El pasado mes de octubre se han cumplido cien años de la publicación en Boston de Mi Ántonia (Alba, 2000), la tercera de las novelas de Willa Cather y la más aplaudida.
Jim Burden llegó a Nebraska a los diez años, enviado con sus abuelos al quedar huérfano. En el mismo tren llegó una familia de emigrantes bohemios; una de las hijas era Ántonia, de catorce años. Muchos años más tarde, Jim rememora aquellos años de la infancia y la adolescencia que pasó con sus abuelos y su relación con Ántonia y su familia, en un tiempo en que inmigrantes procedentes de distintos países europeos colonizaban las tierras del Medio Oeste y buscaban una vida mejor trabajando en sus granjas. Jim fue luego a la universidad, se hizo abogado y ejerció en Nueva York. Volvió en algunas ocasiones a Nebraska, coincidió con alguna de las chicas que conoció en la juventud y siempre mantuvo el recuerdo de Ántonia y se interesó por saber qué era de ella. Estos recuerdos conforman el relato de Mi Ántonia, que Jim entrega a un viejo amigo para que lo lea.
Como Jim, Willa Cather nació en Virginia, se crió en Nebraska desde los nueve años y vivió luego en Nueva York - ¿Es Jim trasunto de Willa? -. El de Mi Ántonia es un relato de prosa cálida, ritmo lento, lectura ágil y tono contenidamente nostálgico que retrata y describe la vida y el mundo de las praderas en las últimas décadas del XIX, tierra de promisión para inmigrantes llegados de lejos que llevan una vida tranquila dedicados a sus tierras o, los más prósperos, a sus pequeños negocios. A partir del afecto de Jim y Ántonia, que nació en la infancia y perduró para siempre, la novela tiene como tema central las condiciones de vida, de lucha por la vida, de los inmigrantes; su (in)adaptación al nuevo país, la añoranza de lo que quedó atrás... Una vida dura que, tamizada por el tiempo y la capacidad balsámica del recuerdo, se nos presenta en un relato hermoso lleno de personajes, principalmente femeninos, que son personas buenas y trabajadoras.
Jim Burden llegó a Nebraska a los diez años, enviado con sus abuelos al quedar huérfano. En el mismo tren llegó una familia de emigrantes bohemios; una de las hijas era Ántonia, de catorce años. Muchos años más tarde, Jim rememora aquellos años de la infancia y la adolescencia que pasó con sus abuelos y su relación con Ántonia y su familia, en un tiempo en que inmigrantes procedentes de distintos países europeos colonizaban las tierras del Medio Oeste y buscaban una vida mejor trabajando en sus granjas. Jim fue luego a la universidad, se hizo abogado y ejerció en Nueva York. Volvió en algunas ocasiones a Nebraska, coincidió con alguna de las chicas que conoció en la juventud y siempre mantuvo el recuerdo de Ántonia y se interesó por saber qué era de ella. Estos recuerdos conforman el relato de Mi Ántonia, que Jim entrega a un viejo amigo para que lo lea.
Ella, más que ninguna otra persona a la que recordáramos, parecía encarnar el país, las condiciones de vida, la aventura de nuestra infancia.
Como Jim, Willa Cather nació en Virginia, se crió en Nebraska desde los nueve años y vivió luego en Nueva York - ¿Es Jim trasunto de Willa? -. El de Mi Ántonia es un relato de prosa cálida, ritmo lento, lectura ágil y tono contenidamente nostálgico que retrata y describe la vida y el mundo de las praderas en las últimas décadas del XIX, tierra de promisión para inmigrantes llegados de lejos que llevan una vida tranquila dedicados a sus tierras o, los más prósperos, a sus pequeños negocios. A partir del afecto de Jim y Ántonia, que nació en la infancia y perduró para siempre, la novela tiene como tema central las condiciones de vida, de lucha por la vida, de los inmigrantes; su (in)adaptación al nuevo país, la añoranza de lo que quedó atrás... Una vida dura que, tamizada por el tiempo y la capacidad balsámica del recuerdo, se nos presenta en un relato hermoso lleno de personajes, principalmente femeninos, que son personas buenas y trabajadoras.

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