio e inesperado final que, sin duda, saca, como de un bofetón, a Julian del sopor veraniego y de la infantil inocencia en la que vivía plenamente al comienzo de las vacaciones.
Luz de juventud (2004) es la segunda novela de Ralf Rothmann que publica - 2018 - Libros del Asteroide. En 2016 ha sido llevada al cine.

martes, 4 de diciembre de 2018

Miguel Delibes, Señora de rojo sobre fondo gris

Eduardo García Benito, Mujer de rojo.
Entre 1948, año en que Miguel Delibes (Valladolid, 1920 - 2010) publicó su primera novela - La sombra del ciprés es alargada -, y 1998, en el que apareció El hereje, su última novela, transcurrieron cincuenta años jalonados por veinte novelas que hacen de Delibes el novelista español más importante de la segunda mitad del siglo XX. Escritor siempre comprometido con su tiempo, su obra, que tiene como asuntos centrales la infancia, la muerte y la relación entre el campo y la ciudad, es también fiel reflejo de la evolución formal y temática de la novela española en ese tiempo.
Si La sombra del ciprés es alargada - con la que Delibes ganó el premio Nadal - se inscribe en la corriente existencialista que domina la literatura en los últimos años de la década de los 40, sus siguientes novelas, centradas en la vida en el campo o en la mediocridad de la clase media - La hoja roja, por ejemplo - son reflejo del realismo social que caracteriza la novela española de los 50. Y cuando en los 60, nuestra novela - sin abandonar sus preocupaciones sociales - se preocupa por la renovación y el cuidado formal, una de las novelas de Delibes - Cinco horas con Mario - es uno de las obras emblemáticas de la literatura de esos años.
En el último cuarto del siglo XX la novela española se caracteriza por el mestizaje y la pluralidad de tendencias y, una vez más, Miguel Delibes ocupa un lugar sobresaliente con novelas de testimonio social como Los santos inocentes, novelas históricas como El hereje o novelas que participan de la indagación intimista como Señora de rojo sobre fondo gris.
El cuadro Mujer de rojo de Eduardo García Benito es un retrato de Ángeles de Castro, la mujer de Miguel Delibes, que falleció a finales de 1974 a los cuarenta y ocho años. El lógico dolor por su pérdida estuvo presente, apenas seis meses más tarde, en el discurso de ingreso en la Academia de Miguel Delibes y tomó forma de novela en 1976. Aunque la novela, Señora de rojo sobre fondo gris, no fue publicada, por Destino, hasta 1991. En ella se alude al cuadro presentándolo como pintado por un amigo del protagonista:

Fue en esa etapa cuando le pintó el famoso retrato con el vestido rojo, un collar de perlas de dos vueltas y guantes hasta el codo. El vestido, de cuello redondo y sin mangas, lo diseñó él para la ocasión. Mi gran curiosidad por ver cómo resolvía el fondo del cuadro no se vio defraudada: lo eludió, eludió el fondo; únicamente una mancha gris azulada, muy oscura, en contraste con el rojo del vestido, más atenuada en los bordes.

El narrador de esta novela es Nicolás, un prestigioso pintor que, en los últimos años del franquismo, a través de un monólogo dirigido a su hija, que acaba de salir de la cárcel donde ha pasado algún tiempo por motivos políticos - oponerse al proceso 1001 en el que se encausaba a los dirigentes de Comisiones Obreras -, expresa el dolor por la muerte de su esposa. Comienza el relato recordando las virtudes humanas y las habilidades sociales de Ana, la madre; su sensibilidad, su fortaleza, su delicadeza, su saber estar... Se centra luego en la enfermedad, su evolución y, finalmente, la muerte de Ana - como la de Ángeles de Castro - como consecuencia de una complicación postoperatoria.
Referirse al paralelismo de esta novela y Cinco horas con Mario resulta inevitable. En ésta, Carmen vela durante cinco horas el cadáver de su esposo, Mario. Aunque la novela es más compleja, básicamente nos encontramos ante el monólogo de la viuda que a través de sus continuos reproches, paradójicamente, nos muestra la bondad y las virtudes de Mario. En Señora de rojo... nos encontramos también ante un monólogo - más sencillo y más breve - motivado por la muerte del cónyuge, pero, a diferencia de Carmen, Nicolás no hace sino cantar alabanzas de su querida Ana, que, como Mario, aparece ante el lector como una persona virtuosa.
Con el estilo al tiempo sencillo y exquisito propio de Delibes, Señora de rojo sobre fondo gris nos conmueve cada vez más a medida que avanza el relato y nos habla de asuntos que son propios, desde su origen, de la literatura universal porque son esenciales para el ser humano; el amor, la muerte, el dolor ante la pérdida de los seres queridos, el lamento por lo que se nos quedó sin hacer o sin decir y por las ocasiones en que no supimos estar a la altura que debíamos. Asuntos que, antes o después, a todos nos conciernen.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Javier Cacho, Yo, el Fram

El Fram en su primer viaje.

Qué difícil es comprender a los humanos.

La personificación de la voz narrativa en el barco convierte Yo, el Fram (Fórcola, 2018) en una novela. Podríamos decir que una novela de divulgación científica. Si unimos a ello el estilo sencillo con el que el Fram se expresa, estamos ante un relato del que puede disfrutar tanto el lector adulto como el adolescente (al lector adolescente de hace unas décadas le hubiera encantado).
Yo, el Fram narra los tres viajes que protagonizó este barco noruego, diseñado para enfrentarse a los hielos polares. La expedición al Polo Norte guiada por Nansen, que no alcanzó el polo pero se acercó más que nadie hasta entonces. El viaje con fines científicos al cargo de Sverdrup en torno a Groenlandia. Y el que llevó a Amundsen a pisar el Polo Sur por primera vez.
El relato ameno, sencillo y breve se deja leer con gusto. Al tiempo que reflexiona sobre la condición humana, que hace a los seres humanos contradictorios, egoístas a veces y generosos otras, incomprensibles, capaces de grandes proezas y sacrificios, incapaces de no entregarse al riesgo... Yo, el Fram (adelante, en noruego) es colofón - para muchos lectores será introducción - de los libros anteriores, también publicados por Fórcola, de Javier Cacho (Madrid, 1952) sobre Shackleton, Nansen, Amundsen y Scott, los hombres de las grandes gestas de la exploración polar. ¿Qué sería de nosotros sin hombres que, como estos, arriesgaron sus vidas en aventuras de final ignoto?
La entrevista de hoy mismo a Javier Cacho sobre el Fram en Radio Nacional:

domingo, 18 de noviembre de 2018

Rosa Huertas, Un balcón a la libertad

Una pena. Es una pena que Un balcón a la libertad (Santillana, 2018) se ajuste a lugares comunes de la literatura juvenil. Es una buena novela, que sin ese corsé podría haber sido mucho mejor.
Planteamiento: una joven de dieciséis años descubre - ahora que el hombre ha fallecido - que su padre tenía un tío del que ella nunca había tenido noticia. La curiosidad le llevará a indagar en la vida de este desconocido familiar, Liberto Guerra, y en el secreto familiar por el que jamás había oido hablar de él en casa. Resultará que Liberto era homosexual y la novela nos pone ante la represión - y la prisión - sufrida por los homosexuales durante la dictadura franquista, ante el rechazo y la aceptación de la homosexualidad en el seno de las familias hace décadas y hoy mismo, ante la situación legal y social actual de la diversidad sexual y de género, ante los secretos de familia - sus conflictos, alejamientos, soluciones, reconciliaciones, etc. - y las relaciones familiares.
Interesante y bien desarrollado por Rosa Huertas que podría haber escrito una novela excelente sobre la represión franquista pero ha optado por incluir tópicos de la literatura juvenil que han lastrado la novela; el demasiado obvio simbolismo del nombre del muerto, la casualidad de que su vecino sea un joven inteligente y lleno de virtudes del que Elena - la protagonista - se enamora, la necesidad de que en el entorno de ella haya alguien joven a punto de salir del armario, ciertas casualidades del pasado familiar, la por encima de todo bondad y bienintencionada actitud de todos los personajes más allá de que el entorno, la educación o lo que sea les haya llevado a cometer errores de los que todos quedan redimidos en un final suficientemente feliz, una abuela confidente de secretos mucho más abierta y dialogan que los padres..., y, del tirón, el tópico de moda de la Puerta del Sol vista como escenario y crisol de la lucha por las libertades (que de paso sirve para que la autora nos suelte una, más o menos interesante, clase de historia sobre los avatares y momentos estelares de la plaza del kilómetro cero).
Rosa Huertas, nacida en Madrid, es autora de un amplio número de novelas de literatura juvenil y ha publicado en casi todas las más conocidas editoriales del sector.

