Philip Kerr, Mercado de invierno
Palco privado en el nuevo estadio de Wembley. |
Durante el mismo partido contra el Tottenham, Howard Webb, el árbitro, había concedido un gol al London City cuando nuestro delantero centro, Ayrton Taylor, pareció cabecear un córner. Pero, casi de inmediato, mientras el resto de nuestro equipo lo celebraba, Taylor había hablado disimuladamente con Webb y le había informado de que en realidad había empujado la pelota con la mano. En ese preciso instante, Webb cambió de parecer y señaló penalti a favor de los Tots".
Howard Webb sin duda pitó falta, no penalty. ¿En qué estarían pensando los traductores y los correctores de esta novela?, ¿o es que no tiene la menor idea de fútbol?, ¿por qué la traducen entonces?. ¿Será fiable el resto de la traducción?. Veremos luego que personajes que se tutean después se tratan de usted y vuelven más tarde al tú... Por otra parte, ¿pueden futbolistas españoles tener nombres tan folclóricos como Juan Luis Dominguín o tan imposibles como Xavier Pepe?. Esta inverosimilitud, habrá que achacársela a Philip Kerr.
Dejando esto a un lado - olvidándolo no, que no se puede -, con Mercado de invierno Philip Kerr (Edimburgo, 1956) toma el liderazgo de una nueva veta de la novela negra aparecida en estos últimos años; la que tiene el fútbol en el punto de mira. El fútbol mueve cada vez más dinero - especialmente mediante los contratos televisivos que obligan los aficionados de los grandes clubs europeos a asistir a sus estadios en aquellos horarios, extemporáneos, que más convienen a las televisiones asiáticas -. Donde hay dinero hay corrupción; nada nuevo, "mucho hace el dinero" nos dejó dicho el Arcipreste. Y donde hay corrupción allí llega la novela negra para destripárnosla y que la entendamos. Así que Philip Kerr que, con el detective Bernie Gunther, supo encontrar en la Alemania nazi una adecuada intersección entre la novela criminal y la novela histórica, encuentra ahora el filón del fútbol de la mano de Scott Manson, entrenador metido a investigador. Lo malo es que descaradamente lo afronta buscando más la rentabilidad económica que la calidad literaria. El resultado, en consecuencia, es decepcionante para cualquier seguidor de la serie de Gunther. ¿Un autor de este prestigio hace algún favor al género criminal escribiendo sólo "por la pasta" o no contribuye, por el contrario, al descrédito en el que algunos se empeñan en mantenerlo?.
Mercado de invierno (2014; RBA, 2015), tanto respecto a su investigación criminal como en lo referente al fútbol, combina páginas estupendas con otras bastante más mediocres. Páginas que podrían ser algunas menos si su narrador entrenador investigador fuera un poco menos verborreico. Parece al principio que la novela nos va a destapar toda la corrupción de la FIFA, de los contratos televisivos y/o de las apuestas deportivas, pero acaba derivando hacia asuntos mucho más domésticos. La verosimilitud se resiente porque reúne a la vez demasiados tópicos futbolísticos; el London City, club protagonista de la historia, ha ascendido rápidamente en pocos años hasta la Premier gracias al dinero de su dueño, un millonario ucraniano de oscuro pasado, el entrenador asesinado es un portugués atractivo, inteligente y provocador, los futbolistas son necesariamente infantiles y de escasa capacidad intelectual, los aficionados derrochan pasión por sus colores, que les dan la vida.
Y Scott Manson: escocés con ascendencia alemana y también negra, que fue defensa en el Arsenal hasta que su carrera se vio truncada por una condena por violación que, finalmente se demostró falsa, razón que le lleva a odiar a la policía - lo que no le impide ligarse a una policía si se tercia -. De su año y medio en la cárcel conserva algunas amistades que son sus mejores consejeros y ayudantes. Con estudios universitarios, es políglota. En pleno mes de enero, recién salidos de la maratón de partidos navideños de la liga inglesa y abierto el mercado de invierno, y muerto el entrenador, el dueño del equipo ofrece el puesto a Manson - segundo entrenador - pero además le solicita que se ocupe de resolver el crimen en una investigación privada y ajena a la policial. En apenas unos días - en los que para colmo le deja la novia, harta de no disfrutar los fines de semana por culpa del fútbol -, Manson, que también tiene tiempo de aconsejar al joven delantero del equipo que no haga pública en el vestuario su homosexualidad porque ese asunto sigue siendo tabú entre los jugadores (no obstante, el chico sufre erecciones descomunales en la ducha) -, demuestra su solvencia en el banquillo en varios partidos y resuelve el caso de la muerte de su amigo con brillantez y, eso sí, sacándose un as de la manga al viejo estilo de la novela policiaca clásica.
Una más, difícil de entender por muy moderna que sea la arquitectura del estadio pagado por el ucraniano. ¿Cómo puede ser que un palco vip que en su parte delantera está muy próximo al césped, cinco metros de altura, en su parte trasera se encuentre elevado casi veinte metros respecto al nivel del suelo; será el único estadio del mundo en el que el terreno de juego se encuentra elevado y no hundido respecto al nivel exterior del suelo?
