Daniel Defoe, Robinson Crusoe
Alexander Gilfillan, Robinson Crusoe salvando los restos del naufragio (1836). |
Del mismo modo que para sus primeros lectores Lazarillo de Tormes resultó un relato real y no una novela ficticia, para los de Robinson Crusoe esta novela, que adopta la primera persona narrativa de la picaresca, debió resultar tremendamente verosímil; más aún cuando la primera edición apareció como anónima y con la referencia de "escrita por él mismo". Naturalmente, el mar y sus peligros formaban parte de la vida cotidiana, los naufragios eran un hecho real y las historias de náufragos supervivientes en una isla desierta una posibilidad cierta. De hecho, se conocían historias de náufragos rescatados y una de ellas inspiró a Defoe. A partir de ella, Defoe crea una novela cargada de contenido ideológico (capitalismo naciente):
Robinson es un hombre de negocios - no un personaje aristocrático - que, sufrida la desgracia del naufragio, nos muestra un temprano ejemplo - tan burgués - de "self-made man" que, en las más difíciles condiciones, es capaz de dominar la naturaleza y ponerla a su servicio gracias al empleo de la razón y la inteligencia y sobrevivir veintisiete años en una isla desierta hasta conseguir salir de ella y volver al mundo civilizado. No deja nunca de pensar en el futuro - económico - y esconde bien sus monedas y tesoros; antes no dudó en vender a un esclavo que le había salvado la vida por un buen dinero (no hay sitio para sentimentalismos en los negocios), luego, cuando vuelva a casa, se considerará dueño de la isla (expresión del colonialismo). No se nos presenta como un superhombre, pero actúa con una frialdad, raciocinio y esfuerzo (la dignidad del trabajo) que no resulta fácil de imaginar en una persona corriente en su situación y gracias a ello consigue superar todas las dificultades que encuentra en su soledad. Y gracias también a la confianza y aceptación de la voluntad divina; la lectura de la Biblia (el protestantismo favorece el individualismo, la introspección y el libre pensamiento al defender la lectura personal de la Biblia) le permite mantenerse sereno, no desesperar nunca e, incluso, sentirse afortunado. Aborda, pues, la novela las distintas preocupaciones políticas, religiosas, económicas... del autor. Incluyendo el sentimiento antiespañol (Robinson es apenas posterior al Tratado de Utrecht) y anticatólico (la Reforma).
Es, por tanto, Robinson una novela de su tiempo aunque no por ello pierde interés para el lector actual, al que quizá sorprenda el pragmatismo moral del protagonista, llamarán la atención algunos datos numéricos o de fechas (por ejemplo, Robinson tiene veintisiete años cuando llega a al isla y pasa en ella otros veintisiete) y no molestarán los fragmentos descriptivos (también en esto la novela es fruto de su tiempo, pues la extensión descriptiva, como la irrupción de la prosa paralela al ascenso de la burguesía, es reflejo literario del empirismo y el método científico).
El éxito de Robinson Crusoe, como se ha dicho fue enorme e inmediato. En Inglaterra y en toda Europa como prueban sus múltiples ediciones y adaptaciones. Salvo en España, donde la primera traducción de Robinson no se publicará hasta 1835. Desde entonces, también aquí las ediciones de la novela han sido innumerables. La última, la de Penguin Clásicos de 2015.
Robinson es un hombre de negocios - no un personaje aristocrático - que, sufrida la desgracia del naufragio, nos muestra un temprano ejemplo - tan burgués - de "self-made man" que, en las más difíciles condiciones, es capaz de dominar la naturaleza y ponerla a su servicio gracias al empleo de la razón y la inteligencia y sobrevivir veintisiete años en una isla desierta hasta conseguir salir de ella y volver al mundo civilizado. No deja nunca de pensar en el futuro - económico - y esconde bien sus monedas y tesoros; antes no dudó en vender a un esclavo que le había salvado la vida por un buen dinero (no hay sitio para sentimentalismos en los negocios), luego, cuando vuelva a casa, se considerará dueño de la isla (expresión del colonialismo). No se nos presenta como un superhombre, pero actúa con una frialdad, raciocinio y esfuerzo (la dignidad del trabajo) que no resulta fácil de imaginar en una persona corriente en su situación y gracias a ello consigue superar todas las dificultades que encuentra en su soledad. Y gracias también a la confianza y aceptación de la voluntad divina; la lectura de la Biblia (el protestantismo favorece el individualismo, la introspección y el libre pensamiento al defender la lectura personal de la Biblia) le permite mantenerse sereno, no desesperar nunca e, incluso, sentirse afortunado. Aborda, pues, la novela las distintas preocupaciones políticas, religiosas, económicas... del autor. Incluyendo el sentimiento antiespañol (Robinson es apenas posterior al Tratado de Utrecht) y anticatólico (la Reforma).
Es, por tanto, Robinson una novela de su tiempo aunque no por ello pierde interés para el lector actual, al que quizá sorprenda el pragmatismo moral del protagonista, llamarán la atención algunos datos numéricos o de fechas (por ejemplo, Robinson tiene veintisiete años cuando llega a al isla y pasa en ella otros veintisiete) y no molestarán los fragmentos descriptivos (también en esto la novela es fruto de su tiempo, pues la extensión descriptiva, como la irrupción de la prosa paralela al ascenso de la burguesía, es reflejo literario del empirismo y el método científico).
El éxito de Robinson Crusoe, como se ha dicho fue enorme e inmediato. En Inglaterra y en toda Europa como prueban sus múltiples ediciones y adaptaciones. Salvo en España, donde la primera traducción de Robinson no se publicará hasta 1835. Desde entonces, también aquí las ediciones de la novela han sido innumerables. La última, la de Penguin Clásicos de 2015.
¿Pues qué se puede decir de esta obra clásica' La primera vez que lo leí, fue de una sentada un tarde de sábado cuando era adolescente. Al acabarlo de leer senti que todo mi vida había pasado en 4 horas y terminé extrañando a Robinson y Viernes después de cerrar el libro.
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