sábado, 10 de noviembre de 2018

Willa Cather, Mi Ántonia

El pasado mes de octubre se han cumplido cien años de la publicación en Boston de Mi Ántonia (Alba, 2000), la tercera de las novelas de Willa Cather y la más aplaudida.
Jim Burden llegó a Nebraska a los diez años, enviado con sus abuelos al quedar huérfano. En el mismo tren llegó una familia de emigrantes bohemios; una de las hijas era Ántonia, de catorce años. Muchos años más tarde, Jim rememora aquellos años de la infancia y la adolescencia que pasó con sus abuelos y su relación con Ántonia y su familia, en un tiempo en que inmigrantes procedentes de distintos países europeos colonizaban las tierras del Medio Oeste y buscaban una vida mejor trabajando en sus granjas. Jim fue luego a la universidad, se hizo abogado y ejerció en Nueva York. Volvió en algunas ocasiones a Nebraska, coincidió con alguna de las chicas que conoció en la juventud y siempre mantuvo el recuerdo de Ántonia y se interesó por saber qué era de ella. Estos recuerdos conforman el relato de Mi Ántonia, que Jim entrega a un viejo amigo para que lo lea.

Ella, más que ninguna otra persona a la que recordáramos, parecía encarnar el país, las condiciones de vida, la aventura de nuestra infancia.

Como Jim, Willa Cather nació en Virginia, se crió en Nebraska desde los nueve años y vivió luego en Nueva York - ¿Es Jim trasunto de Willa? -. El de Mi Ántonia es un relato de prosa cálida, ritmo lento, lectura ágil y tono contenidamente nostálgico que retrata y describe la vida y el mundo de las praderas en las últimas décadas del XIX, tierra de promisión para inmigrantes llegados de lejos que llevan una vida tranquila dedicados a sus tierras o, los más prósperos, a sus pequeños negocios. A partir del afecto de Jim y Ántonia, que nació en la infancia y perduró para siempre, la novela tiene como tema central las condiciones de vida, de lucha por la vida, de los inmigrantes; su (in)adaptación al nuevo país, la añoranza de lo que quedó atrás... Una vida dura que, tamizada por el tiempo y la capacidad balsámica del recuerdo, se nos presenta en un relato hermoso lleno de personajes, principalmente femeninos, que son personas buenas y trabajadoras.

miércoles, 31 de octubre de 2018

Arnaldur Indridason, El hombre del lago

Universidad de Leipzig en los años 50.
El hombre del lago (2004; RBA, 2010) es la sexta de las novelas protagonizadas por el inspector Erlendur Sveinsson. En este caso - apenas unos meses después de La voz -, el anormal descenso del nivel del agua de un lago saca a la luz un viejo cadáver atado a un aparato soviético de radioescucha. La investigación se centrará en la desaparición de un vendedor de maquinaria agrícola en 1968 y, por otra parte, en el espionaje soviético en Islandia durante la guerra fría.
Paralelamente el lector conocerá la vida de algunos estudiantes islandeses en los años cincuenta en la Universidad de Leipzig, a la que llegan, becados, por sus ideales comunistas; el choque entre las ideas y las condiciones de vida en el socialismo real en la RDA, el enamoramiento entre uno de ellos y una joven húngara, el trabajo de la Stasi y la "vigilancia mutua"...
La investigación avanza despacio mientras seguimos conociendo la vida privada de Erlendur - la aparición en escena de su hijo - y sus compañeros - las dificultades de Sigurdur Óli y su mujer para ser padres...  - y el relato se centra en la historia de aquellos estudiantes comunistas.
Más allá de que El hombre del lago nos resulte más o menos interesante que otras novelas de Indridason, de Mankell, etc., constituye un ejemplo bastante modélico de la novela negra nórdica fundada por Sjöwall y Wahlöö; procedimiento policial, policías pacientes y de compleja vida personal, indagación en asuntos del pasado que nos plantean cuestiones sociales o políticas.

martes, 23 de octubre de 2018

Mónica Rodríguez, Biografía de un cuerpo

Biografía de un cuerpo (SM, 2018), de Mónica Rodríguez, es una novela de crecimiento. Marcos, su protagonista se enfrenta a la transformación adolescente de su cuerpo - especialmente relevante en su caso pues estudia danza -. Y se enfrenta, rebelde, también a la figura de su padre. Al mismo tiempo, asoman el amor y la sexualidad - también aparece la homosexualidad que resulta hoy un ingrediente obligado en una novela juvenil que se precie -, la amistad, los compañeros, la madre en contraste con el padre. Al lector la novela le enfrenta al interesante tema de los chicos que desde muy niños se ven obligados a realizar actividades extraescolares elegidas e impuestas por sus padres (el sí con el que los críos aceptan tiene el mismo valor que áquel con el que aceptaban el matrimonio las niñas del siglo XVIII de las que nos habla Moratín) y al alto nivel de exigencia que estos padres imponen a sus hijos. Conservatorio por la mañana, instituto por la tarde, Nijinsky en casa. Esa es la vida de Marcos desde los ocho años y de la que ahora, adolescente, reniega.
Formalmente, la novela se nos presenta como un relato introspectivo, un diario retrospectivo que Marcos inicia al acabar el curso rememorando los últimos meses. De paso nos pone al día sobre la biografía del gran bailarín Vaslav Nijinsky. La novela está bien escrita aunque con un lenguaje culto e impensable - dada la primera persona - en un chico de la edad de Marcos, aunque le vaya cogiendo gusto a la poesía. Así, el relato se aleja del lector adolescente al que se dirige, por mucho que su temática resulte atractiva, y se acerca al lector adulto. A pesar de su brevedad, las interesantes expectativas que nos sugiere se van desvaneciendo según avanzan las páginas en una lectura que resulta cada vez más lenta. Biografía de un cuerpo deja un regusto amargo (por empatía con Marcos, pero también por cierta decepción) y un final relativamente abierto.
Mónica Rodríguez (Oviedo, 1968) es autora de un amplio número de novelas infantiles y juveniles.

lunes, 15 de octubre de 2018

Verity Bargate, Con la misma moneda

Jenny Saville, Knead (1996).
Solemos decir que la realidad, para nuestra sorpresa, supera muchas veces a la ficción. Profesiones como, por ejemplo, profesor de Secundaria nos permiten conocer vidas personales y familiares tremebundas en las que se ceba la desgracia. Sin ese conocimiento, la de Sadie Thompson nos parecería inverosímil. Conocer la vida de Sadie es recorrer el atlas de los traumas y sufrimientos humanos (algunos de los peores, exclusivamente femeninos): el abandono de los padres, la educación en internados de monjas, la menstruación, el aborto clandestino, la infertilidad, la enfermedad, la mastectomía, la muerte, la mentira, el engaño, la infidelidad, la venganza, los hombres (egoístas, incapaces de comprender), la locura.
Sadie, que apenas conoció a su madre, hereda de ella un apartamento y un buen dinero. Conocerá a Chris, que resultará ser la hermana de su madre a quién ésta encargó que le administrara la herencia y que adiestra a Sadie en el amor y en la vida. Conocerá a otra Chris, enfermera, que también jugará un papel relevante en la novela. Y conoce a Tim, un joven con el que mantendrá una relación amorosa y se acabará casando.
El humor ácido de Bargate - y de Sadie - resulta brutal ante la cruel historia, de peculiares personajes, que nos narra y ante el sorprendente final al que nos conduce la drástica decisión de Sadie con la que paga a Tim con la misma moneda una decisión de él. El amor, la mentira, lo hice por tu bien, porque te quiero... El lector quedará, como poco, conmocionado.
Alguna cita:

Lo cual demuestra algo que siempre he sospechado. Que Dios es de derechas. Le encanta hacer recortes.

