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J. L. Carr, Cómo llegamos a la final de Wembley

Henry Cotterill Deykin, Final de copa de1951 en Wembley (1951).
Un año indeterminado de comienzos de los setenta el equipo de fútbol de un minúsculo pueblo campesino del sur de Inglaterra decide participar en la F.A. Cup. Más tarde se encargará a Joe Gidner, el secretario del club, escribir la historia oficial de la gesta. Cómo llegamos a la final de Wembley (1975; Tusquets, 2018) es, en palabras de su narrador, Gidner, el borrador de esa historia oficial.
La F.A. Cup es la competición futbolística más antigua; se juega desde 1871. Cada ronda se juega a un solo partido y pueden inscribirse todos los equipos, profesionales y amateur de Gales e Inglaterra. En esta doble condición radica su encanto, pues, en ocasiones equipos menores logran hazañas inesperadas. Por ejemplo, en 1973 el Sunderland, entonces en Segunda, fue campeón. Quizá esto inspirase a J. L. Carr junto al año - 1930 - en que siendo un joven maestro de pueblo jugó en un equipo de fútbol, como reseña en el prefacio de la edición de 1992.
La novela, con el tono de una comedia menor británica, se divide en dos partes. La primera dedicada a presentarnos la gestación de la idea y a los personajes que la llevaron a cabo; el presidente del club - el magnate del pueblo -, el peculiar maestro - húngaro - al que piden que analice el juego del fútbol y cómo ganar en él, dos exjugadores de Primera División, todavía jóvenes que tuvieron una carrera tan fulgurante como breve, y un puñado de secundarios. La segunda parte nos narra la aventura futbolística desde los primeros partidos con otros equipos locales hasta las eliminatorias ya con equipos profesionales - Leeds, Manchester, Aston Vila - y la final en Wembley con el Glasgow Rangers (fabula la novela con la inclusión de los escoceses en la F.A. Cup).

Los aficionados al fútbol no destacan, en general, por su inteligencia, sino por su emoción.

Por eso los postulados del profesor Kossuth, el maestro húngaro, resultan un sesudo estudio del juego. Algunos de ellos dicen:

Seguro que es posible mover un balón sin mirarse los pies. Las mujeres no se miran las manos cuando tejen.

El portero no tiene que ser un buen futbolista.

La única diferencia verdaderamente llamativa entre las habilidades técnicas de los jugadores amateur y los profesionales es el control que tienen estos últimos del movimiento del balón cuando lo golpean con la cabeza.
Recomendaciones: 1) siempre que sea posible, mantener el balón pegado al suelo, y 2) seleccionar un terreno que no resulte conveniente para los pases aéreos del balón.

Nos puede resultar un poco cómico, pero eran tiempos de campos embarrados y patadón p'arriba. En esos mismos años, en Holanda, Rinus Michels cambiaría el fútbol para siempre - y para bien - con un concepto que heredó su discípulo Cruyff y de éste Guardiola. Sacchi, Menotti, Maturana... hicieron sus aportaciones. Sin embargo, así de grande es el fútbol, incluso hoy mismo hay quien llega a jugar finales con versiones evolucionadas de aquel fútbol antiguo de trinchera y juego aéreo.
El tono menor del relato, ambientado en ese mundo bucólico y atemporal de la campiña inglesa, cobra mayor fuerza en el emotivo final; acabada la gesta todos desaparecen y todo vuelve a la normalidad como si se hubiera tratado de un sueño, como el final de Bienvenido, Mr. Marshall.
Joseph Lloyd Carr (Thirsk Junction, 1912 - Kettering, 1994) fue profesor y editor. Anteriormente sólo  se había publicado en España una de sus siete novelas; Un mes en el campo.

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