Nic Pizzolatto, La profundidad del mar Amarillo
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Arco Puerta del Oeste. |
Nepal aparte, los relatos de La profundidad del mar Amarillo nos hablan con un estilo sugerente, a veces casi lírico, de ambientes y paisajes del sur y el oeste de Estados Unidos en los que suceden historias protagonizadas por veinteañeros y adolescentes, de familias desarraigadas, en torno (aunque no hay referencias temporales) a los años noventa. Historias generalmente tristes y melancólicas, de perdedores, que parecen formar parte natural del cálido Golfo de México.
Nos encontramos ante personajes que parecen tomados de la vida cotidiana. Como el protagonista del primer relato, Pájaro fantasma, un guarda forestal que practica furtivamente el salto base desde el arco Puerta del Oeste en San Luis y que intenta reordenar su vida, a base de filosofía oriental, porque se siente culpable de la muerte de su novia. Como la madre doliente que busca al hijo adolescente que un día se fue de casa y nunca más se supo de La plantilla. Como - en el relato que da título al libro -, el muchacho (que piensa que su padre murió en la guerra) que acompaña a su entrenador, en su viaje más lejos de casa, para llegar a Los Ángeles y secuestrar a la hija de éste que un buen día se largo para hacerse actriz porno; allí la realidad será distinta de lo que pensaban, como lo es el paisaje de asfalto y coches que les abruma. Como los personajes de 1987, en las carreras; padre con hijo que nos presentan una historia de decepción, la del hijo que descubre que su padre es un perdedor y no el héroe por quien le tenía (recuerdan al padre y al hijo del cuento Con Jimmy en Paracas, de Alfredo Bryce Echenique). Como la familia sin salida de Busca y captura (no muy lejana de la del pequeño Shug). Como el chico que quizás fuese el padre del bebé de la chica con la que se acostó tres veces y que murió en un accidente de tráfico de Dos orillas. Como la muchacha adolescente embarazada del hombre que, diez años antes, fue en el instituto el novio de su hermana mayor... personajes desgraciados y tristes como tantas personas a las que maltrata la vida real, personajes de relatos sin final porque, como en la vida cotidiana, la vida sigue mañana. Relatos de juventud que, no obstante, anticipan los paisajes, los personajes, las historias y el estilo de Galveston.
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