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León Tolstoi, Felicidad conyugal

Jan van Beers, Retrato de una mujer joven (1883).
Felicidad conyugal (1859) es una buena novela. Sin embargo, queda tan lejos del lector de hoy...
A la muerte de su madre, María, de diecisiete años, vive con su hermana pequeña y su institutriz en su casa de campo. Esperan la llegada de su tutor para que se haga cargo de sus asuntos. El tutor, de treinta y seis años, es un amigo del difunto padre, vecino y padrino de la hermana menor. Aparece por fin en una primera visita, vuelve unos meses más tarde y, ya en verano, permanece junto a ellas durante un tiempo. Suficiente para que ella se enamore perdidamente de él. Se trata de un amor absolutamente espiritual que mucho tiene que ver con la vacía vida de María. Imaginemos lo largos que deben ser esos días - de veinticuatro horas - en el campo ruso sin otra ocupación que tocar el piano, leer un poco, charlar mientras se toma el té y ver pasar las estaciones. Sin apenas contacto con los siervos e ignorando por completo las penosas condiciones de vida de éstos. Aprovechando que es su cumpleaños - de ella - y que él ha anunciado su partida para el día siguiente, María le planta un órdago al tutor y le propone casarse. Y se casan a los quince días. Acaban los cinco capítulos de la primera parte de la novela. Se trasladan a vivir, también en el campo, en casa de la suegra - a la que la boda no le había hecho demasiada gracia -. La vida sigue siendo más o menos igual de emocionante. Hasta que, de un día para otro, María descubre que se aburre y fuerza que se muden una temporada a la ciudad, a San Petesburgo. Allí descubrirá que le gustan los bailes de la buena sociedad y su amor pasa por momentos de flaqueza. De pasión y sexo ni hablamos; puede que en un despiste del lector estos tortolitos se rocen la mano en la esquina de alguna página. Pero no más; felicidad conyugal.
Y por fin pasa algo; el amor idealizado se resquebraja, discuten por primera vez, tienen distinta opinión sobre la conveniencia de vivir en el campo o en la ciudad. Ya no se mueren si no están juntos. Incluso ¡ya no rezan juntos!. Y pasan tres años; nace un hijo y muera la suegra. Un atractivo italiano - de gran parecido casual con su marido - besa a María en la mejilla y ella casi se deja llevar por el ardor que la arrastra, pero se sobrepone y vuela a los brazos de Serguei, el marido tranquilo y paciente. Aunque nace un segundo hijo, ya nada será como antes. Al menos, súbitamente, a María le brotará el amor materno...
La novela, narrada por María, cuenta todo esto, casi en un monólogo interior, que se centra en la descripción y análisis de sus sentimientos. Ella se lo dice, se lo imagina y se lo atormenta todo sola, pero no comprende que el tiempo, con su paso, todo lo matiza. Tolstoi profundiza a la perfección en la psicología del alma femenina, su delicada prosa nos habla del amor con exquisita finura... se podrán decir estas cosas, supongo. haciendo, sin duda, justicia a la novela. También es verdad que los cuatro capítulos de la segunda parte resultan más interesantes que los de la primera. Pero para un lector del siglo XXI a esta corta novela le sobran suficientes páginas como para poder escribir dos o tres buenas historias.
Tolstoi es, como sabemos, uno de los grandes escritores rusos del siglo XIX, autor de obras tan fundamentales como Anna Karenina, Guerra y paz o La muerte de Iván Ilich, y uno de los grandes de la novela realista del siglo XIX.
Felicidad conyugal fue publicada por Destino (col. Áncora y Delfín, nº 34) en 1946. Recientemente se han publicado dos nuevas ediciones; la de Suma de Letras de 2001 - la que aquí se comenta - y la de Acantilado de 2012.
Os dejo la versión de Estudio 1 de Televisión Española:

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