sábado, 28 de septiembre de 2019

Porfiri P. Infántiev, En otro planeta

Primera edición de En otro planeta.
En 1887 el joven ruso narrador de En otro planeta viajó a Suiza y tuvo un accidente del que afortunadamente le rescató ileso un hombre solitario que vivía en lo alto del Mont Blanc, el doctor Rochas. Sin pretenderlo, al día siguiente el joven descubre que el científico, observador del firmamento, ha ingeniado un aparato para comunicarse con los marcianos. Es más, también una manera de viajar a Marte - mediante la hipnosis -. Por mucho que todo esto pueda parecernos digno de estupefacción, el diálogo entre ambos se rige por la elegancia, educación y cortés verborrea de tantos caballeros literarios decimonónicos. Naturalmente, por tanto, basta la palabra del distinguido doctor para que nuestro joven acepte como verdad incuestionable aquello que tanta inicial sorpresa le causa. La sabiduría y modestia de Rochas satisfacen las inquietudes intelectuales del joven hasta el punto de que este acepta viajar a Marte para conocer por sí mismo el planeta. Allí, otro honorable ser, Pax, padre de Experimentus y de Liberia, será su anfitrión. Tras ser acogido, un viaje con Liberia alrededor del planeta le permitirá conocer las maravillas marcianas - pues los marcianos son seres más inteligentes, nobles y avanzados que los humanos, aunque, eso sí, mucho más feos -. Entonces, inevitablemente, esta entretenida novelista pierde peso debido al predominio de las descripciones y los fragmentos expositivos. Una situación imprevista obligará al viajero a retornar a la Tierra.
Sabremos, por su relato, que los marcianos viven en una sociedad altamente mecanizada y tecnológica, tienen un sistema de túneles subterráneos por los que llegan a las casas la comida y todo aquello que sea solicite sin necesidad de ir a comprarlo, que por otro tubo de aire comprimido se puede viajar en un tren bala a altísimas velocidades o se puede viajar también en aparatos voladores que también pueden trasladarse bajo las aguas, que han desarrollado sistemas de comunicación que podemos asimilar a la televisión y a los medios de reproducción de imagen y sonido previamente almacenados, que son capaces de comunicarse leyendo el pensamiento - lo que es más eficaz que la palabra -, que observan continuamente cada rincón y a cada habitante de la Tierra, conoceremos su sistema educativo...
Y nos quedamos sin conocer más - aquellos aspectos más relacionados con una sociedad utópica - porque fueron eliminados por la censura política cuando En otro planeta se publicó en 1901, cinco años después de que Porfiri P. Infántiev (Varnakovo, 1860 - Nóvgorov, 1913) lo escribiera, en1896, titul´ndolo entonces Los habitantes de Marte. Recordemos que H. G. Wells publicó La guerra de los mundos en 1898. Por aquellos años Marte pasó cerca de la Tierra y se desarrolló una importante "fiebre marciana" en los medios de comunicación.
Junto a Verne y Wells, autores como Infántiev o los otros recogidos en los dos volúmenes de Pioneros de la ciencia ficción rusa (Alba, 2013 y 2015) pusieron los cimientos de un género, que tuvo un mayor desarrollo en los pulpos norteamericanos y, más aún, tras la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos, pero también - aunque tengamos un conocimiento mucho menor - en la Unión Sovietica. Sobre estos escritores que iniciaron la ciencia ficción en la Rusia zarista y sobre su desarrollo en la URSS podemos leer el artículo "Luces y sombras de la fantasía científica soviética" (pp. 30 - 39 del número 19 de la Revista de Ciencia Ficción de la Facultad de Informática de la Universidad Complutense de Madrid).
Infántiev, de ideología socialdemócrata, viajó en 1885 a Ginebra donde tuvo un activo papel entre los revolucionarios rusos emigrados. Es autor de varias decenas de libros sobre etnografía.

