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Gene Kerrigan, La furia

Un banquero millonario ha sido asesinado a tiros en su casa. El informe de balística relacionará el crimen con la muerte de un camello de barrio e implicará a Bob Tidey, sargento de detectives, en la investigación. Pero eso será cuando llegue el informe. Mientras, La furia nos muestra un visión panorámica de la Irlanda siguiente a la crisis de la burbuja inmobiliaria; el desplome del precio de la vivienda, los edificios abandonados a medio construir, el paro, los jóvenes que buscan salida emigrando, el país que busca salida en el rescate bancario... Y conocemos la vida cotidiana de Bob Tidey, un hombre tranquilo llegado a la cuarentena, de Vincent Naylor, un delincuente de veintiséis años que anda preparando un muy bien calculado atraco a un furgón armado y de Maure Coady, una anciana monja de apariencia apacible, pero carcomida por la culpa pues en el pasado participó (así eran entonces las cosas), como tantas otras monjas y sacerdotes, en el maltrato y abuso de jóvenes a su cargo, recogido en el informe Ryan.
El atraco de Naylor está perfectamente estudiado, milimétricamente, pero a pesar de todo, como todo en la vida, una circunstancia absolutamente imprevisible puede desbaratarlo. Y así ocurre; alguien - Maure Coady - ha avisado a la policía porque le llama la atención un coche aparcado durante varios días ante su casa. Cuando los atracadores van a utilizar ese coche, se produce un tiroteo y muere Noel, el hermano de Vincent. Paralelamente, la investigación de la muerte del banquero (que había pactado con Hacienda "tirar de la manta") se cierra "desde arriba" con una explicación convincente y plausible pero que Tidey - y todos - saben falsa.
Se desata entonces la furia; Vincent inicia una campaña de venganza de la muerte de su hermano que siembra Dublin de cadáveres, Tidey, que nada puede hacer desde su cargo, mueve, sin embargo, algunos hilos provocando que, quedando él completamente al margen, las bandas de delincuentes de la ciudad se enfrenten de modo que la caída de una pieza de dominó cause la consiguiente, una tras otras, de una fila de fichas. Las vidas de Bob Tidey, Vincent Naylor y Maure Coady se cruzan inevitablemente en un final trepidante y desolador, que dejará marcado a Tidey para siempre.
Más allá de su trama criminal La furia es un retrato de la Irlanda actual - con aroma al mejor cine social británico e irlandés - a la que financieros y políticos llevaron a la crisis hasta el punto de necesitar el rescate bancario, marcada por el escándalo de los maltratos y los abusos sexuales de menores generalizados cometidos por sacerdotes durante décadas y destapados por el citado informe Ryan, sumida en la depreciación de los salarios... una imagen más para el álbum de la crisis actual que nos muestran también novelas como Montecristo o Matarte lentamente.
No es que La furia (2011; Sajalín, 2015) sea una excelente novela negra - que, como tal, va más allá de la mera investigación criminal para mostrarnos con crudeza las tripas enfermas de la sociedad - es que es una lectura imprescindible. No ofrece el catálogo de Sajalín la regularidad y seguridad que encontramos en el de Libros del Asteroide, pero sí hay en él novelas auténticamente grandes. Por eso merece respeto y aplauso el trabajo de editoriales como Sajalín, Libros del Asteroide o Impedimenta que nos traen novelas magníficas, en cuidadas ediciones - el papel, la elegancia, los detalles, el diseño, las cubiertas... -. Y la mejor manera de rendirles ese respeto y ese aplauso es comprar sus libros porque sólo comprándolos estaremos seguros de que nos seguirán ofreciendo novelas como La furia.
Gene Kerrigan, dublinés, es periodista y autor de cinco novelas de las que sólo se ha publicado en España La furia. Sin más conocimiento, es fácil imaginar que, probablemente, como algunos periodistas españoles en los años ochenta, Kerrigan ha llegado a la novela como medio en el que mostrarnos asuntos que conoce por su profesión pero no puede publicar en prensa por no tener las suficientes pruebas materiales en las que sustentar la publicación. Esperemos disponer pronto de sus otras obras.

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