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Léo Malet, Calle de la Estación, 120

Plaza del Trocadero, en 1941, durante la ocupación alemana.
Aunque tiene tras él un brillante pasado como director de la agencia Fiat lux que le ha dado prestigio y fama y el sobrenombre de Dinamita Burma, el detective Nestor Burma hizo su primera aparición literaria en noviembre de 1943 en Calle de la Estación, 120.
Burma, cercano en la ironía y el estilo a los duros detectives norteamericanos de los pulps, está, sin embargo, más cerca de los inteligentes detectives de la novela enigma europea: capaz de imaginar y predecir lo que nadie imagina ni predice, se saca ante el lector algún que otro conejo de la chistera y resuelve el caso brillantemente en una reunión de amigos y caballeros a la que hace acudir a todos los implicados, incluido el asesino, que, ante la demostración de Burma, acepta su responsabilidad con deportividad y, una vez esposado, sigue participando en la conversación como si tal cosa.
A la Francia ocupada de la Segunda Guerra Mundial, Burma regresa tras algunos meses internado en un Stalag - el de Sandbostel, cerca de Bremen - y, casualmente, al llegar su tren a la estación de Lyon, en el andén se encuentra su colaborador Bob Colomer. Tienen el tiempo justo de saludarse y de que Colomer diga "calle de la Estación, 120" antes de caer abatido a tiros por la espalda. El misterioso mensaje - "calle de la Estación, 120" -, que Burma ha oído también sólo unos días antes de labios de un moribundo compañero del campo de concentración, es la única pista que tendrá para descubrir al asesino de Colomer.
No hay en Calle de la Estación, 120, atisbo de crítica social - ni siquiera se pasea un solo soldado alemán por las calles del Paris ocupado -. Hay sí un detective irónico e ingenioso, que narra en primera persona con una prosa cuidada, ágil y con humor, que se vale de la colaboración de policías medio tontos a los que burla fácilmente, que descubre que tras el asesinato de Bob Colomer no hay otra cosa que la disputa por apropiarse del tesoro oculto de un peligroso ladrón al que hace años que se le tenía por muerto y que, como hemos dicho, resuelve el caso en una escena final, a la mayor gloria de su brillante sagacidad, como si más bien se tratase de un juego de salón. Tiene mucho más, sin duda, de novela policiaca que de la novela negra.
Léo Malet (Montpellier, 1909 - Chatillon, 1996) inició con Calle de la estación, 120 una exitosa serie de treinta y tres novelas protagonizadas por Burma  a partir de las cuales se han publicado comics y se han rodado varias películas y series televisivas. La primera de estas adaptaciones fue la película de 1946 de Jacques-Daniel Norman 120 rue de la Gare.
En 1954 Léo Malet inició el proyecto Los nuevos misterios de París, rememorando la serie folletinesca Los misterios de París que Eugène Sue publicó en el siglo XIX. La obra de Malet pretendía situar la acción de una novela, se publicaron dieciocho, protagonizada por Burma en cada uno de los veinte distritos de París.
Aunque Malét está considerado como uno de los más importantes escritores de polar (roman policier), nombre que el género recibe en Francia, su recepción en España ha sido escasa: Plaza y Janés publicó Bulevar del esqueleto en 1988 y ¿Me has visto de cadáver? en 1989. Niebla en el puente de Tolbiac fue publicada en 1988 en la serie policiaca de la colección Libro Amigo de Bruguera y recuperada por Libros del Asteroide en 2008. Esta última editorial ha publicado en 2010 Calle de la estación, 120, que ya publicara en catalán La Magrana en 1991.

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