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Horace McCoy, Debería haberme quedado en casa

Ralph, veintitrés años, comparte piso con Mona; es una manera de ahorrar gastos. Mona y Ralph son dos de los miles de jóvenes que abandonaron su casa en cualquier pueblo de Estados Unidos para buscar trabajo, dinero y fama en Hollywood, en el cine. Son los años treinta; los años dorados del cine, pero también los de la Gran Depresión y la corrupción política. El mundo del cine anda agitado, además, en el apoyo a los republicanos españoles y en el rechazo a Hitler.
En sus pueblos todo el mundo se acuesta temprano para hacer todas las mañanas lo mismo y todo el mundo está siempre pendiente de lo que hacen los demás. En Hollywood a nadie le importa lo que haces y cualquier día puedes encontrarte en una fiesta en Beverly Hills rodeado de estrellas de cine, famosos y periodistas. Cualquier día puedes encontrarte con una vida de lujo siendo gígolo de compañía de una señorona rica. El sueño, en cambio de triunfar como actor resulta más difícil de alcanzar. Incluso, simplemente, encontrar un insignificante papel de extra resulta imposible. Y más si tienes, como Ralph, ese acento sureño, de Georgia, que tan mal da en pantalla - acaba de nacer el cine sonoro -. Por eso, la mayoría de los días no sabes qué hacer para conseguir unos dólares y poder pagar el alquiler.
En sus pueblos, por supuesto, todos saben - porque eso cuentan estos chicos como Ralph y Mona en sus cartas - que ellos son triunfadores y actores de éxito. La realidad es muy distinta, por eso uno acaba pensando que mejor le hubiera ido si se hubiese quedado en casa. Pero volver ya es imposible.
Debería haberme quedado en casa (1937) es una novela con la que pasaréis un buen rato. Al mismo tiempo que sentiréis cierta amargura ante las miserias de Hollywood y una tierna pena solidaria con Ralph. Una lectura amena que no os defraudará.
Horace McCoy (Pegram, 1897 - Beverly Hills, 1955) es uno de los grandes - con Hammett y Chandler - de Black Mask, la revista con la que nació la novela negra. Como casi todos aquellos escritores, también trabajó escribiendo guiones para Hollywood. Es autor de novelas como ¿Acaso no matan a los caballos? - llevada al cine como Danzad, danzad, malditos - y Los sudarios no tiene bolsillos.
La recepción de McCoy en España es tardía; la primera edición de ¿Acaso no matan a los caballos? es en catalán, Edicions 62, en 1967. Península publicaría esta novela en castellano en 1973. En 1977, la imprescindible colección Libro Amigo, en su Serie Negra,, de Bruguera, publicó Debería haberme quedado en casa, pero bajo el título, quizá en honor de la película de 1932, Luces de Hollywood (crítica de Augusto Martínez Torres en El País). El mismo año, también Bruguera, publicó Di adiós al mañana. En 1987, otra colección mítica, fundamental en la recepción de novela negra en España, Etiqueta Negra, de Júcar, nos trajo Los sudarios no tienen bolsillos, que un año antes edita en catalán Edicions 62. Estas cuatro novelas de Horace McCoy se han ido reeditando, desde entonces, en distintas ocasiones. Las más recientes por Akal en Básica de bolsillo, en la que Debería haberme quedado en casa apareció en 2010.

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