jueves, 31 de diciembre de 2015

Marga Minco, La hierba amarga

Gueto judío de Amsterdam.
La hierba amarga es el testimonio de Marga Minco (seudónimo de Sara Menco, nacida en Breda en 1920) de la ocupación nazi de Holanda. Como otras obras testimoniales sobre el holocausto, no se publicó hasta pasada una década del fin de la guerra; 1957. Para nosotros es otro de esos descubrimientos que nos ofrece Libros del Asteroide, que en 2007 lo publicó por primera vez en castellano.
Se trata de un relato breve dividido en cortísimos capítulos. No se trata, en este caso, de historias tan duras como las que nos cuentan supervivientes de los campos de concentración como Primo Levi o Joaquim Amat-Piniella o quienes vivieron la guerra escondidos como Ana Frank. Pero no por ello resulta un testimonio menos conmovedor. Al revés incluso. Conmueve - sabiendo lo que la escritora sabe y los lectores sabemos - la ingenuidad con la que la familia Minco afronta la ocupación, las prohibiciones, el desplazamiento de los padres al gueto de Amsterdam, las detenciones... Conmueve imaginar el sentimiento de culpa de Marga Minco, que huyó cuando los alemanes vinieron a por sus padres, que se salvó cuando fue detenida su cuñada y su hermano se entregó. Conmueven las elecciones de la autora; el tono sencillo del relato, su brevedad y condensación, y aquello que decide callar. Conmueve imaginar cuantos judíos se resistieron a creer lo que se contaba y pensaron que embarcarse en los camiones del ejército alemán abandonando sus casas sin siquiera echar la llave no era muy distinto a salir de excursión con los padres escolapios, una oportunidad de conocer otros lugares de Europa. Y conmueve, también, el valor de quienes arriesgaron sus vidas proporcionando refugio a quienes escapaban del horror nazi.
Marga Minco sobrevivió a la guerra con identidad falsa acogida por diversas personas. Tras la liberación sus padres, su hermana, su hermano y su cuñada habían muerto; de su familia sólo ella sobrevivió. Desarrolló luego su vida de periodista y escritora.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Amélie Nothomb, Cósmética del enemigo

Un hombre se dispone a leer para pasar el tiempo tras anunciarse el retraso de su vuelo cuando un desconocido se sienta a su lado y comienza a hablarle. Naturalmente, el viajero intenta evitar al pesado. Pero hablar al de la lado no está prohibido por ninguna ley y nada puede hacer el invadido. Nada, salvo acabar entrando en el juego y dar la réplica aunque sea, en un principio, con monosílabos y evasivas. Poco a poco la conversación irá tomando cuerpo y el viajero, a su pesar, participará en ella. El pesado acabará confesando una violación cometida hace veinte años y un asesinato cometido hace diez años; ese mismo día, el 24 de marzo de 1999, se cumplen diez años. Tanto el viajero como el lector recibirán luego alguna otra sorpresa a medida que el relato del pesado cobra algunos giros.
Nothomb nos presenta el diálogo entre sus dos personajes de manera teatral, con intervenciones mínimas del narrador; las imprescindibles para introducir y cerrar el relato y alguna pequeña explicación en dos o tres momentos de la conversación. Más allá de la austeridad narrativa y de la originalidad del planteamiento, nada del otro mundo en esta novela - por mucho que lo pretenda y por mucho éxito que tuviera en 2001 - de Amélie Nothomb. Muy lejos de la interesante Una forma de vida, de la que ya hablamos aquí. Anagrama publicó Cosmética del enemigo por primera vez en 2003.

