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Craig Johnson, Una muerte solitaria

Vascos en Buffalo, Wyoming, en los años sesenta.
Apenas un mes más tarde de los acontecimientos de Fría venganza, en medio de una nevada prenavideña, en la residencia de ancianos de Durant muere Mari Baroja. Todo indica que de muerte natural. Pero Lucian Connally, el viejo sheriff jubilado, ayudante ahora los fines de semana, insiste a Longmire en que investigue la muerte como un caso de asesinato. Efectivamente se trata de un asesinato. Un crimen que, como en las otras novelas de la serie, nos lleva al pasado, a una turbia historia que se inicia en 1950 cuando Mari Baroja y Lucian Connally estuvieron tres horas casados hasta que la familia de ella les encontró. Si en Fría venganza el pasado nos ayudaba a conocer a la comunidad india de Absaroka, en Una muerte solitaria (2006; Siruela, 2013) nos enfrentamos al pasado oculto de Lucian, a una oscura historia de malos tratos, a un vivo que resulta estar muy muerto, a la herencia de mucho dinero precedente de la industria gasística, y a la presencia de la comunidad vasca de Wyoming (con alguna referencia a ETA incluida).
La investigación del caso Baroja (así comienza), salvo en su desenlace, no agarra al lector sin soltarle, pero lo que nos cautiva es el paisaje y el paisanaje de Absaroka, el condado - ficticio - menos poblado del estado menos poblado de la Unión. El paisaje que imaginamos impresionante entre las montañas Big Horn y el parque nacional de Yellowstone. El paisanaje pintoresco; blancos, indios, mestizos - perdón, biculturales - y... vascos. Paisanaje que se refleja bien en los protagonistas de la serie (de los que ya hemos hablado anteriormente), solitarios que forman un excelente equipo solidario; Walt Longmire, en la cincuentena, con casi un cuarto de siglo en el cargo de sheriff, su hija Cady, que visita Absaroka cuando puede, Henry Oso en Pie, el amigo fiel de Longmire, Vic, la magnífica policía malhablada, Lucian, el viejo gruñón educado en la dureza del Oeste, Ruby, la competente secretaria al borde de la jubilación, Dorothy, la camarera de "La abeja hacendosa" donde Longmire siempre toma lo de siempre, y Santiago Saizarbitoria, el nuevo ayudante del sheriff, que se incorpora al equipo en esta novela, representante de la comunidad vasca. Todos ellos constituyen un grupo que resulta entrañable al lector e hace irresistible para el buen amante de la literatura criminal contar con los personajes de Craig Johnson, Walt Longmire y los suyos, entre sus detectives favoritos.

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