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Angelika Schrobsdorff, Tú no eres como otras madres

Else Schrobsdorff y sus hijos.

Es duro ser madre.

Else Schrobsdorff tuvo tres hijos: Peter, Bettina y Angelika. Cada uno de un padre distinto. El primero de su primer marido, la segunda de un amante, la tercera del que, cuando la niña tenía tres años, sería su segundo marido. En comparación  con el estereotipo de "madre", parece que a Angelika no le faltaba razón cuando tituló Tú no eres como otras madres (1992; Periférica - Errata naturae, 2016) el libro en el que nos relata la vida de Else.
Pero claro está que estas circunstancias son lo de menos en Tú no eres como otras madres. En realidad, veremos que Else fue como todas las madres en su amor hacia sus hijos: siempre dispuesta a cualquier cosa por ellos, siempre sufriendo por ellos.
Else nació en Berlín en 1893. Hija de comerciantes judíos, quiso vivir en el mundo cristiano, o, mejor, digamos laico. Vivió una loca juventud en el Berlín de los años locos mientras el nazismo nacía y crecía sin que nadie le diera importancia, sin que la joven generación de Else se enterase de nada, ocupada en sus fiestas, en el alcohol y en el sexo.

Los niños y los ancianos, se decía a sí misma, viven en su propio mundo.

Pero también los jóvenes como Else, como podemos ver. Algunas personas empezaron a preocuparse, los judíos más conscientes a salir de Alemania, pero Else seguía en su mundo y no hacía caso a las advertencias de los amigos. Novelas como El lector, de Bernhard Schlink, nos hablan de la culpa alemana, de cómo de una u otra manera todos sabían lo que pasaba pero por una u otra razón nadie hizo nada. La primera parte de Tú no eres como otras madres, en cambio, nos muestra la frivolidad e inconsciencia con la que muchos, como Else, se encontraron de la noche a la mañana, entre copa y copa, entre polvo y polvo, con Hitler en el poder.
Vendrán luego la persecución de los judíos, la guerra, el holocausto, la huída de Else y sus hijas a Bulgaria mientras nunca sabe muy bien dónde se encuentra su querido y apasionado hijo, al que Else no volverá a ver.

Es horrible no disponer de una última vez consciente cuando no se vuelve a ver a una persona a la que se quiere.

Tiempos de dolor, sufrimiento, penuria y enfermedad hasta la muerte de Else en 1949. A partir de cartas y documentos Angelika Schrobsdorff (Friburgo, 1927 - Berlín, 2016) reconstruye la vida de su madre. Intenta hacerlo con objetividad, sin dulcificarla, presentando sus defectos, relatando - casi siempre en tercera persona - cada detalle... todo ello para que nos conmueva el amor de madre (que siempre es dolor de madre) que Else derrochó por sus hijos. Nos conmueve Else como madre - aunque en muchas ocasiones no la comprendamos como persona -, nos conmueve la dura vida que tuvo que afrontar, pero el libro se nos hace largo a pesar de entender que lo es por el empeño de la autora de no dejar nada sin contar para que comprendamos mejor a su madre. Son, sin embargo, los padres de Else - silenciosos sufrientes - y su hijo Peter - adolescente arrebatado - quienes se ganan mejor el cariño del lector. Y el testimonio verídico del contexto histórico lo que le ata a una lectura no siempre ágil - es decir, algo aburrida a veces - en la que son muchos y complejos los temas - íntimos, familiares, sociales, políticos - que se abordan, además de los obvios de la maternidad y el holocausto, y sobre los que se puede reflexionar extensamente.

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