- ¿Quieres decir que en la Seguridad Social no mienten? ¿Es esa la razón de que estén abriendo tantas clínicas privadas?
- Creo que están dispuestos a hacer cualquier cosa mientras les pagues.

Con la misma moneda (Alba, 2018), feminista cono No, mamá no, se publicó en mayo de 1981 poco después de la muerte por cáncer de su autora, Verity Bargate, que tenía cuarenta años. Sus novelas, impactantes de por sí, enmarcadas en el contexto de su biografía lo resultan aún más.
Feliz día de las escritoras.

sábado, 6 de octubre de 2018

Agustín Martínez, La mala hierba


¿Se puede odiar a una hija?

Una mujer es asesinada y su marido queda gravemente herido. La investigación de la Guardia Civil apunta que los asesinos fueron contratados por la hija del matrimonio, de catorce años. ¿Es posible algo más terrible? Pues esto es casi de lo menos terrible que ocurre en La mala hierba (2017), donde nada ni nadie es lo que aparenta y donde todos ocultan algo; robos, narcotráfico, pederastia, violencia de género, celos...
Jacobo parece un buen hombre. La crisis le ha llevado al paro y de ahí a la ruina hasta verse obligado a trasladarse con su mujer y su hija de trece años a la vieja casa en ruinas que dejaron sus suegros en Portocarrero, en el desierto almeriense de Tabernas, e intentar trabajar de cualquier cosa. Pero en cuanto conocemos el punto de vista de Miriam, su hija, obtenemos una visión radicalmente distinta (pensaremos incluso que abusa de ella). Así, a base de giros continuos iremos, de sorpresa en sorpresa, completando el puzzle en torno al crimen pero también el puzzle en torno al mundo cerrado de una pequeña localidad en una naturaleza inhóspita.
Jacobo conoció a Irene, su mujer, un verano en Mojácar. Ahora, de vuelta al pueblo de su familia, ella se reencuentra con el Rubio, un novio de los tiempos del instituto, que es el potentado del lugar. Vive, el Rubio, con su hermana enferma y su sobrino Néstor. Alberto, el hermano de Irene, y su mujer Rosa rinden pleitesía al Rubio. La Fuertes y su marido Ginés regentan un buen negocio de crianza de cerdo ibérico y su hija Carol y Néstor serán los confidentes de Miriam. Un gitano ladrón, dos asesinos serbios, un mecánico matón, un sargento de la benemérita... Y Nora, la abogada que decide (tiene sus razones) defender gratuitamente a Miriam de la acusación de matar a sus padres.
Si nos ponemos estupendos y decimos que Agustín Martínez (Lorca, 1975) ha querido hacer un western, aprovechando el paisaje, sobre un pueblo enfrentado a un forastero, entonces debemos decir que lo ha logrado con mucha más brillantez que la tan vendida - en todos los sentidos - Intemperie. Si nos quedamos en que La mala hierba es un thriller, debemos decir que es una novela brutal, digna, que nos agarra desde el principio. Pero que va, claramente, de más a menos, que pierde fuerza a base de dar más vueltas que un culebrón hasta el punto de que acaba como acaba igual que podía haber acabado de cualquiera de las otras mil maneras que imaginamos durante la lectura (prueba de esto es que el propio autor dice en alguna entrevista que no supo qué final tendría la novela hasta no tener muy avanzada su redacción; si no lo tenía claro ni él...). Es normal que el guionista de una serie - Martínez lo es - no sepa cómo va a avanzar ésta pues depende de muchas circunstancias (audiencias, contratos de actores...), pero ¿cómo va a "funcionar" bien una novela criminal si su autor no sabe quién es el asesino? No obstante, hay en el argumento, la estructura, la construcción y los personajes de esta novela méritos suficientes como considerarla una lectura atractiva.

jueves, 27 de septiembre de 2018

John Fante, Un año pésimo

Nieva en el invierno de Colorado. Es 1933; la Gran Depresión. Dom Molise tiene diecisiete años, está a punto de acabar el bachillerato. Dom es hijo de inmigrantes italianos; su padre es un albañil que lleva meses en paro, su madre sostiene la casa mientras reza y envejece, su abuela añora su tierra y reniega de América. Comparte cama con su hermano de quince y tiene también una hermana de trece.  Son pobres y las monjas les han admitido gratis en el colegio. Naturalmente, en esas circunstancias, las relaciones familiares están deterioradas. Pero Dom tiene un sueño, una vía para escapar de esa vida que le condena a acabar siendo albañil como su padre: su maravilloso brazo izquierdo le convertirá en pitcher de los Cubs de Chicago. Será rico y famoso. Tiene otro sueño: Dorothy, la hermana de veintiún años de su mejor amigo, Ken. Ellos, por contraste, son de una de las familias más ricas del pueblo. Naturalmente, Dorothy es inalcanzable. Pero Ken colabora con Dom para conseguir el sueño de triunfar en el beisbol.
El magnífico final de esta breve novela pondrá los sueños de Dom ante la cruda realidad. Y así Un año pésimo (1985; Anagrama, 2005) nos enfrenta a la vida de los inmigrantes - los italianos en la Ámerica de hace un siglo o cualesquiera otros en cualquier otro lugar - (los padres que buscan una vida mejor para sus hijos, los hijos nacidos en el país de acogida y que no conocen el de sus raíces, los abuelos que añoran la tierra que dejaron, la pobreza, los sacrificios, las dificultades...), a la adolescencia (los errores, los sueños, la sexualidad, el choque con la vida real...), a las relaciones familiares - siempre complejas -, a los tiempos de la Gran Depresión, a la moral y la religiosidad...
Un año pésimo se publicó dos años después de la muerte de John Fante (Denver, 1909 - Los Ángeles, 1983). Como también póstumamente llegó el reconocimiento de la obra narrativa de Fante, que en nuestro país ha publicado Anagrama.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Aroa Moreno Durán, La hija del comunista

A papá lo sacaron de España en 1938; a mamá en 1946.
Yo les abandoné en 1971.

