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Willa Cather, Una dama extraviada


Aquello era el final del Oeste constructor de caminos; los hombres que habían puesto llanuras y montes bajo los arneses de hierro eran viejos; algunos eran pobres, e incluso los que habían triunfado andaban en pos del descanso y la breve suspensión de la muerte. Ya se había ido esa época; nada podía hacerla volver.

Una dama extraviada (1923; Alba, 2012) es una novela de esplendor y decadencia. El de la señora Forrester y también el de una época, la de los pioneros del Oeste americano, que es tema central de la narrativa de Willa Cather.
Es una novela corta de relato pausado que transcurre a lo largo de un par de décadas. En Sweet Water, en el camino del ferrocarril de Omaha a Denver, viven los Forrester. Él es uno de los constructores de la vía ferroviaria y ella, su segunda esposa, veinticinco años menor, es una mujer de encanto natural, plena de elegancia. En la casa, durante los veranos, se celebran agradables veladas y en sus campos juguetean los chicos del pueblo. Uno de ellos, Niel Herbert, es atendido en la casa tras caerse de un árbol. Desde entonces Niel siente admiración por la señora Forrester. Aunque un día descubrirá que tiene un amante.
Pero vendrán los malos tiempos; una quiebra bancaria arruinará a los Forrester, él caerá enfermo y ella deberá cuidarlo y ya no pasarán los inviernos en California. El mundo feliz de los pioneros se verá arrasado por una nueva generación, la de gente sin escrúpulos, carente de los valores de aquellos, que sólo busca el enriquecimiento rápido. Niel será fiel a los Forrester hasta el desastre final (que, claro, no debemos contar).
La prosa de Cather, decimonónica y realista, discurre morosa hasta los capítulos finales donde la novela cobra su fuerza y su sentido.

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