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Maj Sjöwall y Per Wahlöö, El hombre del balcón

John Ingvar Lövgren 
En el verano de 1963 John Ingvar Lövgren (1930 - 2002), un jardinero de triste vida desde la infancia y cierto retraso mental, asesinó a dos niñas en parques de Estocolmo. Es fácil imaginar la conmoción que el asesino de niñas causó en la sociedad sueca de los sesenta. Los periodistas Maj Sjöwall y Per Wahlöö se inspiraron en estos crímenes para crear su tercera novela; El hombre del balcón (1967).
Jo Nesbo dice en las primeras líneas del prólogo de la edición de RBA (2008):
Todo artista está en deuda con aquellos que lo han precedido. Así es, lo quiera o no y tenga o no conciencia de ello. (...) Por ejemplo, todos los escritores de novelas policiacas actuales están en deuda con Sjöwall y Wahlöö, incluidos aquellos que jamás han leído un solo libro de Sjöwall y Wahlöö y pueden afirmar haberse sustraído por completo a su influencia".
Esto nos resulta más que evidente leyendo las novelas de este matrimonio de periodistas; vemos con claridad que en ellas, escritas hace medio siglo, está contenida toda la novela negra europea posterior. Al menos toda la escrita sobre el procedimiento policial. Es evidente que hay autores que se inspiran u homenajean a los clásicos norteamericanos; pero estos lo hacen, generalmente, de manera consciente (de mayores quieren ser Chandler). Pero la obra de Sjöwall y Wahlöö es tan de fundamento que quienes han escrito después lo han hecho sobre esa sólida base aunque, como dice Nesbo, ni siquiera hayan oído hablar nunca de la pareja sueca.
El hombre del balcón es toda una lección de cómo se escribe novela criminal. En esta caso, con un narrador cinematográfico - desde la soberbia (por la inquietud que suscita al lector) descripción de lo que un hombre ve desde el balcón al comienzo del relato, que recuerda al cine neorrealista de los cincuenta -, que apenas deja espacio para mínimos comentarios y con riguroso orden cronológico nos presenta a los personajes en acción. Y en diálogo. Un relato frío, de puro objetivo, que marca continuamente el día y la hora de la acción. Y son precisamente la objetividad del relato, sin especulaciones, análisis psicológicos ni descripciones innecesarias, y el angustioso paso del tiempo los que dotan a El hombre del balcón de un realismo brutal - como brutales y reales fueron los hechos en que se inspira - que es la clave de su valor literario y de su capacidad para atrapar al lector.
Han pasado tres años del caso de Roseanna, uno del de El hombre que se esfumó, Martin Beck ha ascendido a comisario y, resulta evidente, que la relación con su mujer se va deteriorando. Pero Beck no es el protagonista de El hombre del balcón porque en esta novela, como en pocas, el protagonismo es coral y lo comparten los distintos policías - buenos, malos y regulares - que trabajan con Beck (recordemos a Furillo y la comisaria de Hill Street). O, mejor dicho, el protagonismo es, en realidad, de la investigación, del proceso de investigación, de cómo los policías trabajan, cómo encuentran pistas, cómo avanza o se detiene la investigación. La fuerza de la novela está, como decía arriba, en su realismo que se intensifica, como en las anteriores de la serie, con la inmediatez temporal; la acción se sitúa en el verano de 1967, el mismo año de publicación de la novela. El hombre del balcón es, pues, un ejemplar ejemplo de novela negra de procedimiento policial, realista, llena de policías corrientes, en nada superdotados - tampoco en medios, de lo que se quejan habitualmente -, de una razonable extensión - lejos de la tendencia actual a los tochos - y, como la buena literatura, absolutamente viva, nada envejecida (si no fuera por los adelantos tecnológicos del último medio siglo).
Sjöwall y Wahlöö, periodistas, desengañados, decidieron escribir las diez novelas de la serie de Martin Beck, con la intención de denunciar los problemas y carencias sociales de la sociedad del bienestar. Nació así la novela negra escandinava, con ella, la novela negra europea. Como sabemos, quince años más tarde también fueron periodistas quienes con parecidas intenciones y desencantos crearon la novela negra española.
La recepción de la obra de Maj Sjöwall y Per Wahlöö fue temprana en España; ya en 1972 la editorial Noguer comenzó a publicar algunos de los títulos de la serie. Comenzó con El policía que ríe, traducida como El alegre policía. En 1975 publicó El hombre del balcón como El maníaco. Ya en los ochenta Bruguera y Versal recogieron alguna de estas novelas en su catálogo. Pero el reconocimiento no ha llegado hasta que el "boom" de la novela negra nórdica ha llevada a RBA a publicar, desde 2007, todos los títulos de la serie.

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