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Luis Landero, Lluvia fina

La lluvia fina también cala. Pero como no se nota puede resultar engañosa. Y todo tiene su punto de saturación, de modo que, expuestos continuamente a la lluvia fina, podemos acabar - lentamente - igual que si nos arrastrara una riada.
Aurora es maestra y, quizá por eso, tiene una gran capacidad para escuchar, para ser paño de lágrimas de los demás, para ser confidente de los secretos de todos. Los demás son Gabriel, su marido, y su familia: su madre y sus dos hermanas, Sonia y Andrea, y Horacio, exmarido de Sonia del que Andrea siempre estuvo enamorada.
La tormenta se desencadena porque Gabriel tiene la feliz idea de reunirlos a todos para celebrar el cumpleaños de la madre - ochenta -. De la última vez que se juntaron todos han pasado diez años; una noche de navidad que acabó en escándalo. En cuanto Gabriel llama a sus hermanas, todos se precipitan a hablar con Aurora. A través de estas conversaciones de confesionario arbitradas por Aurora, con paciencia y comprensión, conoceremos la historia familiar - compleja - y las distintas visiones, distorsionadas por el olvido y el recuerdo, que cada uno de ellos tiene de los hechos del pasado. Conoceremos también a cada uno de los miembros de esta familia - complejos, a su vez, todos ellos -.
En 1980 murió el padre, jovial y fantasioso, siendo los hijos todavía niños. La madre, practicante y callista, es una mujer fría de carácter serio, hosco. Una mujer sin nombre que inevitablemente nos parece una reencarnación de Bernarda Alba. Dos años más tarde monta una mercería y pone a trabajar en ella a Sonia, la mayor, y poco después, cuando ella tiene quince, le obliga a casarse con un hombre veinte años mayor, Horacio. Mientras, Gabriel, el pequeño, es el favorito, según sus hermanas, de la madre. Desde entonces, desde antes, desde la tierna infancia existieron las rencillas entre los tres hermanos y sus diferentes sentimientos hacia la madre. Bueno; esto es una manera de intentar resumirlo porque contado por cada uno de ellos podríamos verlo de otra manera. El caso es que Aurora es vaso que recoge todos estos enfrentamientos y tensiones y nuevos y atroces secretos desconocidos hasta ahora. Las cosas se tuercen y parece que la fiesta de cumpleaños no se celebrará. Además Aurora, naturalmente, tiene también su propia perspectiva y, sobre todo, sus propias decepciones y melancolías.
La madre siempre fue enemiga de fiestas porque, dice ella, después vienen siempre las tragedias. Sabiendo esto, a partir de aquí corresponde al lector exponerse a Lluvia fina (2019) de Luis Landero y decidir con cuál de las contradictorias versiones de cada episodio de la historia familiar se queda, qué opinar de cada uno de sus personajes de tan distintas personalidades, cómo acompañar a Aurora mientras le llueve encima. Exponerse a Lluvia fina resultará duro, pero, paradójicamente, podremos salir vivos sin tomar partido por nadie porque no es fácil empatizar con ninguno de estos personajes, ni siquiera con Aurora. Si el lector se expone a Lluvia fina podrá luego meditar sobre los asuntos de familia - siempre más complicados y/o turbios de lo que aparentan - y sobre la incomprensibilidad de la personalidad y el comportamiento humano. Aquí no podemos hacerlo más sin desentrañar la novela.
Lluvia fina es una novela que nos recuerda que ni las palabras ni los relatos son inocentes ni se las lleva el viento y que los recuerdos no siempre coinciden con la verdad. Una novela catártica que quizá es un poco densa en su nudo central pero muy interesante al comienzo e inolvidable al final.

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