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Gustavo Faverón Patriau, Vivir abajo

Escena de Garage Olimpo (1999).

Si un día decides irte de tu vida y buscar otra, ten en cuenta que jamás serás capaz de recobrar la primera.

La segunda novela de Gustavo Faverón Patriau (Lima, 1966), Vivir abajo (2018; Candaya, 2019) es una novela excesiva, divertida, exagerada, compleja, elaborada, apabullante, exhibicionista, meandrosa, interesante, vivaz, ingeniosa, exigente, floreada, laberíntica, monumental, difícil, jocosa, hiperbólica, barroca, imaginativa, digresiva, agotadora, culturalista, sudamericana.
En estos tiempos actuales en que la narrativa está dominada por - ¿qué hay de lo mío? - relatos sobre las peripecias - insignificantes o memorables - del propio escritor o de sus familiares más cercanos - algunos excelentes, otros prescindibles hasta para la propia familia exhibida ante el público lector -, Vivir abajo supone un aire fresco e imaginativo que se agradece.
Vivir abajo es también una novela elitista. Exige un lector aristocráticamente ocioso que pueda permitirse el lujo de hacer el esfuerzo y disponer del tiempo necesario para leer semejante tocho, mientras la vida pasa a su alrededor, discurriendo entre las genialidades, alardes y ocurrencias con las que el autor va enredando a los personajes y, de paso, mostrando su enciclopedismo. El lector de a pie encontrará mil novelas con las que gozar de la literatura sin desatender los asuntos de su vida cotidiana o, incluso, otras estupendas formas de ocio. Cabe preguntarse hasta qué punto es aceptable, respetuoso, imponer al lector un esfuerzo tan importante para, en este caso, denunciar con contundencia las cárceles secretas y las torturas ejercidas por las dictaduras hispanoamericanas, su relación con el nazismo, con los nazis huídos a Sudamérica y con los servicios secretos estadounidenses, o para reflexionar inteligente e ingeniosamente sobre la locura. ¿O se trata de lucir el espectáculo de la grandeza, la maestría y el virtuosismo del autor como si el lector no fuera merecedor de ser tenido en cuenta?, ¿el papel del lector debe ser el de mero receptáculo agraciado y obligadamente agradecido de este tipo de novelística a la mayor gloria de escritores exquisitos?
Si una pandemia nos impide disfrutar de los otros lujos de nuestra vida regalada o, simplemente, el lujo que elegimos para llenar nuestra falta de ocupaciones y preocupaciones es éste, encontraremos en Vivir abajo una novela interesante y podremos disfrutar de su complejidad constructiva, del ingenio de Faverón y de su denuncia - diluida en los infinitos vericuetos de la novela - de las dictaduras sudamericanas de las últimas décadas del siglo XX. Si además de lectores somos personas con vida más allá de nuestras lecturas gozosas, entonces no será fácil que encontremos el tiempo y la dedicación que Vivir abajo requiere.
Vivir abajo es una metanovela que desde distintas perspectivas narrativas y saltos temporales reconstruye los pasos que el personaje principal, George, sigue por Estados Unidos, Paraguay, Argentina, Chile, Perú y Bolivia intentando seguir los de su padre (un torturador de la CIA). Se engarzan y enredan en mil tirabuzones los personajes, que nunca son quiénes parecen, mientras en el relato principal se engarzan y enredan cientos de otros relatos. Finalmente, todo está meticulosamente bien conectado gracias al trabajo inmenso del autor, que, casualidades de la vida, algo tiene en común con el narrador principal. ¿Qué hay de lo mío?

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