martes, 15 de diciembre de 2015

Chrétien de Troyes, El Caballero de la Carreta

William Hatherell, El rescate de Ginebra.
La "materia de Bretaña" es, quizá la aportación más importante de la literatura medieval. Llamamos así a las leyendas celtas y bretonas que recogen las aventuras del rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda y que fueron fuente de inspiración de diversos autores medievales.
Chrétien de Troyes (h. 1135 - h. 1190) fue el más importante de esos autores. María de Champaña fue su protectora, y lo fue también de Andrés el Capellán, cuya obra De amore puso las bases del amor cortés que guió los versos de los trovadores provenzales.
El Caballero de la Carreta nos relata  una de las historias del ciclo artúrico; Meleagante se lleva de la corte de Arturo a su esposa Ginebra y la mantiene secuestrada. El caballero Galván sale en rescate de la reina y en el camino encuentra a un misterioso caballero que viaja también con el mismo propósito y para ello no duda de hacerlo en una carreta, a pesar del deshonor que ello supone (en carreta se llevaba, a la vista de todos, a los condenados). Lo hace pues es un sacrificio al que le obliga su amor.
Ambos caballeros deciden, para salvar cuanto antes a la reina, seguir cada uno un camino; uno el más largo, otro el más peligroso. El caballero de la carreta seguirá el peligroso; debe afrontar el imposible paso del puente de la espada. A partir de aquí el relato sigue a esta caballero, cuya misteriosa identidad su guarda celosamente.
El Caballero de la Carreta, además de su asunto artúrico, nos ofrece también un ejemplo perfecto del amor cortés. Pues es el amor por Ginebra el que mueve a Lanzarote del Lago - el caballero misterioso que viaja en carreta - en todos sus actos. Y su comportamiento - guiado por Generosidad y Piedad, por Muerte y Vida, por Cobardía y Valentía, por Amor, por Fortuna - y el de Ginebra se ajustan siempre a las reglas del amor cortés.
En El Caballero de la Carreta lo real y lo fantástico se mezclan en con absoluta naturalidad en un relato dinámico y divertido en el que le lector goza de las aventuras de los personajes, que se diría, al margen de lo que pase, son gente feliz y simpática carentes de atormentadas psicologías, que aceptan el devenir de los ellos con la misma normalidad con la que aceptan el código de caballería y la presencia de elementos fantásticos en el mundo.
El libro, escrito por Chrétien de Troyes, fue acabado hacia 1180 por sus discípulo Godofredo de Leigni. La edición de Alianza Editorial se corresponde con la de la traducción moderna de Luis Alberto de Cuenca y Carlos García Gual que publicó Labor por primera vez en 1976 y luego han reeditado otras editoriales.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Maj Sjöwall y Per Wahlöö, El policía que ríe

Imagen tomada en Estocolmo el 2 de septiembre de 1967,
el último día de circulación por la izquierda en Suecia.
A las once de la noche del 13 de noviembre de 1967 se produce la mayor matanza de la historia de Suecia; un hombre armado con una metralleta asesina a todos los pasajeros de un autobús. Estamos ante el cuarto caso del comisario Martin Beck; El policía que ríe (1968). Entre los pasajeros asesinados se encuentra Strenströn, uno de los subordinados de Beck, que, armado y fuera de servicio, viajaba en el autobús sin que nadie sepa por qué. Apenas dos meses antes, los autobuses han sustituido a los tranvías en Estocolmo y se ha adaptado la circulación por la derecha.
La investigación avanzará sobre la hipótesis de que el autor es un psicópata - como en las frecuentes matanzas norteamericanas -. Pero se estancará y Beck y los suyos abrirán nuevas líneas de investigación; ¿qué hacía Strenströn en el autobús?
Sin conocimiento de nadie, Strenström llevaba desde el verano - apenas han tenido trabajo desde que  detuvieron al hombre del balcón - investigando un viejo crimen que había quedado sin resolver en 1951. Seguir los pasos de esa investigación llevará a Beck y los suyos a resolver aquel asesinato y esta matanza.
El policía que ríe, que toma su título de una vieja canción de 1922 de Charles Penrose, es una obra maestra del subgénero del procedimiento policial. Maestría que radica en la técnica narrativa objetivista (de la que ya hemos hablado respecto a las novelas anteriores de la serie) y en el estilo conciso y directo que mantiene al lector ansioso por saber. En cuanto a saber; de la vida de Martin Beck, se nos dice poco esta vez, pero sabemos mucho; ahora duerme en el sofá del salón.
La novela, como las otras de la serie, nos enseña que mientras nosotros pensábamos que Suecia era el paraíso y de allí venían aquellas turistas rubias que llenaban nuestras playas, Suecia era, en realidad, algo igual de lejano para nosotros entonces; una sociedad capitalista desarrollada. Y eso implica que en sus calles campan niños que ya no aprenden buenos modales en el colegio, policías que se dejan barba, la delincuencia, la prostitución, los inmigrantes extranjeros que se hacinan en pisos de camas calientes por las que pagan precios abusivos... y, naturalmente, el consumismo navideño:
La sociedad de consumo y sus agobiados ciudadanos tenían otras cosas en las que pensar. Aunque todavía faltaba más de un mes hasta Navidad, la orgía publicitaria había comenzado ya y la histeria consumista se extendía rauda e inexorable como la peste negra por las calles comerciales engalanadas. La epidemia resultaba irresistible y no había lugar alguno al que huir. Invadía casas y pisos, envenenando y sometiendo todo a su paso. Los niños lloraban de hartazgo y los padres de familia estaban ya endeudados hasta el verano siguiente. Venía a ser una especie de tocomocho legal que alcanzaba en estos momentos su pleno apogeo.
Y nos deja una reflexión sobre la policía y su trabajo en una sociedad así:
- Se debe a que la policía es un mal necesario - sentenció Melander -. Todas las personas, incluidos los criminales profesionales, saben que en determinadas situaciones la policía es su único recurso. Cuando un ladrón se despierta por la noche y oye ruidos raros en el sótano de su casa, ¿qué hace?. Por supuesto, llamar a la policía. Pero cuando no se dan tales circunstancias, la mayor parte de la gente reacciona con miedo o desprecio cuando la policía, de un modo u otro, se mete en su vida o viene a perturbar su tranquilidad.
- O sea, que si tuviéramos poco, debemos sentirnos como un mal necesario - dijo Kollberg malhumorado.
- El quid de la cuestión - continuó Melander imperturbable - es el carácter paradójico del propio oficio de policía: por un lado, presupone el más alto nivel de inteligencia, así como unas cualidades  físicas, psíquicas y morales extraordinarias en quienes lo desempeñan; pero, por otro lado, no ofrece nada capaz de atraer a personas semejantes.
El policía que ríe fue la primera novela de Sjöwall y Wahlöö que trascendió fuera de Suecia. En España la publicó Noguer como El alegre policía en 1972. Fue adaptada al cine en 1973, en una película protagonizada por Walter Matthau, que en España recibió el sorprendente título de San Francisco, ciudad desnuda.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Don Carpenter, Dura la lluvia que cae

