Jussi Adler Olsen, Los chicos que cayeron en la trampa
En septiembre de 2007, tras las vacaciones y la brillante resolución del caso Merette Lynggaard - La mujer que arañaba las paredes -, Carl Morck y su asistente Assad reciben a un nuevo miembro del Departamento Q, Rose, una particular, pero eficiente, secretaria. Y alguien se esfuerza en que se ocupen de un viejo caso, aparentemente resuelto; el asesinato de dos jóvenes hermanos en el verano de 1987. También hay quien se esfuerza porque lo abandonen.
Lo que se descubre es muy turbio. En los ochenta, en un rígido internado para alumnos de clase alta, cinco chicos y una chica forman un grupo de amigos que se reúne para fumar porros, ver If y La naranja mecánica, mantener relaciones sexuales... El grupo acaba encontrando placer y diversión en la violencia y en la agresión a otras personas.
En 2007, tres de ellos son importantísimos empresarios que se divierten organizando excéntricas cacerías en las que, además de faisanes y codornices, se mata alguna pieza especial; una hiena, un avestruz... Ella, Kimmie, vive en la calle como una mendiga desde que en 1996 sufrió un aborto y rompió con el grupo. Ellos tienen a un detective privado buscándola porque la temen, ella va tras ellos porque ha llegado la hora de la venganza. Y Carl Morck va a la caza de todos porque el viejo caso aparentemente resuelto ha destapado una larga lista de asesinatos y agresiones de las que el grupo es culpable. Una caja metálica que Kimmie escondió cuando huyó tras el aborto guarda pequeños objetos que son la clave de los distintos crímenes.
Por el camino profundizamos (tenemos los antecedentes de la primera novela de la serie) en el conocimiento de la vida de Morck; su relación con su exmujer Vigga, la convivencia en casa con su hijo adolescente Jesper y con Morten, el inquilino al que ha alquilado el sótano, sus deseos de ligarse a la psicóloga Mona Ibsen y Hardy, el compañero que acabó paralítico en el tiroteo en el que Morck sobrevivió y Anker, el tercero de ellos, murió abatido a balazos. Hardy, en su cama de hospital, cree que uno de los tres estaba compinchado con quienes les atacaron.
Los chicos que cayeron en la trampa (2008; Maeva 2012) no engancha al lector hasta el punto de tenerle secuestrado como la primera novela de la serie; no es un thriller como La mujer que arañaba las paredes sino una buena novela que se inscribe en la línea de la mejor novela negra nórdica con personajes que se nos van haciendo entrañables a medida que los vamos conociendo más.
Lo que se descubre es muy turbio. En los ochenta, en un rígido internado para alumnos de clase alta, cinco chicos y una chica forman un grupo de amigos que se reúne para fumar porros, ver If y La naranja mecánica, mantener relaciones sexuales... El grupo acaba encontrando placer y diversión en la violencia y en la agresión a otras personas.
En 2007, tres de ellos son importantísimos empresarios que se divierten organizando excéntricas cacerías en las que, además de faisanes y codornices, se mata alguna pieza especial; una hiena, un avestruz... Ella, Kimmie, vive en la calle como una mendiga desde que en 1996 sufrió un aborto y rompió con el grupo. Ellos tienen a un detective privado buscándola porque la temen, ella va tras ellos porque ha llegado la hora de la venganza. Y Carl Morck va a la caza de todos porque el viejo caso aparentemente resuelto ha destapado una larga lista de asesinatos y agresiones de las que el grupo es culpable. Una caja metálica que Kimmie escondió cuando huyó tras el aborto guarda pequeños objetos que son la clave de los distintos crímenes.
Por el camino profundizamos (tenemos los antecedentes de la primera novela de la serie) en el conocimiento de la vida de Morck; su relación con su exmujer Vigga, la convivencia en casa con su hijo adolescente Jesper y con Morten, el inquilino al que ha alquilado el sótano, sus deseos de ligarse a la psicóloga Mona Ibsen y Hardy, el compañero que acabó paralítico en el tiroteo en el que Morck sobrevivió y Anker, el tercero de ellos, murió abatido a balazos. Hardy, en su cama de hospital, cree que uno de los tres estaba compinchado con quienes les atacaron.
Los chicos que cayeron en la trampa (2008; Maeva 2012) no engancha al lector hasta el punto de tenerle secuestrado como la primera novela de la serie; no es un thriller como La mujer que arañaba las paredes sino una buena novela que se inscribe en la línea de la mejor novela negra nórdica con personajes que se nos van haciendo entrañables a medida que los vamos conociendo más.
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