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Maj Sjöwall y Per Wahlöö, El coche de bomberos que desapareció

El coche de bomberos que desapareció (1969) es la quinta entrega de la serie de Martin Beck y, como las anteriores, una lección de cómo se escribe una novela negra de procedimiento policial. Con un protagonismo más coral que nunca - hasta el punto que quien no conozca la serie no diría que Beck es el protagonista -, el equipo del inspector (Kollberg, Melander, Larsson...) afronta una investigación nada espectacular pero que nos muestra con total realismo el trabajo policial cotidiano, muchas veces más anodino que heroico. En un edificio que la policía vigila se produce un incendio con varias víctimas, entre ellas el ladrón de poca monta al que siguen. El informe forense determinará que el ladrón había sido asesinado antes de que se produjera el incendio. Esta muerte se relacionara con otras muertes y aparentes suicidios y tras una investigación lenta, llena de falsas pistas y alguna oportuna casualidad - la vida misma -, los policías descubren un organización dedicada al robo de coches que luego son trasladados a Polonia.
La objetividad narrativa y el estilo periodístico de Sjöwall y Wahlöö acercan el relato de esta novela al reportaje dotándolo así de la veracidad de lo cotidiano, alejándolo de la ficcionalidad de lo literario. Se nos escapa, al cabo de casi medio siglo, el impacto que este estilo realista y periodístico de las novelas de Martin Beck - pioneras entonces en el género - pudieron causar en los lectores suecos que encontraban en ellas acciones situadas apenas unos meses (primavera y verano del 68 en este caso) antes de la publicación de la novela e, incluso, como vimos en El hombre del balcón, inspiradas en crímenes reales.
En el tedio de la investigación que no avanza, El coche de bomberos que desapareció nos permite ir conociendo más de la vida privada y familiar de los protagonistas de la serie - Martin Beck, ya definitivamente expulsado de la habitación conyugal, instalado en el sofá del salón, mientras ve crecer a sus hijos -, y nos trae de nuevo a personajes de novelas anteriores que colaboran en esta nueva investigación, entre los que destaca la pareja de agentes patrulleros, Kristiansson y Kvant, - los patanes que destrozaron la escena del crimen de El policía que ríe -, sobre los que recae buena parte del humor que en finas gotas nos ofrece también El coche de bomberos.
Mientras, el coche de bomberos que debía acudir al incendio de la casa vigilada de la calle Ringvagen 37 acudió a otra dirección y el coche de juguete del hijo del joven agente Rönn desaparece misteriosamente en casa.
Otra novela gozosa que confirma el magisterio de Sjöwall y Wahlöö en la novela negra nórdica en particular y europea en general. Anteriormente a su primera publicación por RBA en 2010, El coche de bomberos que desapareció fue editado por primera vez en España por Bruguera en 1983 en su Club del Misterio.

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