Jack Levitt y Billy Lancing se conocieron, adolescentes, en 1947 en los billares de Portland. Jack se había criado en un orfanato y huía del reformatorio sin ni siquiera saber que sus padres no le abandonaron, como él piensa, sino que, simplemente, vivieron deprisa y murieron temprano. Billy ha escapado de su hogar, de su familia negra de Seattle en busca de un futuro. Son carne de delincuencia. Tras algunos años intentando entender sus vidas y enmendar sus destinos, sus caminos se reúnen en una celda de San Quintín. Billy morirá en el patio de la cárcel. Su relación en aquellos días es quizá la única en la que hay verdadero afecto en la vida de Jack. Jack intentará luego construir una vida honrada; un trabajo humilde, un matrimonio, un hijo... no será fácil, naturalmente. Sin duda, para algunos siempre es dura la lluvia que cae.
Don Carpenter (Berkeley, California, 1931 - Mill Valley, California, 1995) escribió Dura la lluvia que cae, su primera y más reconocida novela, en 1966. Un ejemplo más de algo que ya hemos citado en otras ocasiones; la capacidad de la narrativa norteamericana de contarnos buenas historias, de crear buena literatura, con un estilo sencillo y carente de innecesarios alardes retóricos. Como la magnífica Stoner, de 1965, nos presenta como protagonista a un tipo corriente, como pudiéramos ser cualquier de nosotros de haber nacido en sus circunstancias, que reflexiona sobre su vida comprendiendo que debe aceptarla sin odiar a nadie. Es brillante el prefacio que nos habla de los padres de Jack, la primera parte de la novela - delincuentes juveniles - nos recuerda la también magnífica Little boy blue, hay páginas emotivas en la segunda parte - una muerte en el patio grande - y merece un respeto el esfuerzo de Jack en la tercera - vidas con sentido -, pero la novela es, quizás, un poco larga y, probablemente, su fuerza estaría más y mejor condensada con algunas páginas menos. En este caso la historia de Jack Levitt - y de Billy Lancing - sería tan conmovedora como la de William Stoner o la de Alex Hammond - little boy blue -, que también pasó por San Quintín. Y, aunque el protagonista escape del marco temporal de la adolescencia, podemos considerar Dura la lluvia que cae como novela de aprendizaje.
Duomo publicó Dura la lluvia que cae en 2012. La promoción del 49, editada por Gallo Nero en 2014 y Los viernes en Enrico's por Sexto Piso en 2015 completan la recepción de Carpenter en España.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Martin Amis, Tren nocturno

Aunque no sabe por qué sus padres le pusieron ese nombre masculino, Mike Hoolihan es una mujer. Tiene cuarenta y cuatro años y lleva más de veinte de servicio, desde 1974. Es policía.

Los polis no juzgamos. Podemos perseguirte y detenerte. Podemos hacer que te enchironen. Pero no te juzgamos. (...) No juzgamos a nadie. No te juzgamos porque sea lo que sea lo que hayas hecho, ni siquiera se aproxima a lo peor. Eres un tipo estupendo. No te follas a un bebé y lo estrellas luego contra la pared. No cortas en trocitos a un octogenario sólo para divertirte. Eres estupendo. Hayas hecho lo que hayas hecho, sabemos todas las cosas que podrías haber hecho y no has hecho.

