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Agustín Martínez, La mala hierba


¿Se puede odiar a una hija?

Una mujer es asesinada y su marido queda gravemente herido. La investigación de la Guardia Civil apunta que los asesinos fueron contratados por la hija del matrimonio, de catorce años. ¿Es posible algo más terrible? Pues esto es casi de lo menos terrible que ocurre en La mala hierba (2017), donde nada ni nadie es lo que aparenta y donde todos ocultan algo; robos, narcotráfico, pederastia, violencia de género, celos...
Jacobo parece un buen hombre. La crisis le ha llevado al paro y de ahí a la ruina hasta verse obligado a trasladarse con su mujer y su hija de trece años a la vieja casa en ruinas que dejaron sus suegros en Portocarrero, en el desierto almeriense de Tabernas, e intentar trabajar de cualquier cosa. Pero en cuanto conocemos el punto de vista de Miriam, su hija, obtenemos una visión radicalmente distinta (pensaremos incluso que abusa de ella). Así, a base de giros continuos iremos, de sorpresa en sorpresa, completando el puzzle en torno al crimen pero también el puzzle en torno al mundo cerrado de una pequeña localidad en una naturaleza inhóspita.
Jacobo conoció a Irene, su mujer, un verano en Mojácar. Ahora, de vuelta al pueblo de su familia, ella se reencuentra con el Rubio, un novio de los tiempos del instituto, que es el potentado del lugar. Vive, el Rubio, con su hermana enferma y su sobrino Néstor. Alberto, el hermano de Irene, y su mujer Rosa rinden pleitesía al Rubio. La Fuertes y su marido Ginés regentan un buen negocio de crianza de cerdo ibérico y su hija Carol y Néstor serán los confidentes de Miriam. Un gitano ladrón, dos asesinos serbios, un mecánico matón, un sargento de la benemérita... Y Nora, la abogada que decide (tiene sus razones) defender gratuitamente a Miriam de la acusación de matar a sus padres.
Si nos ponemos estupendos y decimos que Agustín Martínez (Lorca, 1975) ha querido hacer un western, aprovechando el paisaje, sobre un pueblo enfrentado a un forastero, entonces debemos decir que lo ha logrado con mucha más brillantez que la tan vendida - en todos los sentidos - Intemperie. Si nos quedamos en que La mala hierba es un thriller, debemos decir que es una novela brutal, digna, que nos agarra desde el principio. Pero que va, claramente, de más a menos, que pierde fuerza a base de dar más vueltas que un culebrón hasta el punto de que acaba como acaba igual que podía haber acabado de cualquiera de las otras mil maneras que imaginamos durante la lectura (prueba de esto es que el propio autor dice en alguna entrevista que no supo qué final tendría la novela hasta no tener muy avanzada su redacción; si no lo tenía claro ni él...). Es normal que el guionista de una serie - Martínez lo es - no sepa cómo va a avanzar ésta pues depende de muchas circunstancias (audiencias, contratos de actores...), pero ¿cómo va a "funcionar" bien una novela criminal si su autor no sabe quién es el asesino? No obstante, hay en el argumento, la estructura, la construcción y los personajes de esta novela méritos suficientes como considerarla una lectura atractiva.

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