Katia nació en Berlín. Sus padres eran españoles y se habían casado al comienzo de la guerra civil; a él el Partido Comunista lo llevó a Moscú en 1938 y luego a Dresde y a Berlín, donde trabajó en una fábrica. En 1946 ella salió clandestinamente de España para reunirse con él. De manera semejante, Katia abandonó la RDA en 1971 tras un hombre al que apenas conocía pero del que se había enamorado. Una decisión bastante irreflexiva y de la que nada dijo a nadie, que la separaba para siempre de sus padres y de su hermana. Pero así, a veces, se deciden las cosas en la vida y así, a veces, hay decisiones en la vida de consecuencias definitivas.
Katia es La hija del comunista (Caballo de Troya, 2017) y la narradora de la novela, salvo en el último capítulo. La historia de Katia hubiera dado para uno de esos novelones de setecientas páginas, pero uno de los muchos aciertos de su autora, Aroa Moreno Durán (Madrid, 1981), que ha escrito una novela excelente, es haberla condensado en menos de doscientas, que el lector devora con emoción. Katia elige para cada uno de los capítulos un momento de su vida desde cuando era niña en 1956 hasta 1992 cuando se separa de su marido y, caído el muro, vuelve a Berlín. Así vamos conociendo a un padre que a veces llega tarde a casa, una madre que sólo habla español, dos hermanas felices, una maleta que no se debe tocar, una protagonista que crece, estudia y se enamora... Y luego, al otro lado, el matrimonio, las hijas, el desprecio que sufren los ossis en la Alemania occidental... De la familia, en la que no pensó, Katia sólo recibió, en 1979, una sorprendente y lacónica llamada de su hermana Martina; ¿cómo pudo localizarla?.
Con una prosa sencilla y contenida, Aroa Moreno Durán logra que el relato íntimo de Katia contenga más verdad que muchas memorias reales, que el lector se conmueva con sus personajes al mismo tiempo que no puede abandonar su lectura. Con una novela breve y sencilla, que se guarda, claro, su sorpresa final, nos sitúa ante las relaciones y las rupturas familiares, el exilio, la vida en la RDA (de la que Katia escapa por amor, otro personaje de la novela porque quería leer y Klaus Müller porque quería viajar), la incomunicación, el amor, los secretos familiares, las miserias de las vidas corrientes...
Katia no nos muestra demasiado remordimiento o preocupación por lo que dejo atrás (¿acaso no conocía la investigación que sufriría su familia?); pero creamos nuestras propias burbujas precisamente para que no nos dañe lo que más nos importa. ¿Hubiéramos escapado, por amor, de nuestro país dejando allí a nuestra única familia sabiendo que no podríamos volver?, ¿hubiéramos sido capaces de vivir sin saber nada nunca más de nuestros queridos padres y nuestra hermana?, ¿cómo pudieron los padres y la hermana seguir adelante después de que les abandonara, sin previo aviso, la hija mayor?... De esto último nada nos dice Katia, porque nada sabe, lógicamente. Hasta el final.
En la RDA vivieron 86 españoles exilados, sobre ellos se han realizado algunos estudios en los últimos años.  Nos dan cuenta de ello estos artículos de El País e Interviú - algo de éste encontramos al leer la novela -.

viernes, 7 de septiembre de 2018

Alice McDermott, La novena hora

Melissa A. Benson, Monjas en la nieve. Nueva York, 1946.

El sufrimiento - dijo - no oculta la naturaleza verdadera de una persona, sino que la revela.

Ocurre en ocasiones que vivimos ignorando secretos trascendentales de nuestra propia vida - incluso llegamos a la tumba en su ignorancia - y, sin embargo, los conocen bien quienes nos rodean. Es el caso de Sally, que no supo nunca que la muerte de su padre, unos meses antes de que ella naciera, fue un suicidio. Así lo rememoran, muchos años más tarde, sus hijos, ya ancianos, en el relato de La novena hora (2017; Libros del Asteroide, 2018).
En Brooklyn a comienzos del siglo XX Jim, un empleado irlandés de los ferrocarriles, hombre vago y de poco espíritu, se suicida dejando viuda a su joven, enamorada y embarazada esposa, Annie. Enseguida se hace cargo de la situación la hermana St. Saviour, de las Hermanitas Enfermeras de los Pobres, que con diligencia intenta enterrar a Jim en sagrado antes de que trascienda la causa de la muerte. Porque, mientras los pobres no pueden ocultar la verdad,

Los ricos pueden conseguir que salga en los periódicos lo que quiera que les interese.

Las hermanitas darán empleo a Annie en la lavandería del convento y en ese entorno crecerá su hija Sally. Por lo que es natural que a los dieciocho años crea tener vocación de monja y decida ingresar en la sede de la congregación en Chicago. Pero le bastará el viaje en tren - atroz e iniciático - para comprender que no está hecha para afrontar a diario los horrores y mezquindades del mundo y de las personas y para, según llega, sacar un billete de regreso a casa. En Brooklyn le espera alguna otra decepción; así es la vida al llegar a la vida adulta.
La hora novena de la liturgia canónica - las tres de la tarde - representa aquella en la que Cristo murió en la cruz. La novena hora, impecable en su construcción narrativa, es una novela protagonizada por mujeres. Mujeres como Annie que debe enfrentar la pobreza, la viudez y el cuidado de una hija, mujeres como Sally que crece y debe enfrentarse a la realidad, mujeres como las hermanas St. Saviour, Jeanne, Lucy e Iluminata que nunca dudan en primar lo humano ante lo divino y optan por ignorar, tapar o incluso cometer pecados si ello contribuye a mejorar la vida de las mujeres pobres y enfermas de las que se ocupan. Porque tienen claro lo que es justo puesto que Dios otorga de manera innata el ser humano el concepto de justicia (cualquier niño sabe qué es justo sin que nadie se lo enseñe) y porque

En sus treinta y siete años de vida en aquella ciudad, la hermana había trabado relaciones de amistad con diversas personas que podían eludir las numerosas reglas y reglamentos - las reglas eclesiásticas y las civiles que la hermana Miriam llamaba las reglas de la sociedad educada - que complicaban la vida de las mujeres: las mujeres católicas en particular y las mujeres pobres en general.

Mujeres que ayudan a mujeres porque tienen clara la condición femenina:

La hermana Lucy dijo que la vida de una mujer era un sacrificio sangriento. (...) Si bien la pobreza y los hombres hacían que una situación ya mala - nacer mujer - fuera aún peor.

Por ello, la hermana Lucy siempre les pregunta a todas ¿tú marido te trata bien?.
Y mujeres como Liz, amiga de Annie, católica, pero ante todo vital que:

estimaba a las monjas - las adoraba, decía -, pero también abrigaba en el corazón la idea de que toda mujer que optaba por una vida de celibato y esfuerzos en pro de personas desconocidas había de ser, por fuerza, "un poco rara".

Una gran novela, llena de vida, pero de aire clásico y de ritmo decimonónico que pueden hacer que pese en las manos de algunos lectores. Que nos habla de una época y un ambiente - la inmigración irlandesa en el Brooklyn de principios del XX - cargada de machismo, pero, sin embargo, sus dos o tres personajes masculinos más relevantes son buenas personas.
Alice McDermott, de familia irlandesa, nació en Brooklyn en 1953. Es autora de ocho novelas de las que Libros del Asteroide también ha publicado Alguien y Tusquets tres de ellas hace casi veinte años.

