Joaquim Amat-Piniella, K. L. Reich
El 1 de mayo de 1945 las tropas soviéticas liberaron Berlín; la Segunda Guerra Mundial vivía sus últimos episodios en Europa. En estos días conmemoramos el 70º aniversario del fin de aquel horror. Y del conocimiento del horror de lo ocurrido en los campos de concentración y exterminio del que sólo se supo verdadera y completamente con su liberación por los ejércitos aliados. El 5 de mayo los soldados norteamericanos liberaron uno de los más terribles; el de Mauthausen, en Austria. Por Mauthausen pasaron casi ocho mil españoles; republicanos apátridas, en su mayoría, que al comenzar la guerra se encontraban en Francia. De ellos sobrevivieron apenas una cuarta parte. Y uno de estos supervivientes fue Joaquim Amat-Piniella, que había ingresado en el campo en 1941.
Setenta años más tarde, el cine nos ha construido un rico imaginario sobre la Alemania nazi, sobre los campos, sobre el holocausto... Pero sin ese imaginario colectivo y con el horror recién sufrido en carne propia, Amat-Piniella sintió la necesidad imperiosa de dejar su testimonio y lo hizo escribiendo una novela; K. L. Reich. Curiosamente escrita al mismo tiempo - 1946 - que otro superviviente de los campos, el italiano Primo Levi, redactaba su célebre Si esto es un hombre. Curiosamente también ambos libros tardaron varios años en ser publicados; si el de Levi vio la luz en 1956 - y apenas vendió algunos ejemplares -, la novela de Amat-Piniella no se publicó hasta 1963, superando los obstáculos de la censura franquista. En castellano la editó Seix-Barral y Joan Sales en catalán. El pasado otoño Libros del Asteroide rescataba K. L. Reich, que no se había vuelto a publicar en castellano en medio siglo.
Si el relato de Primo Levi es fundamentalmente testimonial y autobiográfico, Amat-Piniella nos presenta el mismo horror de manera más novelesca - para su personaje principal se inspira en otro preso español - pero no menos verdadera.
dice Joaquim Amat-Piniella en el prólogo de K. L. Reich.
Si Primo Levi considera que la objetividad es la mejor manera de exponer la crueldad del proceso planificado de deshumanización de los presos, Amat-Piniella recurre a un narrador externo más subjetivo pero con una prosa clara, precisa, ágil y rotunda, que huye de florituras y arengas para mostrar la cruda realidad de la vida en el campo. Vida en la que todos los días son iguales, presidida por la crueldad, al mismo tiempo, caprichosa y sistemática. Paradójicamente, los imperturbables ciclos de la naturaleza son la garantía de que llegará el día en que los presos del campo serán libres. Y el objetivo es llegar vivo a ese día; para conseguirlo, más allá de la suerte, no hay otras armas que la indiferencia y el egoísmo - los más jóvenes caen también en la bajeza sexual para procurar conservar la vida -.
Hay, claro, en K. L. Reich algunas páginas que explican los fundamentos ideológicos que hicieron posible la barbaridad del nazismo y de las atrocidades cotidianas que ocurrieron en los campos de concentración. Pero son las justas, no más. Amat-Piniella prefiere la verdad de la ficción, la eficacia de la novela al testimonio de la primera persona o el discurso ideológico. Y sabe medir con mucho acierto los saltos temporales, que permiten un ritmo y una extensión ajustada a su relato, y seleccionar con acierto las escenas, que nos ofrecen una visión completa de todos los aspectos de la vida del campo.
La llegada al campo, las formaciones de los hombres desnudos en el patio, la visita al crematorio, la muerte del amigo enfermo - páginas magníficas -, un intento de huida, la liberación... son escenas que Amat-Piniella ha elegido para mostrarnos la vida en un campo de concentración nazi, en el que en un principio había delincuentes alemanes y presos polacos y españoles, pero al que luego llegaron miles de presos de otras nacionalidades, y en el que los españoles, con su trabajo, supieron mantener una posición de "privilegio" a pesar de las continuas disputas políticas entre ellos que reproducían las que comunistas y anarquistas habían mantenido durante la guerra civil.
La literatura nos permite conocer otras vidas y vivirlas, o desear vivirlas; K. L. Reich nos permite dolernos de vidas que apenas anteayer sufrieron millones de personas y que nunca nadie debe volver a vivir. Joaquim Amat-Piniella (Manresa, 1913 - Hospitalet de Llobregat, 1974), junto a este relato imprescindible, escribió algunas otras novelas en catalán.
Hemos preferido la forma novelística porque nos ha parecido la más fiel a la verdad íntima de los que vivimos aquella aventura.
dice Joaquim Amat-Piniella en el prólogo de K. L. Reich.
Si Primo Levi considera que la objetividad es la mejor manera de exponer la crueldad del proceso planificado de deshumanización de los presos, Amat-Piniella recurre a un narrador externo más subjetivo pero con una prosa clara, precisa, ágil y rotunda, que huye de florituras y arengas para mostrar la cruda realidad de la vida en el campo. Vida en la que todos los días son iguales, presidida por la crueldad, al mismo tiempo, caprichosa y sistemática. Paradójicamente, los imperturbables ciclos de la naturaleza son la garantía de que llegará el día en que los presos del campo serán libres. Y el objetivo es llegar vivo a ese día; para conseguirlo, más allá de la suerte, no hay otras armas que la indiferencia y el egoísmo - los más jóvenes caen también en la bajeza sexual para procurar conservar la vida -.
El nazismo intentaba aniquilar físicamente a sus enemigos y, por si no lo lograba enteramente, había preparado la atmósfera que los anularía moralmente para siempre.
Hay, claro, en K. L. Reich algunas páginas que explican los fundamentos ideológicos que hicieron posible la barbaridad del nazismo y de las atrocidades cotidianas que ocurrieron en los campos de concentración. Pero son las justas, no más. Amat-Piniella prefiere la verdad de la ficción, la eficacia de la novela al testimonio de la primera persona o el discurso ideológico. Y sabe medir con mucho acierto los saltos temporales, que permiten un ritmo y una extensión ajustada a su relato, y seleccionar con acierto las escenas, que nos ofrecen una visión completa de todos los aspectos de la vida del campo.
La llegada al campo, las formaciones de los hombres desnudos en el patio, la visita al crematorio, la muerte del amigo enfermo - páginas magníficas -, un intento de huida, la liberación... son escenas que Amat-Piniella ha elegido para mostrarnos la vida en un campo de concentración nazi, en el que en un principio había delincuentes alemanes y presos polacos y españoles, pero al que luego llegaron miles de presos de otras nacionalidades, y en el que los españoles, con su trabajo, supieron mantener una posición de "privilegio" a pesar de las continuas disputas políticas entre ellos que reproducían las que comunistas y anarquistas habían mantenido durante la guerra civil.
La literatura nos permite conocer otras vidas y vivirlas, o desear vivirlas; K. L. Reich nos permite dolernos de vidas que apenas anteayer sufrieron millones de personas y que nunca nadie debe volver a vivir. Joaquim Amat-Piniella (Manresa, 1913 - Hospitalet de Llobregat, 1974), junto a este relato imprescindible, escribió algunas otras novelas en catalán.
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