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Rafael Bernal, El complot mongol

Los presidentes Gustavo Díaz Ordaz y Richard Nixon se saludan
en la inauguración de la Presa de la Amistad el 9 de agosto de 1969.
Se cumplieron hace una semana cincuenta años del asesinato del presidente Kennedy. Un acontecimiento que marcó las vidas de cuantos lo vivieron, es decir, de todos los que estaban vivos aquel día: cualquier persona recuerda perfectamente dónde estaba, qué hacía el 22 de noviembre de 1963. Al cabo de medio siglo, que la autoría del crimen recaiga exclusivamente en Lee Harvey Oswald sigue sembrando dudas y las diversas  teorías conspirativas nos siguen resultando sugerentes para explicar uno de los hechos más relevantes de la historia del siglo XX, uno de esos que hicieron que todo fuera distinto a partir del día siguiente, Sin la convicción de que la muerte de JFK está verdadera y totalmente resuelta, no podemos descartar que la autoría del atentado correspondiera a Pepe Carvalho, personaje al que se la atribuye Manuel Vázquez Montalbán en Yo maté a Kennedy (1974). El crimen que marcó a una generación, sin duda inspiró a Vázquez Montalbán en la creación de Carvalho, pero, no debemos dudar de que también estuvo presente en la inspiración de Rafael Bernal al escribir El complot mongol (1969), en la que las referencias a Dallas son tan frecuentes como inevitables.
Filiberto García es un veterano (unos sesenta años) investigador y asesino profesional que realiza trabajos extraoficiales - "sucios" - al servicio de la policía y el gobierno corrupto de México. Faltan cuarenta y ocho horas para la visita a Ciudad de México del Presidente de Estados Unidos y los servicios secretos soviéticos han informado de que China planea un atentado, quizá durante la inauguración de una estatua por los mandatarios mexicano y norteamericano. A García se le encomienda la labor de trabajar junto a un investigador del FBI y otro del KGB - peculiar colaboración - para ver qué hay de cierto en la amenaza y desbaratarla. En el trasfondo del complot las relaciones internacionales entre Estados Unidos y la Unión Soviética, China y Cuba - que también entra en el juego - y entre los tres países comunistas entre sí. García descubrirá que existe un complot, pero otro distinto del que se le encargó investigar y, aunque será apartado de la investigación, seguirá en ella hasta el final. Naturalmente, no podía faltar, y no falta, una mujer de la que García se enamora pero a la que nunca puede atender - pinche maricón - porque entra en su vida en un momento frenético de trabajo; en estos dos días para salvar al presidente,  los muertos son cerca de veinte.
Aunque el relato evita cualquier precisión temporal, la acción es posterior a los acontecimientos ocurridos en la plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre de 1968. Durante las cuarenta y ocho horas de la acción de la novela el lector acompaña permanentemente a García, pues el narrador externo apenas aparece para situar las escenas e introducir los diálogos entre los personajes y la voz narrativa de la novela es el monólogo interior de García. Un monólogo cargado de fino humor y de expresividad y rico en coloquialismos mexicanos que resultan una delicia para la lectura. Capaz y gozáis de la novela.
Cuando Bernal escribe El complot mongol nace en la literatura mexicana la llamada "novela de la Onda" (así denominada despectivamente en alusión a la expresión "¿qué onda?" utilizada popularmente a modo de saludo). Inaugurada por José Agustín (Acapulco, 1944) en 1964 con La tumba, la Onda se caracteriza por el empleo de un lenguaje fresco, coloquial, soez si es necesario, y por reflejar la vida de los jóvenes y adolescentes urbanos y abordar temas como el sexo, la droga, el pop y el rock, la violencia o la guerra de Vietnam. Protagonistas adolescentes, lenguaje callejero, rechazo de la literatura tradicional y del gobierno del PRI... un escándalo, naturalmente para la crítica bienpensante de la época. Parece obvia la influencia de la californiana generación beat. Sin un conocimiento profundo de la Onda, creo que tanto por su lenguaje como por diversos temas que aparecen en la novela, El complot mongol resulta cercano a este movimiento literario de la Onda. Al margen de ello, en todo caso, está considerada como la novela inaugural de la novela criminal mexicana.
Rafael Bernal (México, 1915 - Berna, 1972) cultivó todos los géneros literarios y escribió una obra más bien extensa. En los años cuarenta escribió un par de relatos - Un muerto en la tumba y Tres novelas policiacas - que siguen los esquemas de la novela policiaca clásica, pero con El complot mongol - en el contexto social y político mexicano marcado por la matanza de 1968 - pasa a la novela negra con un personaje a la altura de los más duros detectives hard-boiled. Tanto esta novela como su autor, que más bien pasaron desapercibidos en su tiempo, están cobrando un importante reconocimiento cuarenta años más tarde.
El complot mongol es la única novela de Rafael Bernal publicada en España, en 2003 por Booket y en 2013 por Libros del Asteroide. Esta novela llegó al cine en 1977 de la mano de Antonio Eceiza:

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