Katherine Winkler, Cárdeno adorno
A través de un relato, en primera persona, de un estilo poético, conciso y preciso, de frases cortas y momentos oníricos - como onírica es la conciencia de alguien molido a palos - Katherina Winkler (Viena, 1979) pone ante nosotros la historia de Filiz, una mujer turca cuya historia real Winkler conoce de primera mano.
Filiz nació en algún perdido pueblo de Turquía en una familia numerosa en la que madre, hijos e hijas vivían al servicio del padre y sometidos a su violencia, la del hombre cuyo honor no se puede manchar. Si el honor es el distintivo del hombre, el color de los cardenales es el adorno imperecedero del cuerpo de las mujeres. Filiz, con trece años tuvo el arrojo de huir del hogar - si cabe la palabra - para casarse con Yunus, un bello muchacho poco mayor que ella, con el que espera vivir en Alemania.
Austria y Alemania son como la vida en televisión, sin pobreza ni enfermedades.
Pero Filiz en el matrimonio encuentra un infierno. Su padre la repudia, su suegra la trata como a una esclava, su querido marido la viola y maltrata un día sí y otro también, la golpea con una saña atroz. Yunus y Filiz acabarán instalándose en Austria. Pero nada cambiará.
Golpe. A golpe. Golpe. A golpe.
Filiz y sus tres hijos siguen viviendo bajo el terror machista y la violencia extrema de Yunus. Las palizas acabarán llevando a Filiz al hospital y al borde de la muerte en varias ocasiones. Hasta que finalmente un médico y su mujer - los padres de Winkler - la ayudan a salir del infierno.
Cárdeno adorno (2016; Periferica, 2018) tiene dos grandes virtudes. La primera es el estilo, tan contundente como poético, que demuestra - una vez más - que menos palabras son mejor literatura. La otra, conseguir que, a pesar de ser extremadamente dura, la vida real en la que se fundamenta la novela no nos resulte una conmovedora historia personal, ni siquiera la historia común de tantas mujeres de ciertas culturas, sino una historia de valor universal que nos habla de todas las mujeres de cualquier tiempo. A Filiz su madre y sus vecinas le aconsejan:
Tenemos que vivir así, tenemos que sufrir así, no hay remedio.
¡Piensa en los niños!
Tienes que darle más amor a tu marido.
¿Cuántas mujeres no habrán escuchado estos consejos o los siguen escuchando hoy no muy lejos de nosotros?
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