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Shohei Ooka, Hogueras en la llanura

Hablábamos en mayo, al cumplirse el septuagésimo aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa, de K. L. Reich, la novela testimonial que Joaquim Amat-Piniella, escribió en torno a su experiencia como preso del campo de concentración de Mauthausen. El fin del conflicto se produjo definitivamente con la rendición de Japón, cuyo aniversario se ha conmemorado hace unas semanas. Hablamos ahora de Hogueras en la llanura, de Shohei Ooka, una novela que relata las penurias de los soldados japoneses derrotados.
Nos encontramos en la isla filipina de Leyte donde las tropas japonesas apenas resisten el avance estadounidense. El soldado Tamura ha sido enviado por su compañía al hospital por encontrarse enfermo, pero en el hospital no atienden a soldados que no aporten alimentos. Por ello un grupo de enfermos intenta sobrevivir acampado a sus puertas. Un bombardeo destruye el hospital y Tamura vaga por la isla sin otro rumbo que procurar encontrar algo que comer mientras espera la muerte inevitable. Se une luego a un grupo de soldados que le informan de que se dirigen a Palampon, donde el ejército ha preparado un barco para repatriarlos. Por el camino marcha una informe columna de soldados medio moribundos con la esperanza de llegar a Palampon. Pero el paso es interceptado por los norteamericanos y Tamura vaga de nuevo en solitario por el bosque. la cercanía de la muerte y su formación católica, aunque es ateo, llevan a Tamura a reflexionar en torno a Dios. Sus recuerdos acaban cuando recibe un golpe en la nuca.
En su triste deambular famélico y con los harapos de lo que fue un uniforme militar, acompañamos a Tamura en la contemplación de la degradación humana. Un ejército en descomposición cuyos soldados sólo esperan tener la posibilidad de rendirse a los americanos antes de que les llegue la muerte (pues no piensan emplear la granada de mano que les han suministrado para suicidarse antes que entregarse). Una situación en la que nadie cree en nada ni en nadie, nadie ayuda a nadie, aunque siempre hay quien encuentra ocasión de comerciar con las necesidades de otros, pues el único fin es la supervivencia personal. Soldados físicamente rendidos que se sientan en el tronco de un árbol a esperar la muerte. Cadáveres, en distintos grados de putrefacción, que adornan el bosque y los caminos. La necesidad de alimentarse que lleva a comer raíces crudas, las sanguijuelas que se pegan al cuerpo y chupan la propia sangre, carne humana...
Los recuerdos de la guerra de Tamura acaban con un golpe que recibe en la nuca. Se reanudan luego en un hospital norteamericano y con el reencuentro con su mujer en Tokio. Pero la experiencia vivida, especialmente el canibalismo, es difícil de llevar para Tamura, que relata sus recuerdos, por prescripción facultativa, desde el hospital para enfermos mentales en el que se encuentra ingresado. Quizá sea esta situación actual de Tamura, una estrategia, mediante el alejamiento de la realidad, de Ooka de "dulficicar" en 1951 la crudeza de su novela. Tan próxima todavía a la guerra en un país derrotado.
Shohei Ooka (Tokio, 1909 - 1988) es uno de los novelistas japoneses más importantes de la postguerra. Hogueras en la llanura fue llevada al cine en 1959 por Ichikawa Kon (a esa película corresponde la imagen que acompaña esta entrada) y Shinya Tsukamoto ha realizado un remake en 2014. La edición de Libros del Asteroide de 2006 de esta novela es la única de una obra de Ooka publicada en España.
Seguramente esta reflexión de Tamura nos ofrece la enseñanza fundamental de esta novela:
Exageraría si dijera que aquel espectáculo me produjo un trauma insoportable. El ser humano es capaz de adaptarse a la situación más anormal y, una vez en ella, puede asimilar cualquiera de las impresiones que le sobrevengan. En tales circunstancias, entre el observador y lo observado se interpone un velo de indiferencia que impide que el apasionamiento construya fantasmas innecesarios".

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