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Alekséi Aputjin, Entre la vida y la muerte

Ilya Repin, El historiador Nikolay Kostomarov en un ataúd (1885).

Eran pasadas las ocho de la tarde cuando el doctor aplicó su oído a mi corazón, acercó un pequeño espejo a mis labios y, dirigiéndose a mi esposa, dijo solemnemente en voz baja:
- Todo ha terminado.
Por esas palabras, yo deduje que había muerto.
Así comienza Entre la vida y la muerte, una excelente novela corta. El que habla es el príncipe Dimitri Aleksandróvich Trubchesvki, que nos va a relatar todo lo que ocurre, en torno a su cuerpo, durante su velatorio. Ante el cadáver pasarán familiares, amigos, siervos - una criada embarazada entre ellos -... Un interesante y original punto de vista con el que Alekséi N. Apujtin (Boljov, 1840 - San Petesburgo, 1893) construye un magnífico relato del que disfruta el lector en cada una de sus cuarenta páginas hasta el inesperado final. Desde su ataúd, el narrador contempla el desfile de deudos y escucha sus conversaciones, mientras se abren paso en su mente recuerdos y reflexiones. Reflexiones, por ejemplo, sobre los presentimientos, ese misterio humano, recuerdos como aquel viaje al sur de Francia dónde reconocía cada lugar del castillo donde se alojó a pesar de no haber estado allí anteriormente. La certeza, ahora que estaba muerto, de haber vivido antes, en otra vida, en aquel lugar. La consiguiente convicción de que la conciencia no muere sino que renace en nuevas vidas; ¿pero qué sentido tiene esto?, ¿por qué no recordamos las vidas anteriores?...

El ser humano no sabe nada de lo que más necesita saber. Ignora para qué nació, para qué vive y para qué morirá".

Siente el príncipe un deseo irresistible de vivir. Su relato nos apunta asuntos de los que se ocupará la novela de las primeras décadas del siglo XX.
La edición de Entre la vida y la muerte (1892) en la antología Pioneros de la ciencia ficción rusa (Alba, 2013) supone la primera publicación de este autor ruso - poeta fundamentalmente - en nuestra lengua. Supone, por tanto, un excelente descubrimiento, que debemos a Alberto Pérez Vivas, responsable de la antología.

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