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Ron Rash, Un pie en el paraíso

El valle Jocassee.
Jocassee fue una princesa cheroqui que se ahogó, sin que se pudiera encontrar su cuerpo, en el valle al que da nombre en el condado de Oconee, en el noroeste de Carolina del Sur. Tras la Segunda Guerra Mundial, una compañía energética empezó a plantear la inundación del valle para construir una central eléctrica. En 1973 se inauguró el lago Jocassee bajo cuyas aguas se encuentra el valle y los pueblos y tierras donde se localiza la acción de Un día en el paraíso (2002; Siruela, 2018).
Sin duda, esta novela es un homenaje a aquellas tierras y a las gentes que las habitaron. Pero además, y por encima de eso, es una novela magnífica. Una novela construida con cinco voces y dos tiempos. El primero de ellos es el calurosísimo agosto de 1952 cuando un hombre desaparece en el valle. La primera de las voces es la del sheriff Will Alexander, un veterano de la Segunda Guerra Mundial, universitario, cuya familia sigue aferrada a las tierras del valle, que nos narra la búsqueda de Holland Winchester, un muchacho conflictivo, recién regresado de Corea. Alexander sospecha que su vecino Billy Holcombe ha matado a Holland porque se acostaba con su mujer. La segunda de las voces es la de Amy Holcombe, que nos explica su relación con Billy y con Holland y lo que ocurrió. La tercera es la palabra de Billy: conocemos ahora su visión de su relación con su joven esposa embarazada y completamos lo que ya sabemos sobre la desaparición de Holland.
El segundo tiempo es septiembre de 1969, cuando el agua comienza a inundar el valle y los últimos vecinos son obligados a dejar sus casas y sus tierras. Es ahora Isaac, el hijo de Amy, quien nos cuenta esos días, en los que a él le toca enfrentarse, inesperadamente, al pasado. El ayudante del sheriff se ocupa de recoger los trastos, poner un poco de orden y cerrar una novela que no olvidará el lector.
La señora Winchester, madre de Holland, y la viuda Glendower completan con los seis citados un grupo de personajes profundamente humanos e interesantes. Interesantísimo el sheriff, que apenas tiene treinta y cuatro años en el primer momento de la novela pero que, curtido por la guerra, por su trabajo y por su desarraigo - dejó el valle para ir a la  universidad, casarse con la hija de un médico y vivir en la ciudad y casi no visita a su padre y a sus hermanos - se nos presenta como un hombre mucho más maduro (nos recuerda a Longmire) cuya voz nos transmite la atmósfera agobiante - no por la canícula, sino por el atraso de unas gentes que creen en brujas y la turbiedad de un mundo campesino que se sabe condenado inexorablemente a perecer, más pronto que tarde, bajo las aguas de la empresa eléctrica - en la que viven los habitantes del valle. Interesante y personal la voz más jovial de Amy. Las otras voces de la novela son, en cambio, más impersonales, no caracterizan a sus propietarios. Pero a estas alturas lo importante de la novela es cómo esas voces completan el puzzle. Y lo hacen de manera espléndida. Alexander, Amy y Billy construyen una buena novela, pero son el hijo y el ayudante los que convierten Un pie en el paraíso en un relato emotivo, emocionante y conmovedor. No sólo por lo que nos revelan sobre lo que ya sabemos y el hijo descubre, sino porque nos enfrentan al momento definitivo en que un mundo desaparece, en que centímetro a centímetro el agua engulle las tierras, las casas, las vidas - las de los vivos y las de los muertos - y los secretos. Un momento de profunda tristeza que, como verá el lector, es, además, trascendental para nuestros cinco protagonistas, que no pueden escapar del destino trágico.
Ron Rash (Chester, Carolina del Sur, 1953) se inició en la poesía. Un pie en el paraíso es la primera de sus cinco novelas. Punto de lectura publicó en 2007 En lo más profundo del río.
No muy lejos del condado de Oconee, en Carolina del Sur, se encuentra el condado de Oconee, en Georgia. Siruela, para su cubierta de Un pie en el paraíso, ha optado por un antiguo mapa del estado de Georgia - con el condado de Oconee más o menos en el centro -. Esos pequeños errores de rigor en el trabajo que dan tan mala imagen.

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