jueves, 19 de septiembre de 2019

Kent Haruf, Al final de la tarde

Kent Haruf es un maestro a la hora de transmitirnos y conmovernos con los sentimientos más básicos y fundamentales de las relaciones humanas. Lo comprobamos primero en Nosotros en la noche y luego en La canción de la llanura. Ahora Al final de la tarde (2004, Literatura Random House, 2018) - continuación de la anterior - nos trae de nuevo a los hermanos McPheron y sufriremos la muerte de uno de ellos y la readaptación a la vida en solitario del otro. Victoria Roubideaux, sin alejarse de ellos, abandona el hogar de los McPheron para trasladarse con su niñita a la universidad de Fort Collins e iniciar sus estudios, Gurthrie y otros personajes que conocimos en La canción de la llanura vuelven ahora con menos protagonismo porque aparecen nuevos personajes con los que Haruf enriquece su visión panorámica y coral de la triste sociedad de Holt: una mujer con dos hijas pequeñas que se derrumba cuando la abandona el marido, un matrimonio pobre incapaz de sacar adelante a sus hijos que deben ser llevados a un hogar de acogida, un niño huérfano que cuida de su abuelo, una asistente social que debe lidiar con las penurias de los demás, un borracho que maltrata a niños indefensos, mujeres y hombres maduros y solos que buscan calor, compañía, amor, sexo, algo de conversación, alguien con quien acompañar un trago...
La de Haruf es una narrativa social que, con un estilo sencillo - personal e inconfundible -, nos sitúa ante unos hechos y unas vidas tan cotidianas como reales, tan tristes como vulgares, dejando que sea el lector quien cargue de emoción y sentimiento la lectura y los momentos para demorarla acompañando a los personajes en sus pequeñas alegrías y miserias. La vida retratada con una objetividad cálida que nos sitúa ante situaciones como las que cada día nos rodean en la calle, aunque no sean a las que más atención prestamos. El final de la tarde, sin duda, el mejor momento para repasarlas con una sonrisa medio triste, una canción a tono y una cerveza empezando a calentarse.

domingo, 8 de septiembre de 2019

George V. Higgins, Los amigos de Eddie Coyle

Escena de Peter Yates, El confidente (1973).
Los amigos de Eddie Coyle (1970; Libros del Asteroide, 2012) es la primera y la más exitosa novela de George V. Higgins (Brockton, Massachusetts, 1939 - Milton, Massachusetts, 1999). Lo es porque aportó algo nuevo en la novela criminal norteamericana. La fuerza de Los amigos de Eddie Coyle se encuentra en sus diálogos - creíbles y auténticos - que sostienen toda la trama, en la mínima presencia del narrador y de las descripciones - sólo lo imprescindible para situarnos - dejándonos solos ante los personajes, y en los personajes a los que conocemos por sus hechos y sus palabras sin que nadie los juzgue y sin que nadie nos indique si son buenos o malos.
Eddie es un delincuente de segunda fila que está valorando ofrecer a la policía un chivatazo que le libre de una inminente condena. A su alrededor todo un submundo de delincuentes, traficantes de armas, atracadores de bancos, confidentes y policías. Y en el ambiente la mafia y los Panteras Negras, las dos grandes preocupaciones de la policía a finales de los sesenta.
La omnipresencia de los diálogos y la casi ausencia del narrador y de descripciones aportan también ritmo a una narración muy cinematográfica que nos recuerda casi inevitablemente las posteriores películas de QuentinTarantino.
Los amigos de Eddie Coyle, publicada el mismo año que Carter revolucionaba la narrativa criminal británica, es una lectura imprescindible para los amigos de la novela negra y también para los amigos de la buena literatura.
Higgins escribió una veintena más de novelas, pero muy pocas han sido publicadas en España. La adaptación al cine de Los amigos de Eddie Coyle se tituló en España El confidente y la edición de 1973 de Editorial Noguer El chivato. Grijalbo editó El juego de Digger en 1975. Ambas novelas fueron publicadas en catalán en los años noventa. Pero luego ha habido que esperar hasta esta edición de Libros del Asteroide para recuperar a George V. Higgins. Asteroide ha publicado también Mátalos suavemente y La rata en llamas.
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