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Izraíl Métter, La quinta esquina

La Avenida Nevsky de Leningrado en 1941.
La quinta esquina es una hermosa novela, incluso poética. En la que Boria, su narrador, en el umbral de la vejez, rememora su vida fragmentaria y desordenadamente desde su juventud en Jarkov en los días de la revolución soviética. Una vida marcada por la presencia discontinua de Katia y el amor permanente hacia ella, y por el estalinismo. Una vida que guarda muchos paralelismos con la de su autor, Izraíl Métter (Jarkov, 1909 - San Petesburgo, 1996). Escrita en 1967 no se publicó hasta 1989, al calor de la perestroika. En España la publicó Lumen en 1995 y Libros del Asteroide la ha recuperado en 2014.
Entreverando recuerdos y de una y otra época, frases hermosas que nos dan para una antología de citas, reflexiones desde la vejez, Boria nos habla de su vida como profesor de matemáticas sin título porque no pudo acceder a los estudios universitarios debido a su origen social: hijo de comerciante privado.

Eran cinco las categorías sociales: obreros, campesinos, intelectuales, funcionarios, artesanos y otros.

De la juventud:

Hay un sistema para hacerse irrepetible, aunque sea para uno mismo: recordar la propia juventud.

En la juventud nos vemos más originales de lo que somos. No somos capaces de percibir lo que tenemos de común con los demás.

Del recuerdo de su madre y las enseñanzas que le dejó, de los amigos de la infancia, de la poesía como desahogo, de Katia torturada por el KGB, de la obligatoriedad - en nombre del pueblo - de hablar siempre de "nosotros" y nunca de "yo". Y de lo que verdaderamente le atormenta. La culpa. La culpa de quien piensa "yo estuve de acuerdo", "yo lo sabía", "yo no hice nada por evitarlo", en una sociedad en la que la delación se convierte en medio de supervivencia, en un deber cívico... Culpa personal pero que se atisba colectiva porque sólo así es posible un régimen como el estalinismo. De modo semejante, de alguna manera, a como El lector de Bernhard Schlink nos habla de la culpa colectiva y generacional de los alemanes que vivieron el nazismo.

Y, de repente, Dios se encontró entre nosotros. Apareció en un país que se había vuelto casi completamente antirreligioso. Ese dios era concreto. Llevaba unas botas altas relucientes de puro limpias, una guerrera y una gorra con aspecto semimilitar. Los iconos de su imagen se editaban en tirajes de millones de ejemplares. (...).
Era un dios cruel. No castigaba en el otro mundo, sino en este. Y cuanto más castigaba, con mayor exaltacion creían en él. Ninguno de los apóstoles le traicionó; era él quien los traicionaba a todos. (...)
La gente moría de hambre agradeciéndole la saciedad; muriendo a manos suyas, gritaban vivas en su honor.
Yo fui testigo de eso.
Y no puedo entenderlo.

Nos ciega la magia de la razón constante y eterna que posee la mayoría. Pero la historia conoce no pocos casos en los que la minoría tenía razón.

La quinta esquina es un libro hermoso, lleno de emoción contenida, que gusta leer. Y releer. Forma parte de una línea del catálogo de Libros del Asteroide que da testimonio de la vida bajo una dictadura; Bajo una estrella cruel, Pasando el rato en un país cálido, El meteorólogo, La acusación, Jóvenes talentos...

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