Charles Dickens, Notas de América
En 1842 Charles Dickens (Portsmouth, 1812 - Higham, 1870) viajó, acompañado por su mujer, a Estados Unidos y Canadá. Partió de Liverpool el 3 de enero y regresó el 7 de junio. Para entonces, con sólo veintinueve años, era ya un escritor de prestigio y, por ello, fue recibido como una autoridad en América. Fue recibido por el Presidente en la Casa Blanca y se le facilitó el acceso a cuantos lugares e instituciones tuvo interés en visitar.
Las impresiones de aquel viaje las recogió ese mismo año en Notas de América. A través de este libro conocemos la preocupación de Dickens por los más desfavorecidos; niños, enfermos, presos, esclavos... se trata de una preocupación filantrópica propia de la época (recordemos la labor que en esos mismos años realizan en España en favor de los enfermos, los pobres, los presos y las mujeres, la Condesa de Espoz y Mina, Concepción Arenal, las Conferencias de San Vicente Paul o la fundación en Ginebra en 1863 de la Cruz Roja). Buena parte de las páginas de Notas de América se dedica a describir y comentar las instituciones - cárceles, hospitales, etc. - que Dickens visitó en varias de las ciudades por las que pasó. Destacan entre ellas los elogios dedicados a las que visitó en Boston y su dura crítica al célebre modelo penitenciario de Filadelfia caracterizado por el aislamiento de los presos en celdas individuales y también por su arquitectura - módulos radiales - que tuvo gran influencia en Europa. En todo caso;
Pero la crítica más contundente y, a la vez, la que más problemas le causó a Dickens, es la que en Notas de América hace de la esclavitud. A ello dedica el penúltimo capítulo del libro, donde procura no emitir su opinión sobre el sistema esclavista; nada más contundente como argumento que reproducir noticias y anuncios tomados de los periódicos. Más allá de que la esclavitud es atroz en sí misma - y basta -, considera Dickens que es además origen de que la violencia, el maltrato y la injusticia se extiendan en todos los ámbitos de la sociedad norteamericana. Hoy, afortunadamente, la esclavitud no es asunto de polémica, pero basta recordar la larga lucha abolicionista y por la posterior conquista de los derechos civiles de los negros para comprender la valentía de la postura de Dickens y el desprecio de los esclavistas.
De las conclusiones finales de Notas de América podemos extraer que
Las impresiones de aquel viaje las recogió ese mismo año en Notas de América. A través de este libro conocemos la preocupación de Dickens por los más desfavorecidos; niños, enfermos, presos, esclavos... se trata de una preocupación filantrópica propia de la época (recordemos la labor que en esos mismos años realizan en España en favor de los enfermos, los pobres, los presos y las mujeres, la Condesa de Espoz y Mina, Concepción Arenal, las Conferencias de San Vicente Paul o la fundación en Ginebra en 1863 de la Cruz Roja). Buena parte de las páginas de Notas de América se dedica a describir y comentar las instituciones - cárceles, hospitales, etc. - que Dickens visitó en varias de las ciudades por las que pasó. Destacan entre ellas los elogios dedicados a las que visitó en Boston y su dura crítica al célebre modelo penitenciario de Filadelfia caracterizado por el aislamiento de los presos en celdas individuales y también por su arquitectura - módulos radiales - que tuvo gran influencia en Europa. En todo caso;
Un rasgo magnífico y agradable de tales instituciones americanas es que reciben el apoyo o la contribución del estado o (en caso de no necesitar su ayuda) que actúan de común acuerdo con éste, y que son categóricamente del pueblo. No puedo por menos de pensar, teniendo en cuenta su origen y su tendencia a levantar o abatir el ánimo de las clases trabajadoras, que una organización pública de beneficiencia es infinitamente mejor que una fundación privada, por muy dotada de fondos que este última pueda estar".Notas de América nos ofrece también las impresiones de Dickens sobre las costumbres y la organización social americana. Por una parte, todo en América es más fácil, menos pomposo y protocolario que en Inglaterra, por otra, en ocasiones, resulta más tosco y ordinario. Y si una costumbre llama la atención y exaspera a Dickens es la que tienen los norteamericanos de estar continuamente mascando tabaco y escupiendo lo mascado. Todo el mundo escupe continuamente en cualquier sitio, en todos los sitios. Una guarrada absolutamente insoportable:
Puesto que a Washington se la podría considerar la sede de la saliva teñida de tabaco, es hora de destacar sin tapujos que esas dos prácticas odiosas de mascar y escupir empezaron entonces a parecerme todo menos agradables, y pronto se convirtieron en algo de lo más nauseabundo e insultante. Este repulsivo hábito se consiente en todos los lugares públicos de América. En los tribunales de justicia, todos tienen su propia escupidera: el magistrado, el pregonero público, el testigo y el preso; incluso los miembros del jurado y el público asistente están bien provistos de tales recipientes, pues se considera que, por su naturaleza humana, sienten el deseo de escupir constantemente. En los hospitales, a los estudiantes de Medicina se les ruega, mediante letreros colgados en las paredes, que escupan su zumo de tabaco en las cajas destinadas a ello, y no manchen las escaleras. En los edificios públicos, se implora a los visitantes, por medio de la misma técnica, que echen la esencia de sus mascadas - o "bocaditos" como he oído que los llaman caballeros doctos en esta clase de golosina - en las escupideras nacionales, y no al pie de las columnas de mármol. Sin embargo, en algunos lugares, esta costumbre va unida de manera inseparable a cada comida y visita informal, y a todas las actividades de la vida social. El extranjero que siga la ruta que yo mismo he seguido, descubrirá que en Washington esta costumbre se halla en su máxima gloria y esplendor, exuberante en toda su inquietante falta de cosideración. Y no dejemos que dicho viajero se convenza a sí mismo (como hice yo en una ocasión, para vergüenza mía) de que los anteriores turistas habían exagerado el alcance de este hábito. El hábito es una exageración de asquerosidad que no puede ser superada".En algunos aspectos vemos ya mucho de lo que, más de siglo y medio más tarde, tenemos como imagen tópica de los norteamericanos. Aunque algunas cosas como la torticera, demagógica, falaz e interesada defensa de la "libertad individual" bien que se han copiado en lugares de Europa muy cercanos a nosotros para, por ejemplo, derruir la sanidad y la educación públicas en beneficio de despreciables intereses privados:
El Messenger fue el barco más recomendado. Hacía quince días que anunciaban que zarparía ese día sin falta, pero todavía no había partido y su capitán no parecía tener intención de hacerlo. No obstante, esto era moneda corriente, porque, si la ley obligara a todo hombre libre e independiente a mantener su palabra para con el público, ¿qué pasaría con la libertad individual? Además, es por el bien del comercio. Y si los pasajeros son engañados por el bien del comercio y la gente padece inconvenientes por el bien del comercio, ¿qué hombre que además es un astuto comerciante, va a decir: "hay que acabar con esto"?".¿A qué nos suena?; la libertad de elección - para lo que les interesa -, el beneficio de la economía...
Pero la crítica más contundente y, a la vez, la que más problemas le causó a Dickens, es la que en Notas de América hace de la esclavitud. A ello dedica el penúltimo capítulo del libro, donde procura no emitir su opinión sobre el sistema esclavista; nada más contundente como argumento que reproducir noticias y anuncios tomados de los periódicos. Más allá de que la esclavitud es atroz en sí misma - y basta -, considera Dickens que es además origen de que la violencia, el maltrato y la injusticia se extiendan en todos los ámbitos de la sociedad norteamericana. Hoy, afortunadamente, la esclavitud no es asunto de polémica, pero basta recordar la larga lucha abolicionista y por la posterior conquista de los derechos civiles de los negros para comprender la valentía de la postura de Dickens y el desprecio de los esclavistas.
De las conclusiones finales de Notas de América podemos extraer que
El pueblo americano es, por naturaleza, franco, valiente, cordial, hospitalario y afectuoso. La cultura y el refinamiento sólo parecen realzar su cordialidad y su ardiente entusiasmo, y es la posesión de estas últimas cualidades en grado sumo lo que hace que de un americano culto uno de los amigos más simpático y generosos".pero
No hay duda de que sería bueno que todos los americanos en general fueran menos materialistas y algo más idealistas. Sería bueno que se fomentara más el buen humor y la alegría, y que se cultivara lo bello, aunque no fuera inmediata y extremadamente útil".La primera edición en castellano, aunque parezca sorprendente, de Notas de América, de Ediciones B, es de 2005. Luego se ha reeditado en 2010 y en 2012 en edición conmemorativa del 200º aniversario del nacimiento del autor.
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