Julio Verne, De la Tierra a la Luna
Es de imaginar que en 1865 De la Tierra a la Luna causara en sus primeros lectores el mismo interés y expectación que causa en sus páginas la aventura de sus protagonistas entre los habitantes de Estados Unidos. Un siglo antes del viaje del Apolo XI, Verne propone a sus lectores la posibilidad de imaginar un viaje a la Luna. Pero el interés no está en la idea, ni en la eterna atracción poética que el satélite nos causa, sino en la fundamentación científica de su posibilidad. ¿Cómo se tomaría una persona de mediados del siglo XIX la posibilidad de que el ser humano viajara a la Luna?
De la Tierra a la Luna, como muchas otras de las novelas de los Viajes Extraordinarios de Julio Verne (Nantes, 1828 - Amiens, 1905), ha constituido durante décadas una lectura fundamental de adolescentes ansiosos de aventuras (las reediciones y versiones son innumerables). Toda esa fundamentación científica del viaje que ocupa la primera mitad de la novela, la preparación del lanzamiento del vehículo espacial, el propio lanzamiento y el inicio del viaje de sus tres tripulantes, la bonhomía y grandeza de sus protagonistas... son, sin duda, garantía de su éxito. Pero hoy, como todo Verne, como toda la excelente novela del XIX, su lectura resulta algo más costosa. Naturalmente, tras el gran paso para la Humanidad de Armstrong, Aldrin y Collins, la hipótesis de Verne y su larga explicación científica carecen de interés; sin embargo, sí lo tienen - y mucho - los distintos "aciertos" de la novela respecto al viaje, necesariamente quimérico entonces, que acabaría realizándose cien años más tarde. Verne y De la Tierra a la Luna - y su continuación Alrededor de la Luna (1868) - son pioneros del género de la ciencia-ficción y los viajes espaciales, que tan prolífico ha resultado en la literatura y en el cine del siglo XX. Y es, precisamente, inspiración de una de una de las primeras películas de la historia del cine, Viaje a la Luna de George Méliès:
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