Y tuvo una infancia difícil:

La segunda cosa es la siguiente: mi padre abusaba de mí cuando era niña. En Moon Park. Sí, me follaba, ¿estamos? La cosa empezó cuando tenía siete años, y acabó a los diez. Tome una determinación: cuando cumpliera diez años ya no me iba a suceder más. Y para asegurarme de que así fuera me dejé crecer las uñas de la mano derecha. Y me las afilé, además; y me las endurecí con vinagre. Crecidas, afiladas, endurecidas: tal era mi determinación. A la mañana siguiente de mi décimo cumpleaños, mi padre vino a mi habitación. y casi le arranqué la puta cara de cuajo. Eso es lo que hice. Me quedé casi con su jodida cara en la mano, como si fuera una máscara de Halloween. Letanía prendida por la sien, justo encima de un ojo, y tuve la sensación de que sitiaba de ella y la desgarraba iba a poder ver por fin quién era en realidad mi padre.

Y hace unos diez años su adicción al alcohol casi acaba con su vida. Entonces su jefe, el coronel Rockwell la acogió en su casa y la ayudó a desintoxicarse. Ahora Jennnifer, la hija del coronel, ha aparecido muerta y él le pide a Mike que se encargue de la investigación. En apariencia se trata de un suicidio, pero algo parece no cuadrar. Y, desde luego, Rockwell no puede aceptar que su bella y feliz hija haya podido suicidarse.

El suicidio es un tren nocturno, un tren que te lleva velozmente a la oscuridad. No podrías llegar tan rápido de otra forma, o por medios naturales. Compras el billete y subes a bordo. El billete te ha costado todo lo que tienes. Pero no hay trayecto de vuelta. Este tren te lleva al interior de la noche, y te deja en ella. Es el tren nocturno. (...) El suicidio es un problema mental y físico que termina violentamente sin que gane nadie.

Mike investigará - durante algo menos de un mes - el caso, que le llevará a conclusiones inesperadas, en un relato en primera persona con un lenguaje del que de antemano se disculpa:

Permítanme disculparme por anticipado por mis palabras soeces, por mi sarcasmo morboso y mi intransigencia. (...) Pido disculpas también por las posibles incorrecciones en los tiempos verbales (difíciles de evitar cuando se trata de personas muertas tan recientemente), y por la informalidad de los diálogos.

Un lenguaje, en todo caso, que, junto a la primera persona narrativa, dota al relato de dinamismo y frescura, de una lectura gustosa y ágil que, junto a la investigación del caso y la reflexión sobre el suicido nos deja un divertido relato sobre un cartero jubilado y algunas frases dignas de recogerse en una antología de citas.
En otras ocasiones hemos hablado de novelas, que publicadas en colecciones de novela negra, no pertenecen realmente al género criminal; Tren nocturno (1997; Anagrama, 1998) resulta en cambio, un inesperado - e interesante - acercamiento de Martin Amis a la novela negra. La novela toma su título de la canción homónima compuesta en 1951 por Jimmy Forrest y de la que la versión de James Brown es, quizá, la más célebre.

martes, 10 de noviembre de 2015

Naguib Mahfuz, Akhenatón

Akhenatón - Amenofis IV - fue hijo de Amenofis III, reinó entre 1352 y 1336 a.C., se casó con Nefertiti y fue sucedido en el trono por su hermano menor Tutankamón. Akhenatón impuso el culto a Atón como único dios, predicó el amor, la paz y la alegría, y trasladó la corte a la nueva ciudad de Akhetatón, abandonando Tebas. Naturalmente, estas decisiones le granjearon enemigos puesto que alteraban las estructuras de poder.
El joven Miri-Mon, intrigado por la figura de Akhenatón, consigue que su padre - que no sabremos quién es - le facilite cartas de recomendación que le permiten entrevistarse con personas que, ya ancianas, fueron cercanas al faraón y a los hechos de su reinado.
Sin apenas intervención de Miri-Mon, asistimos a catorce relatos en primera persona, los correspondientes a las entrevistas de Miri-Mon con personas que amaron u odiaron a Akhenatón. Empezando por su mayor enemigo, el sacerdote de Amón y acabando con su esposa Nefertiti.
Esta polifonía de voces narrativas, por una parte ameniza la lectura de esta breve novela, por otra - y más importante - nos permite sacar nuestras propias conclusiones y tener nuestra propia visión y opinión sobre Akhenatón, los hechos y la conspiración contra él. Y muy probablemente, pensaremos, como Bintu, el médico de Akhenatón, el penúltimo de los encuestados por Miri-Mon:
La cuestión es que era un hombre por encima de los demás, que anunciaba un reino divino inaceptable para la naturaleza humana. Hizo que cada uno sintiera su insignificancia y los desafío con una insistencia sin precedentes. Se abalanzaron sobre él con una ira terrible y con un odio animal...".
Naguib Mahfuz (El Cairo, 1911 - 2006) fue autor de una amplia obra narrativa, en la que destaca su cultivo de la novela histórica, profusamente publicada en España a partir de que le fuese concedido el Premio Nobel de Literatura en 1988. Edhasa publicó Akhenatón (1985) por primera vez en 1996. El País la incluyó en 2005 en su colección Novela Histórica y Público en Premios Nobel en 2010.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Wilkie Collins, La sotana negra

