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Goran Vojnovic, Yugoslavia, mi tierra

Carretera de Zagreb a Liubliana el 5 de julio de 1991.
Porque era un país "no alineado", porque siempre eran los mejores en cualquier deporte de equipo, porque tenían una habilidad insólita para hablar perfectamente cualquier idioma en cuatro días, Yugoslavia contaba con nuestra simpatía. De manera que, sin un conocimiento profundo del puzzle de pueblos, etnias, religiones, culturas, lenguas y dialectos que formaban aquella república mediterránea, cuando hace veinticinco años - o poco más - descubrimos con sorpresa que una guerra era posible en el corazón de Europa, vimos - al margen de razones e intereses de unos y otros - con tristeza su desmembración.
Así, con nostalgia de la Cibona, la Metaloplastika o el Estrella Roja - campeón de Europa en 1991 -, esperamos encontrar en Yugoslavia, mi tierra (2012; Libros del Asteroide, 2017) una explicación de cómo y por qué desapareció Yugoslavia. Pero lo que encontramos en la novela de Goran Vojnovic (Liubliana, 1980) es mucho más que eso.
Desde su título pretende este blog, humildemente, hablar de cómo la literatura nos cambia - toda lectura nos aporta un conocimiento o una reflexión - y hemos hablado aquí de libros que tienen ese poder y de novelas que nos hablan de personajes a los que, como a cualquiera de nosotros, un acontecimiento les cambia la vida radicalmente. Yugoslavia, mi tierra es ejemplo de todo ello. No puede dejarnos indiferentes pues es de esas novelas que obligan a devorarlas y, al mismo tiempo, a pausar la lectura para empatizar y sufrir con sus personajes.
La vida de Vladan Borojevic quedó marcada a finales de junio de 1991. Tenía sólo once años. Nacido en Pula, Croacia, era hijo de eslovena y serbio - de madre húngara -. Su padre, coronel del ejército yugoslavo, recibió la orden fulminante de trasladarse con su familia a Belgrado. Llegados a Belgrado, Vladan no volvió a ver nunca más a su padre. Durante un tiempo el padre llamaba regularmente a su madre; conversaciones de todo se resolverá pronto, monosílabos y silencios. Madre e hijo se trasladan poco después a Novi Sad, a casa de unos familiares del padre y, luego a Liubliana, a casa de los abuelos maternos, con los que ella no había tenido contacto desde que se fue de casa y se casó con su teniente. Instalados finalmente en su propio piso, en un barrio de inmigrantes serbios y bosnios, en febrero de 1992, su madre le dijo a Vladan que su padre había muerto. Dieciséis años más tarde a Vladan se le ocurre buscar a su padre en google y descubre, estupefacto, que no murió; está vivo, es un criminal de guerra perseguido por el Tribunal de La Haya. Vladan inicia entonces la investigación y el camino para encontrar a su padre. En ese viaje encontraremos las explicaciones de unos y otros de qué pasó en Yugoslavia y Vladan se enfrentará a dilemas morales que no había previsto; si encuentra a su padre y habla con él, como desea, ¿debe perdonarle sus crímenes?, ¿debe informar de su paradero o de lo contrario sería su cómplice?
La novela, mientras Vladan atraviesa carreteras de Eslovenia, Croacia, Bosnia y Serbia encontrando pistas de su padre quizá con demasiada facilidad, viaja del presente al pasado buscando las respuestas que Vladan tanto necesita sobre qué pasó con su familia, qué pasó con Yugoslavia, quién es él verdaderamente, quién le robó el mes de abril...
Buscamos muchas veces en el silencio la manera de evitar los problemas. Pero con frecuencia los silencios nos dañan más que las palabras. Porque del silencio nace la incomprensión. El silencio marcó la dura relación entre Dusa, la madre de Vladan y su autoritario padre. El silencio del general Nedeljko Borojevic, intentando proteger a su mujer y a su hijo de los acontecimientos, le alejó de ellos para siempre. El silencio de Dusa para proteger a Vladan de la verdad no fue comprendido por Vladan, que no tenía edad para comprenderlo, y provocó que se pasara la adolescencia odiando a su madre y que luego su relación sea casi inexistente. Criado entre silencios, endurecido e insensible, Vladan ni siquiera es capaz de decirle a su novia, con la que convive, que la quiere y sus silencios cuando descubre que su padre está vivo, a pesar de los esfuerzos de ella, acaban afectando a su relación. Pero Vladan es cualquier cosa menos duro e insensible y por eso sufrimos con él y con Dusa viendo como el silencio ha destrozado sus vidas sin que ellos pudieran poner remedio.
Yugoslavia, mi tierra, la segunda de las tres novelas de Goran Vojnovic - llevada a la escena en Eslovenia en 2015 - es la única publicada en España.

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