Header Ads

Héctor Aguilar Camín, Toda la vida


Liliana ha entrado y salido de mi vida en oleadas catastróficas. Ha estado siempre ahí, esperando su turno. He amado a esta mujer más de lo que la he temido, pero el temor ha vencido siempre.

Toda la vida de Serrano, el narrador de esta novela, ha estado marcada por Liliana. No hay ni un antes ni un después. Liliana Montoya y Serrano se conocieron en los años setenta; ella era hermana del mejor amigo de él en la universidad. Iniciaron entonces una relación de encuentros - cenas, alcohol y sexo - y desencuentros que él rememora en 1999. Para entonces hace cuatro años que no sabe de ella.
El reencuentro en un velatorio con viejos conocidos lleva a Serrano, escritor, a indagar en una vieja historia; en tres ocasiones distintas, con tres versiones distintas, Liliana le contó que ella había ordenado matar al novio de su hermana porque había abusado de ésta. La investigación de esta historia remueve, sin pretenderlo, asuntos de un tiempo en que la corrupción policial ejercía la justicia a su manera en Ciudad de México y lleva a Serrano a querer saber qué ha sido de Liliana, a querer reencontrarla, una vez más.
Liliana es una mujer fatal que ha enamorado, llevado a la cama y dejado prendados a Serrano y a cuantos hombres se ha propuesto en la vida. Cuando Serrano la vuelve a encontrar ella está mal, está hospitalizada. Aparece entonces con fuerza la figura de su hermana, Dorotea.

Las cactáceas no tienen el prestigio de los ahuehuetes o de las jacarandas, Serrano, pero son el verdadero sabor de la tierra. Necesitan poca agua y ningún cuidado. Son del desierto, no se dejan morir porque no se secan nunca. Llevan la humedad por dentro. En la peor de las sequías se enconchan: se encogen, se amurallan. Cuando llega el agua, no toman de más, sólo lo que necesitan. Tienen todas las formas y todos los tamaños. Pueden ser con espinas y sin espinas. A las cactáceas que no tienen espinas las llaman suculentas. Pueden ser miniaturas o gigantes. En el desierto hay saguaros de setenta metros y trescientos años. Hay suculentas de trescientos años del tamaño de una bola de cristal. Yo soy una cactácea, Serrano: Liliana es una jacaranda. Se derrama como loca cada año, y luego queda seca. No se ahorra. Son muy hermosas las jacarandas. Eso que ni qué. Pero las cactáceas son la sal de la tierra.

Dice Dorotea a Serrano.
¿Cómo ocurrió realmente aquel crimen; Serrano no tiene más que distintas versiones?, ¿qué creyeron las hermanas que había ocurrido?, ¿cómo marcó aquello la relación entre ellas?, ¿cuál será a partir de ahora la relación de Serrano con Liliana y con Dorotea?
Toda la vida (Penguin Random House, 2016), de Héctor Aguilar Camín, es una breve novela que con un estilo ágil y la frescura y potencia de la lengua mexicana nos trae el recuerdo de locales míticos en la noche de Ciudad de Mexico de hace décadas - la juventud, las cenas, las copas, las madrugadas, las drogas, el sexo -, nos pone sobre la mesa las turbias relaciones entre la política y la corrupción policial mexicanas, y nos habla de las cicatrices que dejan los amores fatales.

No hay comentarios

Con la tecnología de Blogger.