Probablemente la primera traducción al castellano de una novela de Wilkie Collins (Londres, 1824 - 1889) es la de 1887 de La hija de Jezabel. A lo largo del siglo XX algunas de sus novelas - principalmente las más reconocidas La dama de blanco y La piedra lunar - se han publicado con regularidad. Pero, seguramente al calor de las ediciones y estudios críticos en lengua inglesa publicados a raíz de su 175º aniversario, en lo que va de siglo XXI se ha multiplicado también profusamente la edición de sus novelas en España y la consideración del autor como uno de los más destacados escritores del XIX y como creador del suspense.
La novela era un género todavía poco valorado al comienzo del siglo XIX, pero el desarrollo que la revolución industrial trajo consigo permitió que encontrará un lugar como hecho a medida en el folletín; la publicación por entregas a precio módico que alfabetizó a las clases obreras y significó la democratización de la literatura, la multiplicación de los lectores, el éxito popular de novelas cuyos capítulos se prolongaban o encontraban su fin de acuerdo al gusto popular (al modo de las series televisivas actuales). Muchas novelas del XIX se publicaron primero por entregas, después en ediciones de tapas duras y, finalmente, en ediciones más baratas y de pequeño formato que permitían a los lectores cargar con ellas y leerlas en el tren. Wilkie Collins, cuyas novelas siguieron ese proceso de publicación que se iniciaba en el folletín, comprendió, quizá mejor que nadie, que este sistema de publicación requería ciertos mecanismos de técnica narrativa; verosimilitud, diálogos, capítulos cortos... y la creación de pequeños misterios secundarios que inquietaran al lector de manera que sintiera la "necesidad" de saber qué pasaría en la siguiente entrega de la novela. Había nacido el suspense, que, desde entonces, tanto ha aportado a la novela criminal y a la de terror y al cine, naturalmente. (En realidad, esto de mantener en vilo al lector ya lo inventó la novela bizantina, o sea, la maestría de Cervantes en el maravilloso Los trabajos de Persiles y Sigismunda).
La sotana negra (1881) es una de las novelas menos conocidas de Collins. Cátedra, en 2014, la ha incluido en su colección Letras universales en traducción y edición de Damiá Alou, autor también de la única edición española anterior de esta novela; la que con el título El hombre de negro publicó Ediciones del bronce en 1998.
La Compañía de Jesús, desde su sede en Roma, ha decidido recuperar las iglesias católicas que fueron expropiadas por Enrique VIII. Pero, naturalmente, no comprándoselas a sus actuales propietarios sino consiguiendo que éstos se las donen generosamente. De ello se ocupa el padre Benwell; uno de los malvados más malvados de la historia universal de la literatura, el cine y la televisión. Inteligente, sibilino y retorcido manipula todo y a todos en beneficio de su objetivo, que, en este caso, es adueñarse de la abadía de Vange, situada en la propiedad de Lewis Romayne.
Romayne, más bien pusilánime y de carácter cambiante, se encuentra muy afectado por una muerte en la que se ha visto involucrado. En su vida aparece, además de Benwell, Stella Eyrecourt, una joven bella y buena. Así, mientras el pérfido Benwell se ocupa de ganarse el espíritu de Romayne para conseguir que se convierta al catolicismo - como paso previo necesario a que done la abadía - y emplea para ello a un sacerdote joven y honrado - el padre Penrose -, Stella intenta ganarse el amor de Romayne y casarse con él. Stella y su amor por Lewis constituyen el principal obstáculo para que Benwell consiga lo que pretende. La madre de Stella, mujer de mundo, conoce bien la maldad y las armas de los sacerdotes católicos, pues ha vivido en carne propia cómo su familia ha perdido a su hija mayor desde el día en que decidió hacerse monja, y será la mejor aliada de Stella. Pero las Eyrecourt guardan un viejo secreto y Benwell conseguirá descubrirlo.
Fiel a la técnica del folletín, La sotana negra nos guarda continuos motivos de suspense, sorpresas y giros hasta desembocar en su parte final en una espiral de excesivos giros que parece un festival de fuegos artificiales a la mayor gloria de la maestría narrativa de Collins. La novela es una exhibición del dominio de su oficio de Wilkie Collins; todo encaja a la perfección y con naturalidad, la complejidad narrativa que, partiendo de un narrador omnisciente, permite la presencia de varias voces narrativas se resuelve con sencillez, los personajes principales están rodeados de pocos pero interesantes personajes secundarios, el lector participa del relato pues le es imposible permanecer impávido entre el amor de Stella y la maldad de Benwell... Nos gustará más o menos, nos parecerá mejor o peor novela, pero es indiscutible que La sotana negra es un prodigio de dominio de técnica narrativa.
Por otra parte, ésta es también una novela anticlerical - escrita en un país protestante a diferencia de otras de la misma época -; todo por la pasta, se deduce de ella que es el lema de la Iglesia Católica o, para ser más precisos, de los jesuitas. Pero no por ello es una novela maniquea, pues la creación literaria de la novela y sus personajes priman sobre lo ideológico. Una novela anticlerical que se inscribe en dos subgéneros de la novela realista decimonónica; la novela de sacerdote y la novela de adulterio. No hay exactamente adulterio en La sotana negra, pero sí bigamia (o no, descúbralo el lector) y el triángulo Benwell - Romayne - Stella bien se parece al clásico de una novela de adulterio. El recuerdo y la referencia a La Regenta, que Clarín publicó sólo tres años después, en 1884, de que apareciera La sotana negra, resulta inevitable para cualquier lector.

