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Richard Harding Davis, En la niebla

Frank Street, Un club de caballeros (1917).
El  próximo 11 de abril se cumplirán cien años de la muerte - sufrió un infarto mientras charlaba por teléfono - de Richard Harding Davis (Filadelfia, 1864 - 1916). Davis fue un importante reportero de guerra que estuvo presente en la guerra de Cuba y en la Primera Guerra Mundial. Y fue también un importante novelista; entre su extensa obra destaca Soldados de fortuna (1897). Sin embargo, En la niebla (1901), publicada a finales de 2015 por Ardicia es la primera obra de Davis que se publica en España.
Una noche de gran niebla de 1897, en el más selecto club londinense cenan cuatro caballeros, mientras un quinto lee tranquilamente una novela policiaca, género al que es perdidamente aficionado. Uno de los comensales desearía que el lector permaneciese allí el resto de la noche, pues así no acudiría a la Cámara de los Comunes, donde su intervención será decisiva para que se apruebe un proyecto que aquél no quiere ver aprobado. Conocedores del gusto por los relatos policiacos de sir Andrew, el lector, los comensales intentan retenerle relatándole el crimen - un doble asesinato - que, desde la noche anterior, trae de cabeza a Scothland Yard. Imaginamos al principio que el aficionado a lo detectivesco será capaz, a partir del relato de sus contertulios, de esclarecer el crimen sin levantarse del asiento con su indiscutible inteligencia mucho más sagaz que la de la policía. Eso esperamos de una novela-enigma, de una novela policiaca clásica. Sin embargo, no es así y En la niebla nos presenta un final sorprendente, distinto de lo que dictan los esquemas clásicos del género. Y aunque, avanzada la novela, podemos atisbarlo, no por ello deja de ser una genialidad, que incluye varios tirabuzones dentro del giro final y que hace la novela aún más divertida para el lector. Y para el autor que, en su divertimento, se incluye sutilmente como personaje en las últimas páginas de la novela. Seguramente, para Harding Davis escribir esta novelita fuera una distracción, pero no por ello dejó de crearla con toda su atención como prueba la perfecta construcción del relato.
Se trata de una novela breve - no llega a las cien páginas -, amable de leer porque el narrador desaparece dejando el peso de la narración en las sucesivas intervenciones de los personajes que cuentan lo que sobre el caso saben y, de ese modo, aportan nuevos puntos de vista. Naturalmente, siguiendo las cánones de la novela policiaca victoriana, el crimen en cuestión en nada cuestiona el sistema político y social, los protagonistas son aristócratas, diplomáticos y un locuaz e inteligente inspector, los malos son extranjeros y sirve más para la distracción y la prueba de sagacidad de sus personajes que para poner en duda valor alguno.
El gusto de sir Andrew por la novela policiaca, especialmente por Gaboriau, y el propio hecho de que esta novela, una de las primeras novelas policiacas estadounidenses, se publicara sólo catorce años después de la primera aventura de Sherlock Holmes, Estudio en escarlata, son buena prueba del éxito del género.

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