José Luis Correa, Muerte de un violinista
Cafetería del Hotel Reina Isabel, en el Paseo de las Canteras. Ricardo Blanco desarrolla aquí buena parte de su investigación. |
Muerte de un violinista (Alba, 2006) adapta bien a nuestros tiempos esquemas de la novela policiaca clásica:
- El detective privado es más listo y eficaz que los policías profesionales, que siempre le van a la zaga. Aaron Schulman, concertino de la Filarmónica de Nueva York, muere súbitamente durante la actuación de la orquesta en el Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas. El inspector Álvarez, consciente de las limitaciones del trabajo policial, "contrata" al detective privado Ricardo Blanco para resolver el caso en el límite de las cuarenta y ocho horas que los músicos pasarán entre Las Palmas y Tenerife.
- El crimen es una anécdota, accidente casual, ajeno a la vida cotidiana de la sociedad. El crimen, el criminal y las víctimas quedan circunscritos en la Orquesta, un grupo de extranjeros de paso fugaz y sin apenas contacto con la población local.
- El criminal es también una excepción. Aquí se trata de una persona perturbada como consecuencia de una infrecuente enfermedad, que actúa por celos, y que en ningún momento de la novela tiene la oportunidad de hablar, ni nosotros - ni la policía - de conocer su versión.
- La habitación cerrada. No es exactamente que el crimen ocurra en una habitación de la que no pueden salir o entrar los sospechosos, al modo del Orient Express, pero el grueso de la acción y la investigación se desarrollan en los hoteles Mencey, de Santa Cruz de Tenerife, y Reina Isabel, de Las Palmas, de los que los músicos apenas salen y, además, tampoco se relacionan con personas ajenas a la orquesta.
- El caso se resuelve gracias a las intuiciones del detective - y de datos que se saca de la manga, inaccesibles al lector -. En este caso, Ricardo Blanco es bastante honesto con los lectores y no son muchos. aunque sí fundamentales, los datos que nos oculta para la prestidigitación final.
- El motor de la investigación no son las pruebas sino las deducciones de Ricardo Blanco a partir de las conversaciones que mantiene con los miembros de la Filarmónica, todos ellos de increíble verborrea ante un desconocido.
Por otra parte, como otros detectives o investigadores modernos, pongamos por ejemplo a Julio Gálvez, Ricardo Blanco es un detective simpático, charlatán, carente de cualidades de superhéroe - y consciente de ello - y carente también de la inteligencia sobrehumana propia de los Sherlocks de hace un siglo, pero dotado, en cambio, de sentido del humor, propenso a recibir algunos golpes y a enamorarse de la chica inadecuada (en este caso, Juliette Legrand, recién incorporada a la orquesta como sustituta para la gira europea y que recibe la hostilidad de los demás músicos).
Como otros detectives modernos, Ricardo Blanco relata la historia en primera persona. Lo hace con un estilo pretendidamente coloquial pero en realidad culterano, salpicado de humor y palabras propias del habla canaria. Aunque la investigación avanza gracias a las conversaciones de Blanco con los demás personajes, el diálogo es escaso en la novela pues lo que dicen los otros nos es presentado casi siempre de manera indirecta por el narrador para mayor gloria de su lucida palabra. Así, la omnipresencia de Ricardito acaba siendo a veces agotadora para el lector que apenas puede descansar la vista en alguna que otra descripción y que se ve obligado a pedir un tiempo muerto de cuando en cuando. También Blanco requiere sus tiempos muertos de vez en cuando y entonces recorre el Paseo de Las Canteras hasta llegar a La Isleta, el barrio de pescadores, y encontrarse con su abuelo Colacho, que aunque pescador es hombre sabio y prudente por lo que suele poner orden en las ideas de Blanco para quien resulta un sostén vital. La importancia su abuelo para Blanco se manifiesta en que, al contrario de lo que ocurre con los demás, sus palabras se reflejan en estilo directo.
Jose Luis Correa (Las Palmas, 1962) es profesor en la Universidad de su ciudad natal. De su obra literaria destaca la serie, publicada por Alba Editorial, de seis novelas protagonizadas por Ricardo Blanco, que se inicia con Quince días de noviembre (2003) y finaliza, por ahora, con Blues Christmas (2013). Muerte de un violinista, reeditada en 2013, es la tercera entrega de la serie.
Como otros detectives modernos, Ricardo Blanco relata la historia en primera persona. Lo hace con un estilo pretendidamente coloquial pero en realidad culterano, salpicado de humor y palabras propias del habla canaria. Aunque la investigación avanza gracias a las conversaciones de Blanco con los demás personajes, el diálogo es escaso en la novela pues lo que dicen los otros nos es presentado casi siempre de manera indirecta por el narrador para mayor gloria de su lucida palabra. Así, la omnipresencia de Ricardito acaba siendo a veces agotadora para el lector que apenas puede descansar la vista en alguna que otra descripción y que se ve obligado a pedir un tiempo muerto de cuando en cuando. También Blanco requiere sus tiempos muertos de vez en cuando y entonces recorre el Paseo de Las Canteras hasta llegar a La Isleta, el barrio de pescadores, y encontrarse con su abuelo Colacho, que aunque pescador es hombre sabio y prudente por lo que suele poner orden en las ideas de Blanco para quien resulta un sostén vital. La importancia su abuelo para Blanco se manifiesta en que, al contrario de lo que ocurre con los demás, sus palabras se reflejan en estilo directo.
Jose Luis Correa (Las Palmas, 1962) es profesor en la Universidad de su ciudad natal. De su obra literaria destaca la serie, publicada por Alba Editorial, de seis novelas protagonizadas por Ricardo Blanco, que se inicia con Quince días de noviembre (2003) y finaliza, por ahora, con Blues Christmas (2013). Muerte de un violinista, reeditada en 2013, es la tercera entrega de la serie.
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