domingo, 25 de octubre de 2015

Johann Wolfgang Goethe, Penas del joven Werther

Wilhelm Amberg, Leyendo el Werther de Goethe (1870).
Nuestras vidas no serían las mismas sin los descubrimientos de Isaac Newton, Marie Curie o el doctor Fleming. Es indudable. Indudablemente tampoco podrían ser las mismas sin Penélope, Celestina, Hamlet, Quijote o don Juan. Sin embargo, nos vemos obligados a explicar el valor o la necesidad de la Literatura cuando, en realidad, el ser humano es inconcebible sin ella. Personajes como los citados han determinado nuestra vida tanto como el descubrimiento de los antibióticos; han sintetizado caracteres humanos o han formado modelos imperecederos que no sólo se han integrado en nuestra cultura sino que han marcado nuestra personalidad y nuestro comportamiento. Buena prueba de ello es que se han lexicalizado; ser una celestina, o ser un lazarillo o ser un romeo... Uno de estos personajes que han cambiado el rumbo de la humanidad después de su aparición es Werther, la gran creación de Goethe (Frankfurt, 1749 - Weimar, 1832).
La emoción con la que las jóvenes del cuadro de Wilhelm Amberg leen Penas del joven Werther refleja bien el éxito de la novela de Goethe en su época; que fue tal que muchos jóvenes, con sufrimientos parecidos a los de Werther, se suicidaron tomando el ejemplo de nuestro protagonista. Al suicidio por imitación se le conoce como "efecto Werther".
Werther viaja al campo y allí, entre la naturaleza y sus habitantes - menosprecio de corte y alabanza de aldea - se siente feliz. Conoce a Carlota, de la que se enamora irresistiblemente, pero ella está comprometida con Alberto, quien está de viaje y cuando regresa resulta ser también un hombre admirable. Werther, siempre con sus textos de Homero bajo el brazo, cultiva, feliz, la amistad de la pareja. Pero sin causa aparente - sí, claro la pasión que siente por Carlota -, sin causa inmediata al menos, de un día para otro cambia el humor de Werther y decide entonces alejarse y trasladarse a Weimar. Pero al cabo de un tiempo vuelve y, ahora cargado con los textos de Ossian en lugar de los de Homero, el dolor de ver a Carlota y Albert casados le resulta insoportable. Más cuando ella le pide que deje de visitarlos con tanta frecuencia como lo hace. Se precipitará entonces el trágico y conocido final.
El género epistolar tuvo un amplio cultivo durante el siglo XVIII. De gran utilidad para la transmisión del pensamiento ilustrado, dejó obras como Cartas persas (1721) de Montesquieu, Julia o la nueva Eloísa (1761) de Rousseau, Cartas marruecas (1789) de José Cadalso o Cartas a Ponz (no publicadas hasta 1848) de Jovellanos. Pero también novelas como Las amistadas peligrosas (1782) de Pierre Choderlos de Laclos. Goethe optó por el género epistolar para Penas del joven Werther; una breve intervención del autor, a modo de editor, al inicio del libro y otra más prolija al final, que nos permite conocer cómo acabó Werther, enmarcan las cartas que Werther envía a un amigo entre mayo de 1771 y diciembre de 1772. Goethe introduce en su novela una importante novedad; sólo recoge las cartas enviadas por un corresponsal, el joven Werther; nada sabemos de las respuestas de su amigo y corresponsal Guillermo. Se trata de una decisión brillante y acertada pues no perdemos sino que ganamos al tener de la historia un solo y subjetivo punto de vista; el relato gana en intensidad,  dramatismo, emoción, ritmo, identificación del lector con el protagonista... Y así Goethe nos presenta una novela indudablemente moderna.
Junto al acierto técnico de omitar las cartas de Guillermo, y de un estilo conciso que también contribuye a su modernidad, Goethe nos ofrece con Werther el perfecto manual del Romanticismo. Su novela es piedra capital del Sturm und Drag y nos deja ya los elementos que luego combinarán y desarrollarán los demás autores románticos; el héroe de nobles sentimientos que se enfrenta a la fatal adversidad y a su corazón desasosegado, la pasión amorosa, el final trágico... De todos ellos, quizá, el que Goethe elabora con más acierto es el de la identificación del estado de ánimo - cambiante, claro está - del protagonista con la naturaleza, con el paisaje.
Hoy Werther, el personaje, nos puede parecer un tanto exagerado y ridículo - como todos los románticos - e inconcebible que tal pasión no tenga una resolución - la que sea - sexual (que seguramente hubiera evitado el suicidio), pero es indudable que Werther, la novela, es una de las grandes obras maestras de la literatura.
Werther se publicó en Leipzig en 1774 - Goethe apenas tenía veinticinco años - y su éxito y difusión, que fue inmediato en Europa, no llegó a España hasta varias décadas más tarde. La primera edición española de Werther es de 1819 - antes se publicó una traducción al español en 1803 en París - y la primera traducida directamente del alemán es de 1835, pero la admiración por la novela y por su autor no llegó hasta la segunda mitad del XIX (el drama en cuatro actos El suicido de Werther, de Joaquín Dicenta, protagonizada por Rafael Calvo, se estrenó en el teatro de la Princesa - ahora María Guerrero - en 1888) que fue aun mayor en la primera mitad del XX multiplicándose las ediciones de la novela.