En fin, todo junto, demasiado. No obstante la novela se deja leer y nos deja un dilema ¿Mercado de invierno acerca a la literatura a aficionados al fútbol o alimenta, sin pretenderlo, el tópico del fútbol alejado de la cultura? Nos deja también alguna curiosidad histórica - una ley británica de 1865 relativa a los primeros automóviles establecía que una persona armada con una bandera roja debía preceder en sesenta metros al coche avisando así del peligro que se acercaba -, y alguna cita o comentario interesante:
Mercado de invierno (2014; RBA, 2015), tanto respecto a su investigación criminal como en lo referente al fútbol, combina páginas estupendas con otras bastante más mediocres. Páginas que podrían ser algunas menos si su narrador entrenador investigador fuera un poco menos verborreico. Parece al principio que la novela nos va a destapar toda la corrupción de la FIFA, de los contratos televisivos y/o de las apuestas deportivas, pero acaba derivando hacia asuntos mucho más domésticos. La verosimilitud se resiente porque reúne a la vez demasiados tópicos futbolísticos; el London City, club protagonista de la historia, ha ascendido rápidamente en pocos años hasta la Premier gracias al dinero de su dueño, un millonario ucraniano de oscuro pasado, el entrenador asesinado es un portugués atractivo, inteligente y provocador, los futbolistas son necesariamente infantiles y de escasa capacidad intelectual, los aficionados derrochan pasión por sus colores, que les dan la vida.
Y Scott Manson: escocés con ascendencia alemana y también negra, que fue defensa en el Arsenal hasta que su carrera se vio truncada por una condena por violación que, finalmente se demostró falsa, razón que le lleva a odiar a la policía - lo que no le impide ligarse a una policía si se tercia -. De su año y medio en la cárcel conserva algunas amistades que son sus mejores consejeros y ayudantes. Con estudios universitarios, es políglota. En pleno mes de enero, recién salidos de la maratón de partidos navideños de la liga inglesa y abierto el mercado de invierno, y muerto el entrenador, el dueño del equipo ofrece el puesto a Manson - segundo entrenador - pero además le solicita que se ocupe de resolver el crimen en una investigación privada y ajena a la policial. En apenas unos días - en los que para colmo le deja la novia, harta de no disfrutar los fines de semana por culpa del fútbol -, Manson, que también tiene tiempo de aconsejar al joven delantero del equipo que no haga pública en el vestuario su homosexualidad porque ese asunto sigue siendo tabú entre los jugadores (no obstante, el chico sufre erecciones descomunales en la ducha) -, demuestra su solvencia en el banquillo en varios partidos y resuelve el caso de la muerte de su amigo con brillantez y, eso sí, sacándose un as de la manga al viejo estilo de la novela policiaca clásica.
Una más, difícil de entender por muy moderna que sea la arquitectura del estadio pagado por el ucraniano. ¿Cómo puede ser que un palco vip que en su parte delantera está muy próximo al césped, cinco metros de altura, en su parte trasera se encuentre elevado casi veinte metros respecto al nivel del suelo; será el único estadio del mundo en el que el terreno de juego se encuentra elevado y no hundido respecto al nivel exterior del suelo?
En fin, todo junto, demasiado. No obstante la novela se deja leer y nos deja un dilema ¿Mercado de invierno acerca a la literatura a aficionados al fútbol o alimenta, sin pretenderlo, el tópico del fútbol alejado de la cultura? Nos deja también alguna curiosidad histórica - una ley británica de 1865 relativa a los primeros automóviles establecía que una persona armada con una bandera roja debía preceder en sesenta metros al coche avisando así del peligro que se acercaba -, y alguna cita o comentario interesante:
De hecho, si fuera tú, dejaría de tuitear. Sólo los gilipollas le prestan atención a Twitter".
Inglaterra le ha dado muchas cosas buenas al mundo, pero el fútbol es el mayor regalo de todos".Las aventuras de Manson continúan en La mano de Dios, recién editada. Salvo, quizás alguna novela publicada en las colecciones populares de novela policiaca o de novela deportiva, el único, o al menos más destacado, precedente de la simbiosis entre novela criminal y fútbol es El delantero centro fue asesinado al atardecer (1988), caso investigado por Pepe Carvalho - Vázquez Montalbán, siempre un adelantado -. Por entonces el delantero centro del Barcelona era Gary Lineker, uno de los grandes caballeros del fútbol, y el entrenador Terry Venables. Venables, junto al periodista Gordon Williams, había escrito (con el seudónimo conjunto P. B. Yuill) en la década anterior una serie de tres novelas policiacas protagonizadas por el detective James Hazell, que habían sido llevadas a la televisión (26 capítulos) en Inglaterra y que, aprovechando las circunstancias - la presencia de Venables en el Barça y el auge de la novela negra en aquellos años - publicó Destino.
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