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Yoram Kaniuk, 1948

Yoram Kaniuk (tercero por la izquierda) en 1948.
Tras la Segunda Guerra Mundial, judíos de toda Europa viajaban en barco camino de Palestina, todavía bajo el mandato británico. Eran inmigrantes ilegales, pues Inglaterra restringía su entrada en Israel. En el verano de 1947, uno de esos barcos, el Exodus, fue obligado a regresar a Francia, de donde había partido; su historia es bien conocida gracias a la novela homónima de 1958 de Leon Uris y su versión cinematográfica de 1960 de Otto Preminger. Tras el incidente del Exodus, la ONU acordó  el 29 de noviembre la partición de Palestina en dos nuevos Estados; uno árabe y otro judío. La partición no satisfacía a los países árabes y se inició en 1948 la primera guerra del conflicto árabe-israelí que, desde entonces, pervive hasta hoy.
El Palmaj, una fuerza paramilitar creada en 1941 por los británicos para defender Palestina de una posible invasión nazi, se convirtió en 1948 en un informal ejército formado por jóvenes con escasa preparación militar dispuesto a alcanzar la independencia de Israel y fundar el primer Estado judío de la historia. Proclamada la independencia de Israel el 14 de mayo de 1948, se produjo el ataque árabe pocas horas después.
Pocos meses antes de acabar el bachillerato, Yoram Kaniuk, abandonó los estudios para incorporarse al Palmaj. 1948 (2010; Libros del Asteroide, 2012) es el relato que, sesenta años más tarde, Kaniuk hace de sus recuerdos de entonces. Ni siquiera asegura a ciencia cierta qué recuerdos realmente lo son y cuales los ha ido formando a lo largo de estos años. No importa mucho que los recuerdos sean fieles a los hechos; libros y películas exquisitos, historiadores eruditos
enmascaran el pasado a fin de que sea eso lo que se recuerde".
Ocurrieran los hechos así o de otro modo, 1948 nos trae los recuerdos de un muchacho de diecisiete años, nacido en Tel Aviv, aunque su familia provenía de Alemania, hijo de un matrimonio culto, miembro de Hashomer Hatzair, la organización juvenil de los sionistas socialistas. Recuerdos, en todo caso, que no nos hablan de heroísmo patriótico, sino de la confusión de ideas propia de la edad, la improvisación militar, la escasa preparación, el rechazo en ocasiones de sus compañeros por su origen social - "niño mimado de mamá"- o por su ideología de izquierdas; defiende un estado binacional, cree en la fraternidad (es decir, no odia a los árabes), del horror de la guerra, de los muertos que caen a centímetros de ti, de salvar la vida por los pelos, de matar, de matar - tú mismo - a niños inocentes, de ser herido y estar al borde de la muerte... Y también 1948 nos deja ver la división, y el enfrentamiento, de los judíos entre los sionistas, principales defensores de la creación del Estado de Israel, que hablan hebreo y lo reivindican como lengua nacional - lengua que durante siglos había quedado restringida a usos cultos y religiosos y fuera del uso cotidiano -, y otros sectores, contrarios al Estado de Israel, como los ultraordoxos, que hablan yidis y se niegan a emplear el hebreo. La lengua, como siempre, fundamento de una nación, arma de enfrentamiento ideológico.
Todo esto lo cuenta Kaniuk, desde el desencanto, con un lenguaje desenfadado, un estilo nada grave, como si la guerra fuera algo divertido. Y es que lo que refleja es la inconsciencia con la que él y tantos otros jóvenes se alistaron en una fuerza paramilitar con la intención de fundar un Estado, aunque no supieran qué era eso ni cómo hacerlo, la inconsciencia con la que se enfrentaron a la guerra y a la muerte formando un ejército que parecía, como suele decirse, "el de Pancho Villa". La reflexión queda en manos del lector.
Yoram Kaniuk (Tel Aviv, 1930 - 2013) es autor de una extensa obra que aborda con frecuencia el conflicto entre árabes e israelíes. En España la recepción de Kaniuk es escasa; Versal publicó en 1988 El buen árabe y Libros del Asteroide, además de 1948, El hombre perro en 2007, también publicada por Siruela en 2008. 

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