sábado, 17 de octubre de 2015

Jussi Adler Olsen, El mensaje que llegó en una botella

Creemos que vivimos en una sociedad laica, sabemos que nuestras vidas están amenazadas por el fanatismo religioso, pero un fanatismo que consideramos ajeno, pensamos que las creencias religiosas forman parte de lo privado y que quienes las tienen las compatibilizan con la vida civil y democrática. Sin embargo, en Europa hay sectas y a nuestro alrededor personas que guían, silenciosa y secretamente, sus acciones por sus principios religiosos. La novela negra - Aurora boreal, Antes de que hiele y ahora El mensaje que llegó en una botella (2009; Maeva, 2012) - nos alerta de sus peligros. Por algo será.
Un hombre, cuya infancia y adolescencia quedaron traumáticamente marcadas por el rigor de su padre, pastor de una secta religiosa - nos trae a la memoria La cinta blanca de Michael Haneke -,  busca familias numerosas y adineradas pertenecientes a sectas religiosas, secuestra a dos de sus hijos y tras cobrar el rescate mata a uno y libera al otro para que transmita el mensaje de que seguirán en peligro si hablan de lo ocurrido. El miedo, unido a las creencias y al funcionamiento interno de las sectas, guarda el silencio de las familias.
Al Departamento Q llega un mensaje de socorro lanzado al mar en una botella en 1996 y que ha permanecido olvidado en una comisaría escocesa desde 2002. Morck y los suyos intentan descifrar el mensaje y lo ocurrido, al mismo tiempo que Assad descubre la relación entre una serie de incendios, con cadáver carbonizado incluido, que se está produciendo en las últimas semanas con uno ocurrido en 1996. De manera que el Departamento Q y el A - homicidios - trabajan en colaboración.
Al trabajo de Carl Morck y su asistente Assad y la ayuda de Hardy, el compañero que quedó tretrapléjico en un tiroteo, se une ahora el trabajo de Yrsa, la hermana gemela de la secretaria Rose, que está de baja, y la colaboración de dos expolicías; uno jubilado que navega en barco por los fiordos y otro, que dejó el Cuerpo cuando le tocó la lotería y que, ahora, en plena crisis financiera - 2008 -, vuelve a comisaría para trabajar como camarero en la cantina. En lo personal, Morck mantiene sus problemas con su exmujer Vigga y consigue avances en su relación con Mona, la psicóloga.
La narración omnisciente, que nos lleva de unos personajes a otros, de unos tiempos a otros, de unos lugares a otros siempre por delante de los investigadores, y el protagonismo coral, que enriquece la serie, hacen avanzar el relato con dinamismo hacia un final bastante trepidante. La serie de Carl Morck avanza con buenas novelas, bien estructuradas y en las que Adler-Olsen mide bien los tiempos y los ritmos y acierta al ir ampliando el plantel de personajes que rodean a Morck y nos resultan agradables. Va por el buen camino marcado por Mankell y Wallander.

