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Christine Angot, Una semana de vacaciones

Eric Fischl, La niña de papá (1984).
Una semana de vacaciones (2012; Anagrama 2014) comienza con una felación que culmina en una penetración anal en la página treinta y ocho. Dos páginas más tarde acaba, por fin, el primer párrafo de la novela. A partir de ahí, el relato - con una narración objetiva y un exquisito lenguaje - parece un tratado de prácticas sexuales descritas con detalle. Por el camino vamos conociendo que el protagonista es un hombre maduro que pasa unos días de vacaciones en Isère, en los Alpes, con una joven estudiante - colegiala - a la que ha prometido no desvirgar ni hacer nada que ella no quiera. Sin embargo, más bien parece que ella no para de hacer cosas que no desea. Pero se muestra siempre sumisa y mientras él no para de hablar explicándole los secretos de lo que hacen, ella apenas abre la boca - entiéndase para hablar - y acaba haciendo cuanto él sugiere. En los breves descansos de la actividad venérea el hombre ilustra culturalmente a la muchacha - él es un intelectual que escribe artículos sobre la correcta pronunciación de la w - y, también, le habla de las cualidades físicas y sexuales de su mujer y de su amante y de otras mujeres que ha conocido. Es más que obvio que Una semana de vacaciones es una novela erótica. Sin embargo, su autora rechazó el Premio Sade, por considerar que su novela es otra cosa. Y es verdad; es una excelente novela en la que, mientras los actos sexuales se dilatan en su descripción, no sólo apreciamos la personalidad de los dos personajes y los matices de su relación, sino que nos sentimos, leyéndola, siempre intrigados por la sensación de que algo trascendental se revelará - o sucederá - al final. La verdad es que no ocurre, por lo que lo que sí ocurre es que queda sin aclarar algo que se insinúa y se atisba en varias ocasiones en esta breve novela; que son padre e hija. Y es verdad que no es sólo una novela erótica, recreativa para el lector, sino un relato que pone ante nuestros ojos cuestiones escabrosas y muchas veces silenciadas. ¿Cuántos cerdos como el protagonista de esta novela habrá en el mundo que abusan de mujeres y las violentan aprovechándose de su edad, de su posición, de su relación, de su poder, valiéndose de falsas promesas y de su hábil verborrea para coaccionar sutilmente a la mujer...? Cerdos que, naturalmente, siempre dirán que nunca hicieron nada que ella no quisiera, nada a lo que ella se negara. ¿Cuántas mujeres no soportarán vejaciones y violaciones por temor, por dependencia? Como esta pobre chica a la que, obviamente, le repugna cuanto hace, pero no rechista, obedece, busca alguna leve excusa que permita retrasar unos minutos la relación sexual, que teme con callado pavor airar al hombre. Le importuna dos veces, ambas sin querer. En la primera no puede evitar el llanto tras una penetración anal, en la segunda interrumpe una felación para relatar su sueño de la noche anterior. La reacción de él en ambas ocasiones es iracunda. Y así, Una semana de vacaciones, por mucho sexo explícito y detallado que encierra, no es una novela festiva sino dura y triste.
Aunque estos días de vacaciones transcurren en torno a la fiesta de Todos los Santos, una pequeña incoherencia temporal sitúa la acción en el tiempo; en Le Monde puede leerse "El general Franco ha muerto", lo que, como sabemos, ocurrió en noviembre pero unas semanas más tarde.
Christine Angot (Châteauroux, 1959), criada por su madre y su abuela, fue iniciada sexualmente por su padre durante su adolescencia, cuando los cambios legislativos permitieron que la reconociera pues era hija ilegítima. Es una importante escritora en Francia, pero en España, de su obra, con anterioridad a esta novela sólo se ha publicado El incesto, en 2000 por Seix Barral.

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