miércoles, 29 de agosto de 2018

Kent Haruf, La canción de la llanura

Nos resulta difícil, como europeos, comprender - verdaderamente - la vida en lugares tan escasamente poblados como los estados de Montana (que conocemos, entre otras muchas novelas, por las de Ivan Doig), Wyoming (que conocemos por las de Craig Johnson) o Colorado (en donde se sitúa el imaginario Holt de las novelas de Kent Haruf). Lugares marcados por la soledad y el aislamiento y, por otra parte, por los inconvenientes de los pequeños vecindarios, como vimos en Nosotros en la noche.
En La canción de la llanura (1999; Penguin Random House, 2017) nos encontramos con Tom Guthrie, un profesor de instituto, casado - pero Ella está enferma de depresión y se va de casa -, padre de Ike y Bobby, dos chicos de nueve y ocho años que reparten los periódicos por el pueblo antes de ir al colegio. Con Maggie Jones, también profesora, que consigue que los viejos hermanos McPheron acojan en su granja, a veintisiete kilómetros del pueblo, a Victoria Roubideaux, una alumna del instituto - diecisiete años - a la que su madre ha echado de casa por haberse quedado embarazada. Viven en Holt.
Cada capítulo se centra en alguno de ellos y de este modo obtenemos una visión amplia de sus vidas y de sus relaciones. Con una prosa sencilla que nos habla de la vida aparentemente sencilla de sus personajes, que en realidad es tan complicada como la de cualquiera de nosotros. Aparentemente sencilla porque Haruf tiene la brillantez de contarlas con naturalidad y de ofrecernos una visión optimista de la vida y porque sus protagonistas son buenos y honestos. Pero tan complicada como la de cualquiera porque encontramos mujeres enfermas de depresión, hijos que van conociendo la vida y crecen sin madre, ancianas solas que no salen de casa, mujeres que cuidan de sus padres seniles, jóvenes que afrontan un embarazo inesperado sin más compañía y ayuda que la de unos extraños, gente que mantiene relaciones en un mundo pequeño donde todos se enteran de todo, profesores de secundaria que deben soportar a algunos alumnos y a sus familias y al mismo tiempo involucrarse para su bien en la vida de otros alumnos... y los McPheron, tiernos y bondadosos, a los que les cuesta tratar con la gente porque llevan todo la vida viviendo solos en la granja de sus padres - cuyo dormitorio conservan tal cual - ocupándose de sus vacas y terneras.
La canción de la llanura, con su ritmo tranquilo y amable, es de esas novelas en las que el lector se encariña con sus personajes y desea seguir acompañando sus vidas. Un ejemplo más, como tantas otras de las que hemos hablado aquí, de la excelencia y vigor de la narrativa realista estadounidense actual.
Ya en 2000 Planeta publicó esta novela - con su título en inglés Plainsong -. Hace unos meses Penguin Random House ha publicado Al final de la tarde, donde nos reencontramos con la peculiar familia formada por Victoria y los McPheron.

martes, 21 de agosto de 2018

Lalla Romano, Suaves caen las palabras

Lalla Romano, Piero adolescente (c. 1947).
Graziella Lalla Romano (Demonte, 1906 - Milán, 2001), profesora, pintora y escritora publicó en 1969 su libro más reconocido, Suaves caen las palabras (Libros del Asteroide, 2005). Este hermoso título nos trae la indagación de la autora en la vida y la personalidad de Piero, su único hijo.
Sólo una madre puede comprender los sentimientos, los anhelos y las obsesiones que un hijo que se ha parido puede provocar. Es natural el desasosiego al ver cómo la vida acaba llevando a los hijos por caminos distintos de los que imaginamos para ellos cuando nacieron, de las ilusiones de los padres. La mayor obsesión de Lalla Romano es no haber comprendido ni conocido - ¿reconocido? - bien a su hijo y no haber sentido el amor de él y la identificación entre ambos que hubiera deseado. Y de esta obsesión trata Suaves caen las palabras. Para intentar desentrañar el carácter del hijo no duda la autora en recurrir no sólo a los recuerdos - aquellas cosas medio filosóficas que decía de pequeño - sino también a las cartas que, desde niño él ha escrito a sus padres, a su novia..., a las redacciones escolares del muchacho y a todo tipo de documentos que ella ha ido recopilando y que nos endosa en copia literal. Por todo ello sabemos que Piero fue siempre introvertido, hermético, poco social, apático, enfermizo, mal estudiante, vago... Sin mayores intereses que las armas y las motos, sin predisposición al estudio ni al trabajo. Un chico al que nunca pudieron llevar a un instituto público sino a colegios privados - para ricos y para burros - y al que el padre tuvo que acabar colocando en un banco. Y así sigue siendo ahora, ya casado.
Resulta difícil comprender el éxito que, al parecer, tuvo este libro en Italia al publicarse por primera vez; está bien escrito, plantea un asunto conmovedor pero ni la madre obsesionada ni el hijo oblomovista consiguen interesarnos demasiado - no mucho más que el abuelo de Sergio del Molino -.
En todo caso, tomemos nota de estas palabras de Piero en un trabajo escolar durante el bachillerato:

La impresión que recibimos de un libro depende de nuestro estado de ánimo y, por tanto, del punto de vista de quien lo juzga. En realidad, no juzgamos un libro en un plano absoluto, sino siempre en relación con nosotros mismos.

Y cerremos con este comentario de Piero adulto sobre la ironía:

La ironía no hace comprender, sino que es señal de que se ha comprendido. Quien no tiene ironía está claro que no ha comprendido.

domingo, 12 de agosto de 2018

Henning Mankell, Botas de lluvia suecas

Ocho años después de Zapatos italianos, en el otoño de 2014, Botas de lluvia suecas (2015; Tusquets, 2016) se inicia con el incendio de la casa de Fredrik Welin.

Un hombre que está a punto de cumplir setenta años y sin un lugar donde vivir después de que su casa ardiera. Sin más pertenencias que un cobertizo, una caravana, un barco sin cubierta de trece pies de eslora y un coche viejo. La pregunta es qué voy a hacer ahora. ¿Tiene algún futuro ese hombre? ¿Tiene alguna razón para seguir viviendo?

La investigación del incendio revelará que fue provocado y hará que, durante un tiempo Welin sea - o se sienta - el máximo sospechoso de haberlo prendido. Luego, se producirán otros incendios y brotará cierta ola de xenofobia entre los pocos habitantes de la zona. Algunas posibles pistas nos inquietarán más a los lectores que a Welin y los demás personajes; aunque finalmente poco tengan que ver con lo que pasó - sorprendente -.
El incendio de la casa es el telón de fondo ante el que se desarrollan las complejas personalidades de los personajes y las difíciles relaciones entre ellos. Se centra la novela especialmente en cuatro. El narrador, Fredrik Welin, su hija Louise, Jansson, el cartero ya jubilado que es el "amigo" de Welin, y Lisa Modin, una periodista del periódico local, a la que conocemos en Botas de lluvia suecas. Todos ellos solitarios de humor cambiante.
Welin, huraño y difícil, reflexiona sobre la vejez - allá por donde va todos son más jóvenes que él - y sobre la muerte, que ve próxima. ¿Tiene alguna razón para seguir viviendo? Heredó la casa y la isla de sus abuelos. Vive allí desde que un grave error en el quirófano arruinó su vida. El incendio servirá para que, a base de recuerdos, a lo largo de la novela conozcamos más momentos del pasado de Welin. Y que él conozca un poco más de la vida de su enigmática hija Louise, que apareció en su vida ocho años antes pero de la que apenas sabe nada. Decidirá compartir con ella la decisión de reconstruir o no la casa.
Louise, impredecible y colérica, sigue guardando con celo sus secretos, pero que quede embarazada y sea detenida por la policía le permitirá a Welin viajar - una vez más; la última - a París y adentrarse en algunos de esos secretos. La niña que nacerá en primavera, al final de la novela, ofrece - como todo nacimiento - un razón para seguir viviendo.
Otra razón para vivir la encontrará Welin en las absurdas esperanzas que siente cuando Lisa Modin, a la que dobla la edad, aparece para indagar en el incendio. También encontraremos motivos para sospechar que esta mujer, que vive sola, tiene un pasado que no quiere desvelar. Que necesita tiempo.
Ture Jansson, aunque servicial y paciente, no consigue ganarse el verdadero afecto de la gente. Tampoco el de Welin. A pesar de tantos años repartiendo el correo por las islas y de consultar a Welin sobre sus infinitas enfermedades imaginarias.
La muerte, la vejez, las relaciones personales son los temas fundamentales de Botas de lluvia suecas. Pero en la última novela de Henning Mankell hay lugar también para otros que son más o menos habituales en su obra narrativa; la reflexión sobre la sociedad europea, la emigración, la xenofobia, la preocupación medioambiental, la soledad, el miedo, el amor...
Mankell escribió Botas de lluvia suecas mientras padecía el cáncer que le mató. En Suecia se publicó antes de su fallecimiento.

