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Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada

Adaptación teatral de Crónica de una muerte anunciada.
En pocas ocasiones el Nobel de Literatura ha resultado tan popular y reconocido como cuando fue concedido a Gabriel García Márquez en 1982. Prueba de ello es que, apenas un año antes, en abril de 1981, Bruguera publicó la primera edición de su novela Crónica de una muerte anunciada con una tirada de un millón de ejemplares. García Márquez había publicado la obra cumbre del llamado “boom” de la novela hispanoamericana en 1967; Cien años de soledad. Desde entonces, sólo había escrito otra novela – El otoño del patriarca (1975) -, por lo que la expectación con la que se recibió Crónica… estuvo a la altura del lanzamiento.
El impulso de las editoriales españolas, con la intención de abrir mercados, y la indudable valía literaria de un grupo amplio de autores hispanoamericanos – muchos de ellos exiliados residentes en España – hicieron posible en los años sesenta del siglo XX el “boom” de la novela hispanoamericana, caracterizada – tendencias al margen – por la riqueza expresiva e imaginativa y por la exploración y experimentación de nuevas fórmulas y perspectivas narrativas. Entre las distintas tendencias del “boom” destaca el “realismo mágico”, caracterizado por la presencia de lo extraordinario en la normalidad de lo cotidiano y del que García Márquez, y especialmente Cien años de soledad, es el máximo ejemplo.
Crónica de una muerta anunciada es, sin embargo la más “realista” y la menos “mágica” – no olvidemos, no obstante, los sueños premonitorios mal interpretados, o la casa por la que saltan los peces cuando sube la marea, por ejemplo - de las novelas de García Márquez, y ambientada también, como las otras, en la costa caribeña de Colombia, tierra natal del autor. La novela tiene su fundamento real en el asesinato de Cayetano Gentile, amigo del autor, en 1951. Su primera frase – “El día en que lo iban a matar Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana” – ha logrado ser tan conocida y comentada como la inicial del Quijote. Desvelado todo misterio en la primera línea, el interés del lector se centrará en el cómo y el por qué de la muerte de Santiago Nasar. Para ello, García Márquez opta por el formato de la crónica, tan grato para él. Recordemos que se inició en el periodismo y que este género lo empleó también en otras de sus obras - Relato de un náufrago (1970), La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile (1986), Noticia de un secuestro (1996) -. Así, el narrador se nos revela como un amigo de Santiago Nasar y primo de Ángela Vicario, la muchacha que le acusó de haberle robado la virginidad, que, tras veintisiete años de investigación (estudio del sumario judicial incoado a raíz del crimen, entrevistas con decenas de personajes), intenta comprender y explicarnos cómo fue posible que Nasar fuera asesinado a pesar de que sus asesinos hicieron todo lo que pudieron por evitarlo. Impelidos al crimen por la obligación de vengar el honor familiar, se ocuparon de difundir a los cuatro vientos sus intenciones y consiguieron, como querían, que todos las conocieran y, sin embargo, un increíble cúmulo de circunstancias y casualidades provocó que nadie previniera a Santiago Nasar, que sólo se entera de lo que va a ocurrir cuando ya es demasiado tarde para él y para los hermanos Vicario, que le acuchillan en la misma puerta de la casa de Nasar, que Santiago no puede abrir porque su madre la acaba de cerrar creyendo que él se encuentra dentro. Muerte que, de alguna manera, nos recuerda también la de Antoñito el Camborio, (Romancero gitano, de García Lorca) porque también hay en Santiago Nasar un aire de los gitanos apuestos, elegantes y nobles, de Lorca.
La boda concertada de la joven Ángela Vicario con el millonario Bayardo San Román, el repudio de la muchacha al descubrir el marido en la noche de bodas que no es virgen, la acusación a Santiago Nasar (para todos inverosímil) y el mandato de la madre, Pura Vicario, a los hermanos de restaurar el mancillado honor familiar, nos traen en Crónica de una muerte anunciada – junto al amor, la muerte y el destino – temas eternos de la literatura universal como el honor (recordemos su trascendencia en nuestro teatro clásico), los matrimonios concertados (de los que nos alertó Leandro Fernández de Moratín en El sí de las niñas y que nos trae también a la memoria a las jóvenes malmaridadas de la lírica medieval) o la autoridad materna (que abordó Federico García Lorca en La casa de Bernarda Alba).
Esta crónica de lo ocurrido el lunes de febrero en que Santiago Nasar fue asesinado y el obispo pasó de largo por el pueblo defraudando las expectativas de quienes salieron temprano a recibirle - Santiago Nasar entre ellos -, a la mañana siguiente de la fastuosa boda entre Bayardo San Román y Ángela Vicario, está narrada con el lenguaje y el estilo exquisito y preciso de quien es uno de los más grandes autores del siglo XX; Gabriel García Márquez. No en vano, uno de los mayores poetas del siglo, el chileno Pablo Neruda, dijo del novelista colombiano que era “el mejor escritor en lengua castellana desde Cervantes”. Crónica de una muerte anunciada es – como Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera (1985) -, sin duda, una obra maestra de la literatura en castellano.

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