Henning Mankell, El chino
La noche del 12 al 13 de enero de 2006 todos los habitantes - diecinueve - de un pequeño pueblo imaginario del norte de Suecia son salvajemente asesinados. Se trata del crimen más terrible de la historia de Suecia. La investigación corresponde a la inspectora Vivi Stunberg, a la que, unos días más tarde se dirige la jueza Birgitta Roslin, de Helsinburg, porque casualmente ha descubierto que dos de los ancianos asesinados son los padres adoptivos de su fallecida madre. La jueza, de baja médica, inicia una investigación personal paralela a la de la policía pues encuentra pistas que llevan a un camino diferente del que sigue la investigación oficial. Todo indica que el móvil del crimen es una extraña venganza. Y así es, pues se trata de un venganza que tiene su origen casi siglo y medio antes cuando campesinos chinos que huían de la miseria llegaron a Estados Unidos donde fueron empleados, casi como esclavos, en la construcción del ferrocarril.
Vivi Sundberg se encuentra tan superada por la situación como por su sobrepeso. Birgitta Roslin ve cómo, pasados los cincuenta, empieza a encaminarse hacia la vejez acompañada de un marido que hace un año que ha perdido cualquier apetito sexual. En su juventud, en los años sesenta, participó en movimientos maoístas en los que siempre había que estar alerta para ser totalmente ortodoxo y no equivocar ninguna respuesta y en los que en asambleas multitudinarias de cuatro personas se declaraba que de manera inmediata el proletariado sueco, engañado por los capitalistas y los traidores socialdemócratas, se uniría inmediatamente al campesinado chino en su revolución.
La historia promete y Lars Emanuelsson, un periodista que "acosa" a Birgitta podría haber dado buen juego en la investigación. Pero en esta ocasión a Mankell se le va la mano y resulta excesivamente prolijo en aquello de lo que nos quiera hablar al margen de la trama criminal. El chino (2007; Tusquets, 2008) nos alerta de cómo China se está convirtiendo en una nueva potencia colonial en África negra. Para ello derrocha páginas sobre las condiciones de vida de los chinos que emigraron a Estados Unidos, sobre la China de Mao, sobre los cambios ocurridos en China en las últimas décadas, sobre la China actual en la que millones de campesinos tan pobres como siempre conviven con riquísimos capitalistas al tiempo que el Partido Comunista mantiene el poder y sobre ese camino de expansión económica que China ha encontrado en la neocolonización de países como Mozambique (en el que, recordemos, Mankell vive la mitad del año pues el director de su Teatro Nacional).
Aunque encontramos los elementos e intereses habituales en sus novelas, en esta ocasión hay una desequilibrio entre la denuncia y la investigación - en perjuicio de ésta -. ¡Quién lo iba a decir!, hasta Henning Mankell puede causarnos pequeñas decepciones alguna vez.
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