sábado, 4 de agosto de 2018

Isaac Asimov, Yo, robot

Al margen de precedentes románticos como Olimpia, la mujer mecánica de El hombre de arena (1817) de E. T. A. Hoffmann, y de R.U.R., la obra teatral de 1920 de Karel Čapek que nos dejó el término robot, podemos considerar que es Isaac Asimov quien en 1950 inicia con Yo, robot - que Edhasa viene editando en España desde 1956 - la presencia de la robótica en la literatura de ciencia ficción. Yo, robot recoge relatos publicados durante los años cuarenta en las revistas del género.
Se inicia Yo, robot con la enunciación de las tres leyes de la robótica; los robots no deben dañar a los seres humanos, los robots deben obedecer a los seres humanos salvo en el caso de ir contra la ley anterior, los robots deben proteger su existencia salvo que ésta infrinja las dos leyes anteriores. A partir de ahí, la robopsicóloga Susan Calvin, y la presencia de otros personajes, dan unidad a los nueve relatos que conforman Yo, robot.
Calvin es "historia viva" de la U. S. Robots, la empresa fabricante de robots. Tanto la doctora como la empresa nacieron en 1982 y ella se incorporó muy joven a la compañía. A base de recuerdos los nueves relatos se insertan en una entrevista a la doctora Calvin realizada en el año 2058. Mediante ellos, Asimov nos sitúa ante diversos dilemas que la aparición y el desarrollo de los robots nos plantean. El primer relato se sitúa en 1996, cuando aún no se fabrican robots con voz; una niña se encariña con el robot que la cuida tanto o más de lo que lo haría con otras personas o con un animal de compañía. Sirve este relato para explicar por qué el uso de robots se prohibe en la Tierra y se limita a la investigación científica en colonias y otros lugares del espacio exterior. En los demás relatos encontramos robots que se vuelven locos si un conflicto equilibra en su cerebro la obediencia a distintas leyes de la robótica, que se interrogan sobre el sentido y el origen de su propia existencia, que dejan de hacer su trabajo si no hay una persona que los vigile, que leen el pensamiento de las personas, que son fabricados fuera de las normas por exigencias y necesidades del gobierno, que - de aspecto humanoide - son indistinguibles de los seres humanos y pueden suplantarlos, que con sus decisiones intervienen en los equilibrios y la paz mundial... Todas estas situaciones plantean dilemas y conflictos éticos y morales en general y, en particular, relacionados con los avances de la robótica y de la ciencia. Avances que son, como todos sabemos, tan inevitables como irrenunciables y, por tanto, los dilemas que plantean ineludibles.
En plantearnos estos dilemas y forzarnos a pensar en ellos poniendo a prueba las leyes - éticas, al fin y al cabo -, de la robótica, radica, claro está, el mayor interés de Yo, robot, cuyo estilo sencillo, junto a su estructura narrativa, hace su lectura ágil y amena.
Asombra que las novelas y películas que nos hablan del futuro suelen "acertar" respecto a avances científicos y tecnológicos y sin embargo ninguna imaginó que llegaría un día en que el consumo -siempre repugnante - del tabaco estaría prohibido en muchos lugares públicos. En el caso de Yo, robot, Asimov tampoco acierta con el tabaco, pero en cuanto a lo robótica sí vislumbra el camino. Sabemos, por ejemplo, que uno de los problemas de los coches sin conductor es cómo resolver los dilemas éticos que les puede plantear un accidente. Respecto a los robots todo se andará y, probablemente, no estemos muy lejos.
Asimov escribió Yo, robot en 1950; el mundo acababa de salir de dos guerras mundiales en un cuarto de siglo y del empleo de la bomba atómica. Estas circunstancias no son ajenas a la redacción y los propósitos del libro ni al desarrollo de la ciencia ficción desde entonces.
Isaac Asimov (Petrovichi, 1919 - Nueva York, 1992) es autor de decenas de libros; novelas, obras de divulgación científica y de divulgación histórica. Gozó de gran prestigio y difusión en las últimas décadas del siglo XX. Un guijarro en el cielo, también de 1950, fue su primera novela.

viernes, 27 de julio de 2018

Martin Amis, El libro de Rachel

Martin Amis es uno de los escritores británicos más importantes - y también polémico - de su generación. El libro de Rachel (1973; Anagrama, 1985) fue su primera novela. Su protagonista y narrador, Charles Highway, es un joven que, a punto de cumplir veinte años y abandonar la adolescencia, descubre que aunque se ha acostado con muchas chicas no lo ha hecho con ninguna mujer. Quedan apenas unas horas para su cumpleaños y Charles repasa sus cuadernos y anotaciones. Tiene cuadernos y anotaciones referidas a las personas que conoce y las cosas que le pasan. Así repasa los últimos meses, desde el verano hasta el día de diciembre en que celebra su cumpleaños. De esta manera, conocemos su relación con sus padres, con su hermana y su cuñado - en cuya casa Charles se instala en Londres -, a sus amigos, sus juergas y desfases, sus relaciones sexuales con diversas chicas y, ante todo, su personalidad egocéntrica. Eso sí, con ciertas dosis de humor en el relato. Charles se centra en los dos cuadernos dedicados a Rachel, una chica a la que ha conocido durante el verano - es un mes mayor que él - con la que mantiene una relación distinta - el sexo tardará en llegar - y de la que acaba enamorándose.
El libro de Rachel en la Inglaterra de comienzos de los setenta y durante la revolución sexual debió resultar un libro más o menos escandalizador y divertido. Pero hoy este adolescente egocéntrico, de buena familia que prepara su examen de ingreso en la Universidad de Oxford, obsesionado con follar - lo que hace bastante -, su amigo siempre drogado, su padre adúltero, su hermana, su cuñado y sus discusiones, la papelera de su cuarto rebosante de condones usados - una venérea le fuerza a usarlos - y los granos que le afean la frente siempre en el día más inoportuno, no consiguen engancharnos.
Del extravagante - como casi todos los personajes del libro - profesor que le entrevista para ser admitido en Oxford rescatamos estas palabras referidas al comentario literario del examen de Charles:

Deje de leer libros de crítica, y olvídese de esas paparruchas estructuralistas. Limítese a leer los poemas y averigüe si le gustan o no, y por qué.

jueves, 19 de julio de 2018

Nickolas Butler, El corazón de los hombres


He conocido a cobardes y he conocido a héroes. A todos los héroes les guía su corazón; a los cobardes la cabeza. No lo olvides. Los héroes no calculan ni evalúan. Hacen lo que está bien.

