Ermanno Olmi, Chico de barrio
Milán, 1942. Fotografía de Federico Patellani. |
El narrador recuerda, con ternura, en poco más de cien páginas los años entre 1940 y el fin de la guerra en que él salió de la niñez - ajeno como niño a la política, pero no a la guerra - mirando a las chicas, queriendo saber cómo se da un beso, viendo morir a su padre. La acción transcurre en su barrio obrero de Milán, en Treviglio, el pueblo de su abuela, y en la colonia para hijos de la empresa en que trabaja el padre. Y en el vagar entre los tres escenarios en virtud de las circunstancias y evacuaciones de la guerra le acompañan sus padres, su hermano, su abuela y sus tíos, los vecinos, los profesores, los amigos y compañeros y las niñas a las que quisiera acercarse pero no sabe bien cómo hacerlo.
Con el estilo neorrealista de su cine, Olmi nos ofrece mediante breves escenas y recuerdos un relato en el que lo importante no es la guerra y sus acontecimientos sino el proceso de crecimiento de niño a preadolescente del protagonista, lo que en común tienen el protagonista y el lector; la relación con el padre y con la madre, los juegos con los amigos, la influencia de los profesores, las primeras llamadas de la sexualidad, la relación con las chicas, la primera conciencia del paso del tiempo, el dolor de la muerte. Nos habla, pues, de cuestiones universales, humanas, nos conmueve y emociona y lo hace con un excelente sentido de la medida tanto en el tono como en la extensión.
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