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Ted Lewis, La ley de Carter

Oxford street, navidad de 1965.
Unos días antes de Navidad Jimmy Swann ha desaparecido después de ser detenido; huele mal. Jack Carter tiene que encontrarle antes de que empiece a cantar y el emporio de Gerald y Les Fletcher, los jefes de Carter, esté en peligro y todos acaben en la cárcel. Son poco más de veinticuatro horas, pero Carter nunca localiza a sus jefes para informarles de las novedades - por ejemplo, que la prensa publicará al día siguiente una foto de ellos junto al policía con el que están conchabados -. Todo se desmorona y Carter ha de tomar decisiones e imponer su ley.
El corto espacio del tiempo de la acción se une al presente con el que Carter narra en primera persona, al laconismo y la mordacidad del estilo, a la importancia del diálogo y a la violencia de los hechos para conformar un buen ejemplo de la mejor novela negra que atrapa al lector y le ata al duro protagonista. Protagonista que ejerce su trabajo con implacable rectitud profesional - digámoslo así -, inteligencia, decisión y valor - como corresponde a un personaje como él -, al tiempo que mantiene una relación amorosa con la mujer de uno de sus jefes. Carter domina la situación, por mucho que se complique, pues es siempre más frío, duro e inteligente que los demás, incluidos sus jefes.
La ley de Carter (1974; Sajalín, 2018) es una muy digna precuela - tan de moda ahora, pero no en los setenta - de Carter, el gran éxito de Ted Lewis. Mafia, crimen y corrupción policial de aroma mucho más norteamericano que inglés.

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