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Héctor Aguilar Camín, Adiós a los padres

Emma Camín y Héctor Aguilar.
Héctor Aguilar Camín (Chetumal, 1946) debutó en 1986 con Morir en el golfo. Desde entonces ha mantenido una larga trayectoria novelística hasta llegar en 2014 a Adiós a los padres. Un libro en el que cumple la obligación moral de rendir homenaje a la memoria de los padres de la que hemos hablado respecto a La Oculta de Héctor Abad Faciolince o Los extraños de Vicente Valero. Cumple así con el consuelo de la memoria del que nos habló Manrique, con la necesidad de escribir para quien ya no puede leernos de la que nos habla Abad.
Así, Adiós a los padres, es un libro que resulta interesante, fruto del trabajo metódico del autor (ya en 1991 grabó varias conversaciones con su madre y su tía pidiéndolas que relatasen su vida), pero, quizá por eso mismo, por el rigor en el trabajo de elaboración, por la intención de dar un tono de crónica al relato, el resultado es algo frío, menos emotivo de lo que cabría esperar. Por supuesto, hay páginas muy emotivas, especialmente aquellas en que se narran las muertes de los padres, de la tía Luisa, de los abuelos, pero Adiós a los padres - publicado por Random House en 2014 en México y 2015 en España - no alcanza el tono conmovedor de Los extrañosLa Oculta, menos aún el de El olvido que seremos, el relato de Abad en torno a la figura de su padre.
La historia familiar que nos relata Héctor Aguilar Camín se retrotrae un siglo, para contarnos no sólo la vida de sus padres sino también las de sus abuelos que, desde luego, resulta relevante. Héctor Aguilar Marrufo, hijo de don Lupe Aguilar, pertenece a la familia más importante de Chetumal. Emma Camín García, nacida en Cuba, es hija de asturianos que murieron con la frustración de no volver nunca a la patria querida como ricos indianos. Héctor y Emma se conocieron en Chetumal, se casaron en 1944 y tuvieron cinco hijos. Héctor nunca supo sacar adelante los negocios que iniciaba y siempre tuvo una difícil relación con su padre don Lupe y con su hermano mayor. Por eso la familia tuvo que iniciar una nueva vida en Ciudad de México. Fue siempre un hombre débil y eso no es una virtud para los negocios. Así que Enma y su hermana Luisa, que se había trasladado con el matrimonio y los hijos a la capital, tuvieron que sacar la familia adelante cosiendo y convirtiendo su casa en una pensión. Un día de noviembre de 1959, para alivio de todos, Héctor se fue de casa sin decir adiós. A partir de ahí, la lucha de Emma y Luisa para salir adelante. Una mañana, treinta y seis años más tarde, Héctor llama por teléfono a su hijo; quiere verle. Será entonces cuando Héctor - hijo - comience a saber qué ha sido de su padre, ahora muy envejecido y pobre, durante todo ese tiempo y a tener relación con él. Emma, acepta que su hijo se hable con su padre, pero ella no querrá volver a ver nunca a su marido. Emma murió en 2005.

Pasan dieciocho días con doña Emma en terapia intensiva.
- ¿Necesita algo? - me pregunta el médico al entrar al elevador.
- Un milagro - respondo.
Cuando salgo del elevador sigo dentro de mí la conversación con el médico. Pienso: "El milagro ya lo tuve". Le digo a doña Emma: "El milagro fuiste tú".

Héctor murió en 2010; después todavía su hijo fue conociendo la vida de su padre, desaparecido durante tantos años.

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