A lo largo de un siglo más de cien millones de adolescentes estadounidenses han pasado por los campamentos de Boy Scouts - durante ocho o diez veranos de sus vidas - donde se les ha formado en valores cristianos y patrióticos conservadores. Un mundo de hombres, obviamente, que comienza ahora a abrirse a las chicas, en un intento desesperado de ponerse al día.
Un campamento de Boy Scouts en Wisconsin es el escenario compartido de las tres partes (hay una cuarta, breve, a modo de desenlace) que componen El corazón de los hombres; cada una de ellas podría ser una excelente novela breve.
La primera parte de la novela transcurre en el verano de 1962. Nelson Doughty tiene trece años, es el corneta del campamento y es objeto de las burlas, travesuras y agresiones de los demás muchachos. Te odian porque eres mejor que ellos, le dice el director del campamento, un excombatiente de la Primera Guerra Mundial. En ese ambiente, Jonathan Quick, un par de años mayor, es lo más parecido a un amigo que Nelson puede encontrar. Un padre autoritario, una madre sufridora y un desenlace de esos que hacen crecer de golpe.
En la segunda parte nos encontramos en el verano de 1996. Jonathan Quick se dirige con su hijo Trevor, de dieciséis años, al mismo campamento. Un padre desfasado y un hijo recto e idealista (diálogos antológicos). Por eso el padre ha organizado una cena que compartirán con su amante - sorpresa para Trevor - y con su viejo amigo Nelson, que ahora dirige el campamento scout. Jonathan pretende que Trevor aprenda de golpe que la vida es dura y llena de matices y que debe saber que su amor por Rachel, una compañera de instituto, más tarde o más temprano se hará añicos. Mientras tanto sabemos que Nelson fue un héroe en Vietnam y comprobamos que el rigor del campamento se ha relajado con el paso de los años.
En la tercera parte - verano de 2019 - al campamento dirigido por Nelson se incorpora - a regañadientes - Thomas, dieciséis años, y su madre Rachel (que, aunque Jonathan tuvo razón, acabó casándose con Trevor). Rachel es viuda; Trevor murió absurdamente de vuelta a casa después de servir en operaciones especiales de los marines en Afganistán. El tenía 24 años y ella se acababa de quedar embarazada. Comprobamos ahora que esto de los scouts es ya algo anacrónico en un mundo en el que a los chavales todo les importa una mierda salvo su teléfono y su iPad, en el que para orientarse basta con sacar la brújula del móvil, en el que la única manera de conseguir hablar con un hijo adolescente es escribirle mensajes en globitos en una app telefónica, en el que los valores del campamento resultan rancios y machistas - la América de Trump -. Thomas, como Trevor y Nelson, también deberá crecer de golpe ante un hecho inesperado.
Nickolas Butler (Allentown, Pensilvania, 1979) ha escrito una magnífica novela, plena de emoción, de personajes de profunda autenticidad, que habla de la amistad, sí, pero más aun de otras muchas cosas más. Habla, naturalmente, de amor. De manera explícita habla de la relación entre los padres y los hijos adolescentes y de manera más sutil de la relación entre las madres - tan importantes para Nelson, Trevor y Thomas - y los hijos adolescentes. Habla, claro está, de adolescencia y, por tanto de iniciación y de crecimiento, de comprensión de las complejidades de la vida. Habla de moral; de hacer lo correcto y cumplir el deber y las promesas y de las dificultades para hacerlo porque la vida nos enseña a movernos en un infinito de grises pues nada es blanco y negro. Habla de los ambientes masculinos, de camaradería, pero también de machismo y de desprecio y maltrato a la mujer. Habla, con su panorama de tres generaciones y sesenta años, de la sociedad norteamericana, de sus valores y su evolución; una sociedad en la que ningún matrimonio es para siempre, en la que la vida rural del Medio Oeste nada tiene que ver con la vida en Nueva York, una sociedad en la que la guerra tiene una presencia constante. El corazón de los hombres (2017; Libros del Asteroide, 2017) es una novela emotiva y emocionante, conmovedora, compleja y rica en la variedad de cuestiones y matices que nos plantea, sencilla y clásica en su narración y su estilo. Una de esas novelas cuya lectura nunca olvidaremos.

miércoles, 11 de julio de 2018

Ricardo Silva Romero, Autogol


Debo confesar que no entiendo qué hace en sus ratos libres la gente a la que no le gusta el fútbol.

El 2 de julio de 1994 se produjeron treinta y nueve homicidios en Medellín. Una de las víctimas fue Andrés Escobar. Veintisiete años. En la madrugada, a la salida de una discoteca, unos borrachos que le increpaban acabaron tiroteándole.
En esos días se celebraba el Mundial de fútbol de Estados Unidos en el que Colombia partía como un claro favorito para alcanzar el campeonato; la selección de Pacho Maturana había hecho una fase de clasificación espectacular y quedaba el recuerdo de su magnífico fútbol en Italia, en el Mundial anterior. Sin embargo, en el primer partido de la fase de grupos Colombia perdió inesperadamente con Rumanía y en el minuto 33 del segundo partido, el 22 de junio, contra los anfitriones, Escobar marcó un gol en propia meta que significó la eliminación de Colombia.
Pepe Calderón Tovar es el narrador de Autogol (2009; La Navaja Suiza, 2018), que se nos presenta como unas memorias redactadas en 2006 y publicadas a la muerte de Calderón. Calderón es un periodista radiofónico que perdió la voz para siempre en el momento del autogol de Escobar en plena retransmisión del partido (y también el dinero pues había apostado sus ahorros a la clasificación de Colombia). Por ello decide odiar a Andrés Escobar y planear su asesinato, a pesar de saber que Andrés era una magnífica persona. La novela se divide en dos partes y un "tiempo extra"; la primera se centra en el día del gol de Escobar y los siguientes de estancia en California, y la segunda, de vuelta en Colombia, en cómo Calderón se las ingenió para llevar a cabo su plan creyendo que así recuperaría la voz. El "tiempo extra", el epílogo, explica cómo se gestó el libro y cómo un joven periodista ha ayudado a Calderón a redactar el libro y documentarlo.
Autogol nos habla de la edad de oro del fútbol colombiano; Atlético Nacional de Medellín ganó la Copa Libertadores en 1989, el Mundial de Italia, la clasificación para el de Estados Unidos... De la mano de Pacho Maturana - que merece un lugar entre Michels, Menotti, Cruyff y Guardiola - con su fútbol de achique de espacios, presión alta, centrocampistas de toque, portero adelantado capaz de jugar con el pie... y aquellos jugadores que todos recordamos: René Higuita, Carlos Valderrama, Leonel Álvarez, Harold Lozano, Tren Valencia, Freddy Rincón, Faustino Asprilla... y Andrés Escobar. Años que coinciden con el esplendor del negocio de la droga de los carteles de Cali y Medellín - Pablo Escobar -. Así que Autogol es un retrato también de aquellos tiempos de narcotráfico, de corrupción política, de relación entre el fútbol y el dinero de la droga. Nos habla - documentadamente - de aquella Colombia convulsa y de su selección de fútbol amenazada por los apostadores durante su estancia en Estados Unidos y de sus jugadores de gran talento pero escasa formación en muchos casos. Un tiempo del que también nos habla el magnífico documental Los dos Escobar (2010).
Autogol también nos habla - necesariamente - de su narrador y su peculiar personalidad, de su vida y de quienes le rodean, de su crisis familiar, de cómo se explica que planeara matar a un futbolista que admiraba... Autogol es una novela que por momentos leemos con gozo y que en otros momentos se nos antoja larga - inevitablemente dado el carácter y verborrea (la propia del locutor deportivo, plagada de adjetivos, metáforas e hipérboles sorprendentes) de Pepe Calderón Tovar -. Una novela construida con inteligencia y documentación que mediante unas memorias ficticias que aparentan ser reales nos sitúa ante los hechos reales, aunque pudieran parecer ficticios, de la Colombia de hace un cuarto de siglo. Autogol tiene también ese plus de frescura de traernos palabras y expresiones del castellano de América.
Ricardo Silva Romero (Bogotá, 1975) es autor de varias novelas de las que, anteriormente en España, Seix Barral ha publicado Tic en 2004 y Alfaguara Historia oficial del amor en 2016.

