Marcos Abal, Una insolencia
Cuando hace un año aquel árbitro holandés se arrogó el poder de parar el tiempo hasta que ganen los de siempre y el mejor equipo de la historia se derrumbó en Brasil bajo los efectos maléficos de Mourinho y Martino - que incluso, parecía, había conseguido que Xavi lo dejara -, dijimos Adiós al fútbol con Valerio Magrelli. Pero el tiempo cura y las drogas nunca se abandonan y, aunque ya nada volverá a ser lo mismo tras el sueño robado en Lisboa, aquí seguimos. Felices ahora ante la despedida gloriosa de Xavi Hernández.
En Pelé era en Pelé
i Maradona un i prou.
Di Stéfano era un pou
de picardia.
Honor i glòria als qui
han fet que brilli el sol
del nostre futbol
de cada dia.
Tots tenen els seus mèrits;
lo seu a cadascú,
però per mi ningú
com en Kubala.
Decía Joan Manuel Serrat en 1989. Kubala y Di Stéfano, luego Pelé y más tarde Cruyff. Pero, por encima de todos, Diego Maradona. Y, sin embargo, Leo Messi, que deja pequeño al Pelusa. Quizá debamos aceptar que dentro de diez, quince o cincuenta años habrá un futbolista mejor que Messi. Pero nunca habrá otro como Xavi. Por eso, en homenaje a Xavi y todo lo que nos ha dado y enseñado a todos en sus 767 partidos (¿habré visto a Xavi al menos quinientas veces?; eso espero), es buen momento de traer aquí Una insolencia (2012), de Marcos Abal, un pequeño librito de la colección Hooligangs ilustrados de Libros del K.O. - ya hablamos de Yonkis y gitanos -.
Marcos Abal, nacido en Pontevedra en 1975, parte de la idea - ¿evidencia? - de que todo aquel que nace en un lugar como Pontevedra es del equipo de su pueblo o su ciudad, pero luego, y además, del Madrid o del Barça. Y él es del Barça. Pero también reconoce - y se nota - que no es un aficionado demasiado "forofo". Para hablarnos del Barça decide renunciar a hablarnos del presente, a hacerlo del equipo ganador de Guardiola, pero también renuncia a hablarnos del Barcelona del pasado, un equipo que, por su edad, no conoció, de jugadores míticos pero siempre perdedores:
La derrota más trágica es la derrota habitual (aunque no será el caso del Atlético, más proclive a la derrota impredecible), pues a lo penoso de la derrota se le une lo penoso de la rutina".
Y, elige, por tanto, el Barcelona de su adolescencia; el Dream Team, el de aquellos jugadores que cometían la insolencia de no jugar para sudar la camiseta sino para pasarlo bien, el Barça de Cruyff (entrenador) y Guardiola (jugador), que puso las bases del Barcelona campeón de ahora. Laudrup, Stoichkov, Romario. Pero más bien quiere Abal repasar el tiempo feliz de la adolescencia, a pesar de que
Es cobarde, llorón, pajillero, y ahora ecologista, comunista y del Barça. Menudo drama (...) Las niñas de su clase alucinan con este Trosky imberbe, tímido y señor, y él alucina con las tetas que les van creciendo a ellas bajo los jerséis. Algunas desarrollan muy pronto (...) ¿Y dónde queda el fútbol en todo esto? Quien sabe. El fútbol es siempre un poco fascista, como todo hervidero de emociones en las que la adhesión incondicional importa mucho y la razón muy poco".
Y poco más; la verdad es que Una insolencia no deja de ser una reflexión bastante ligera como algo ligera parece la afición de su autor.
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