Barbara Comyns, La hija del veterinario
- Hay cosas que tenemos que decirnos, y es el momento de hacerlo. Lo principal es que mañana te vas de esta casa. Espero no volver a verte nunca más. Ese joven, Peebles, parece que se ha encariñado contigo, y por mí puede hacer lo que quiera. Nunca has sido hija mía. ¿Sabes que no aprendiste a andar hasta los dos años? Me ponía enfermo verte arrastrarte de culo en vez de andar como una niña normal. Eres pálida y enfermiza como un trapo viejo, y no tienes ni una pizca de carne. Pero, aunque eres una cosa miserable, aunque no eres mi hija, ¿te he privado de algo alguna vez? ¡Dímelo!".
Con estas palabras se despide Euan Rowlands, veterinario, de su hija Alice. Finaliza así lo que podemos considerar la primera parte de esta novela (hasta el capítulo XI), en la que Alice, de diecisiete años, nos relata su horrible vida en casa; un padre despótico y maltratador con su mujer y su hija, una madre frágil y aterrorizada que fallece unas páginas antes, una casa llena de animales de todo tipo, una amiga sordomuda (más vale ser sordomudo que cojo, piensa Alice) que habla por los codos, una mujerona - la señora Churchill - que viene a ayudar en la casa cuando la madre enferma y que es la única que no tiene miedo al padre de Alice, una mujer de mala reputación que viene a ocupar el lugar de la madre recién fallecida, un intento de violación sufrido por Alice...
De esta vida la rescata el veterinario, Peebles - Ojitos, le apoda Alice en secreto -, que suplió a su padre en la consulta en los días siguientes a la muerte de la madre llevándola a cuidar a su propia madre. Mujer ésta que no anda muy en sus cabales desde que se incendió su casa e intentó suicidarse. Pero, al menos, con ella - aunque rodeada de unos siniestros criados -, la vida de Alice es bastante más placentera y relajada. Incluso tiene tiempo de enamorarse de un joven del lugar. La muerte de la señora Peebles, después de que los criados huyan con los objetos de valor, pone fin a la segunda parte de la novela y Alice debe regresar a casa. Sería esta la segunda parte de la novela (capítulos XII- XVII).
Los acontecimientos de la vida de Alice - que hay que imaginar hacia los años veinte - no pueden ser más terribles y desgraciados. Sin embargo, lo que podría ser un dramón tremendo se convierte en una historia grotesca, esperpéntica en el sentido valleinclanesco de la palabra, gracias a la naturalidad, el humor y la ingenuidad del lenguaje con el que Alice nos los cuenta y que nos llevan antes a la sonrisa que a la lágrima. Y por la presencia de todo tipo de animales - preferentemente aves - casi en cada página del libro; ya sea porque aparecen en el paisaje o en las comparaciones, metáforas y demás recursos con los que se expresa Alice.
La hija del veterinario (1959), de Barbara Comyns (Bidford-on-Avon, Inglaterra, 1909 - Shropshire, Inglaterra, 1992) es una lectura interesante y gozosa. Es la novela que reportó más popularidad a su autora y dio lugar a un musical y a una serie de televisión. Su publicación en 2013 por Alba Editorial en su colección Rara avis y la de Y las cucharillas eran de Woolworths en 2012 en la misma colección suponen la primera recepción en España de esta escritora inglesa, quien, sin embargo escribió esta novela mientras residió en Ibiza y Barcelona ente 1957 y 1973.
De esta vida la rescata el veterinario, Peebles - Ojitos, le apoda Alice en secreto -, que suplió a su padre en la consulta en los días siguientes a la muerte de la madre llevándola a cuidar a su propia madre. Mujer ésta que no anda muy en sus cabales desde que se incendió su casa e intentó suicidarse. Pero, al menos, con ella - aunque rodeada de unos siniestros criados -, la vida de Alice es bastante más placentera y relajada. Incluso tiene tiempo de enamorarse de un joven del lugar. La muerte de la señora Peebles, después de que los criados huyan con los objetos de valor, pone fin a la segunda parte de la novela y Alice debe regresar a casa. Sería esta la segunda parte de la novela (capítulos XII- XVII).
Ojitos me llevó en tren a casa de mi padre. Dijo que me estaba esperando. ¡Que miedo me daba que mi padre me estuviera esperando! Yo hubiera preferido que me esperase cualquier otra persona menos él. Me acordé del día en que se puso a hablar con mi madre cuando ella ya había muerto, me acordé de sus manos fornidas y crueles, de su cabeza grande y tozuda como la de un toro, Y pensé que era un hombre terrible. El tren me acercaba poco a poco hacia él".Con estas palabras se inicia el capítulo XVIII, la tercera parte, el desenlace de la novela, los tres últimos capítulos, Alice es tratada peor que nunca por su padre. Hasta que éste descubre un secreto de Alice del que ella se había apercibido en la primera parte de la novela y había confirmado en la segunda. Se precipita entonces uno de esos finales que no se pueden contar. Sólo que el hombre de bigote anaranjado con el que Alice se encuentra en la primera página de la novela reaparece en la última, que hay, además, una última sorpresa para el lector y que el escenario final es el que aparece en la imagen de esta entrada - el templete de Clapham Commom en Londres -, que bien podría corresponder a ese mismo día.
Los acontecimientos de la vida de Alice - que hay que imaginar hacia los años veinte - no pueden ser más terribles y desgraciados. Sin embargo, lo que podría ser un dramón tremendo se convierte en una historia grotesca, esperpéntica en el sentido valleinclanesco de la palabra, gracias a la naturalidad, el humor y la ingenuidad del lenguaje con el que Alice nos los cuenta y que nos llevan antes a la sonrisa que a la lágrima. Y por la presencia de todo tipo de animales - preferentemente aves - casi en cada página del libro; ya sea porque aparecen en el paisaje o en las comparaciones, metáforas y demás recursos con los que se expresa Alice.
La hija del veterinario (1959), de Barbara Comyns (Bidford-on-Avon, Inglaterra, 1909 - Shropshire, Inglaterra, 1992) es una lectura interesante y gozosa. Es la novela que reportó más popularidad a su autora y dio lugar a un musical y a una serie de televisión. Su publicación en 2013 por Alba Editorial en su colección Rara avis y la de Y las cucharillas eran de Woolworths en 2012 en la misma colección suponen la primera recepción en España de esta escritora inglesa, quien, sin embargo escribió esta novela mientras residió en Ibiza y Barcelona ente 1957 y 1973.
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