martes, 3 de julio de 2018

Miguel Delibes, La partida

La partida es un libro de relatos que toma su título del primero y más largo de ellos. Lo publicó Luis de Caralt en 1954 y en 1967 Alianza Editorial lo incluyó en el catálogo de su entonces naciente colección "El libro de bolsillo", que revolucionó el mundo de la edición en España.
Se trata de una de las primeras obras del Miguel Delibes (Valladolid, 1920 - 2010) y es una buena muestra de la narrativa española del momento dominada por el realismo social. Así, los relatos de La partida nos presentan historias, escenas y anécdotas cotidianas protagonizadas por personajes de vidas anodinas y vulgares en las que no hay demasiado lugar para la esperanza; un jardinero que riega el parque intentando molestar a las parejas, los parroquianos de un bar que escuchan por la radio el empate a dos entre España y Uruguay en el mundial de Brasil, un pobre chaval que ha sido atropellado y conversa con la monja que le atiende en el hospital, un preso recién salido de prisión que charla y se emborracha con un músico callejero en Nochebuena, el hombre que no se atreve a pedir una peseta a un amigo para coger el tranvía, un hombre que, siguiendo los pasos de una muchacha, se cuela en una conferencia sobre economía pera evitar durante un rato el frío de la calle, otro que disfruta de liar su primer cigarrillo tras un par de semanas sin fumar... y, claro está, el joven estudiante de Náutica que se incorpora a la tripulación de un barco llena de curtidos marineros y se juega su dinero con ellos en una partida de póquer, que protagoniza el relato que da título y abarca la mitad del libro.
Relatos que reflejan bien la vida gris y mediocre de su tiempo y que hace cuarenta años nos hubieran parecido magníficos - aun correspondiendo a una obra menor de su autor - pero a los que hoy se les nota el paso del tiempo a pesar de ser obra del, probablemente, mejor narrador español de la segunda mitad del XX.

lunes, 25 de junio de 2018

Craig Johnson, Castigo para los buenos

Monumento al jefe indio Tedyuscung, en Filadelfia.
Tres o cuatro meses después de Una muerte solitaria, Longmire y Henry Oso en Pie viajan a Filadelfia. Henry va a participar en una exposición fotográfica y el sheriff a visitar a su hija Cady. Pero el mismo día de su llegada, sin ni siquiera haberla visto todavía, Cady sufre una agresión que la deja en coma. Las sospechas se centran en el novio de Cady, pero él es asesinado poco después de que Longmire le interrogue entre los urinarios de un estadio.
La investigación oficial de la policía de Filadelfia se verá complementada por la extraoficial - pero coordinada - de Longmire. Vic vendrá desde Absaroka a colaborar en la investigación. Tras el ataque a Cady y la muerte de su novio encontraremos un turbio asunto que implica a abogados, fiscales y traficantes.
En Castigo para los buenos (2007; Siruela, 2013) tenemos ocasión de salir de Absaroka y situarnos en una gran ciudad del este sin que la novela se resienta y de conocer a la familia de Vic, una saga de policías urbanos que ayudará a nuestro sheriff. La novela confirma las virtudes de la serie; el encanto de los personajes que resultan tan humanos, la peculiaridad de cada uno de ellos que se inserta perfectamente en su protagonismo colectivo, la narración hábil, inteligente y llena de fino humor...
Craig Johnson nos ofrece con el universo Longmire una garantía de entretenimiento y de buena literatura negra.

domingo, 17 de junio de 2018

Richard Price, Los impunes

En los años noventa un grupo de siete policías, con peculiares métodos, resolvía sus casos con brillantez. Tanto su éxito como sus maneras poco ortodoxas les llevaron al ascenso, al cambio de destino y a la disgregación del grupo. Veinte años más tarde sólo Billy Graves sigue en el cuerpo de policía de Nueva York, en la Guardia Nocturna. No obstante, los viejos compañeros y sus vidas dispares siguen reuniéndose regularmente. Todos ellos - cada uno de ellos - están marcados por un caso que no pudieron resolver, por culpables de un crimen que quedaron impunes por falta de las pruebas suficientes. Ahora aquellos impunes empiezan a morir o desaparecer uno tras otro.
Por otra parte, Milton Ramos, otro agente de policía de Nueva York, se topa casualmente con una mujer, una enfermera. La reconoce. Es la niña del vecindario que dio el chivatazo por culpa del cual asesinaron a los hermanos de Ramos. Es Carmen, la mujer de Billy Graves. Ambas tramas, ambas vidas, la de Graves y la de Ramos avanzan paralelas en cada capítulo.
Poco a poco, entre la cinematográfica descripción de ambientes y escenarios, la gran maraña de personajes y de casos policiales - los antiguos y los actuales de cada día - se va resolviendo y la trama y la acción se centran en la venganza y el acoso de Ramos contra la familia de Graves - su mujer, sus dos hijos, su padre, un policía jubilado que sufre demencia senil -.
Leyendo Los impunes se tiene la sensación de que cada uno de sus capítulos sería un excelente capítulo de una trepidante serie televisiva - su autor Richard Price es uno de los guionistas de la celebrada The wire -, pero, sin embargo, como novela resulta difícil de seguir ante el derroche de personajes, crímenes, corrupciones, disparos, muertos, acciones, tiempos... Por eso se agradece que, según avanzamos, ya sepamos qué pasó con cada uno de los crímenes impunes y por qué y cómo aquellos delincuentes están recibiendo "su merecido" y la novela crezca con el enfrentamiento Graves-Ramos. En estos dos personajes - y la familia de Graves - y en el suspense que crea la venganza de Ramos reside lo mejor de esta novela sobre la policía de Nueva York, que se inscribe en el género del procedimiento policial. Inevitable recordar nuestra querida Canción triste de Hill Street.
Richard Price (Nueva York, 1949) es autor de nueve novelas. Los impunes (2015; Penguin Random House, 2016) es la última de ellas.

sábado, 9 de junio de 2018

Seicho Matsumoto, La chica de Kyushu

Kiriko Yanagida es una joven que gasta su poco dinero en viajar a Tokio con la intención de conseguir que uno de los abogados más prestigiosos de Japón defienda a su hermano Masao al que se le acusa del asesinato de una usurera a la que debía dinero. Kiriko es demasiado pobre para pagar los honorarios de Otsuka, el abogado, y éste tiene prisa porque ha quedado para jugar al golf con su amante. Así que apenas la atiende por mucho que ella apele al sentido de la justicia que a un abogado de su nivel se le presume.
Un periodista, que casualmente escucha una llamada desde una cabina de Kiriko al bufete de Otsuka, es quien se encarga de desentrañarnos a los lectores el caso de Masao Yanagida, un joven maestro que pidió un préstamo para reponer un dinero del colegio que había perdido.
Tras la muerte en la cárcel de Masao, mientras esperaba la resolución del recurso de apelación a la sentencia, Kiriko escribirá al abogado para que la muerte de su hermano le remuerda la conciencia - lo hace, pues investiga el caso -.
Luego, Kiriko se ve obligada a abandonar el hogar y trabajar en Tokio en un bar nocturno y las circunstancias la permitirán vengarse de Otsuka a través de un caso que guarda curiosas similitudes con el de su hermano.
Las pruebas que condenaron a Masao, por mucho que parezcan rotundas a jueces y policías a nosotros nos parecen meramente circunstanciales y la condena, fruto del mal trabajo del abogado de oficio. Y así se demuestra cuando ya no hay remedio. Y es que Matsumoto, con ese peculiar estilo suyo, de palabras justas y datos precisos, que combina la racionalidad escrupulosa de la buena novela policiaca con la denuncia contundente de la buena novela negra, pretende demostrarnos que la justicia no es igual para los ricos que para los pobres. Al mismo tiempo nos habla de la venganza y de la doble moral que personas como Otsuka pueden permitirse.
La chica de Kyushu (1961; Libros del Asteroide, 2017) es una novela de magnífica construcción y perfecta estructura narrativa, que acrecientan y dosifican el suspense y que demuestran la maestría se Seicho Matsumoto. Un relato que desde un planteamiento clásico nos lleva, cada vez con más interés, mediante un giro inesperado hacia un desenlace sorprendente que nos pondrá de manifiesto la maldad del ser humano.
De esta novela se han realizado versiones cinematográficas y televisivas en 1965, 1977, 2010 y 2014; lo que prueba su popularidad en Japón.
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