viernes, 9 de octubre de 2015

Sergio Bufano, Una bala para el comisario Valtierra

El comisario Valtierra fue un buen policía que perseguía ladrones y por ello sus jefes decidieron ascenderle y pasarle a Contrainsurgencia. A él no le interesa la política e, incluso, parece que no le agrada especialmente que gobiernen los militares; pero es un buen profesional que cumple con su trabajo como corresponde y es diestro en el uso de la picana y otras técnicas de tortura. Los domingos desayuna en casa de su madre y allí pasa el día con la vieja.
El Inglesito es hijo de un acomodado abogado de Córdoba y se ha convertido en un importante líder universitario que sabe manejar las asambleas y atraer compañeros para el partido. Pero el partido es político-militar y los dirigentes, que siempre verán con recelo su origen burgués, han decidido que ya es hora de que el Inglesito - no siempre completamente ortodoxo - pase a la acción armada.
En Una bala para el comisario Valtierra, en una acción que dura menos de un día, se alternan, hasta un interesante final, los capítulos dedicados a Valtierra, que se enfrenta a una actuación de desmantelamiento de una célula terrorista, y los dedicados al Inglesito, que se enfrenta por primera vez a participar en un atentado y matar a un policía. Aunque estamos en la Argentina gobernada por los militares entre 1966 y 1973, no hay en la novela ninguna precisión temporal. La objetividad de la narración nos permite ver a ambos personajes - aunque uno sea un torturador, aunque el otro sea un terrorista - como personas normales; Valtierra, cumple con su trabajo, cuida de su madre viuda y evita enamorarse porque su profesión no haría ningún bien a la mujer que se casara con él, Inglesito, que debe su cultura y su gusto por los libros al mismo padre que le echó de casa cuando decidió pasar a la lucha armada, siente los nervios en el estómago ante la inminencia del atentado y se pregunta de qué sirve matar a un hijodeputa si en su lugar pondrán a otro hijodeputa - para que el pueblo vea que se hace justicia, le explica su compañero -.
En los tiempos en que se sitúa la acción de Una bala para el comisario Valtierra, Sergio Bufano (Mendoza, 1943) era militante de la organización marxista Frente Argentino de Liberación. Periodista y escritor, Una bala para el comisario Valtierra (RBA, 2012) es su única obra publicada en España. Una vez más, cuestión mercantil, se cuela en una colección de novela negra - al margen de su interés y valía - una novela que, en realidad, no pertenece al género.

jueves, 1 de octubre de 2015

Marian Engel, Oso

Oso (1976; Impedimenta, 2015), una lectura breve y deliciosa, nos relata una tierna historia de amor. Una mujer de vida más bien triste - por la que el lector siente afecto - se enamora, en un lugar aislado donde rebosa la naturaleza, de un amor más bien imposible que llega en los últimos días de la primavera y que acaba con el final del verano. Lo hace con un estilo sencillo que resulta muy adecuado y que consigue que nos parezca creíble, y además humano y hasta cierto punto conmovedor, lo que se nos cuenta. Por contraste, llama la atención que las alusiones sexuales se realizan con términos coloquiales y nada eufemísticos - coño, polla, follar - .
Lou, bibliotecaria, vive encerrada entre viejos papeles en el sótano del Instituto Histórico de Toronto en el que trabaja. El Instituto recibe el legado del coronel Cary; una pequeña isla deshabitada en el norte de Ontario donde su abuelo, en el siglo XIX, construyó una casa octogonal, al estilo Fowler, en la que formó una gran biblioteca rica en obras del Romanticismo. El director del Instituto decide enviar a Lou a catalogarla. Para Lou el encuentro con la naturaleza es casi un shock, muy positivo. El legado, además de la isla, la casa y la biblioteca, incluye un oso domesticado - aunque nunca hay que olvidar que es un animal salvaje - que vive encadenado en el establo.
Lou, a través de sus libros, irá conociendo al coronel Cary que construyó la casa y su interés por los osos. Por Homer, el tendero que es su contacto con el mundo, sabrá que el coronel Cary, el que ha legado la isla, era una mujer. Solitaria pero moderna, en absoluto mojigata, Lou se sentirá a gusto en la isla e irá manteniendo una relación, que la ayudará a reflexionar sobre su vida, de confianza con el oso, luego afectiva - como la de tantas personas con sus perros - que devendrá en inesperados juegos sexuales... que, tiene la impresión el lector, no son nuevos para el oso y su experta lengua.
Oso es la novela más conocida, y también polémica, de Marian Engel (Toronto, 1933 - 1985) y la única traducida al español gracias a la edición de Impedimenta.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Henning Mankell, El chino

La noche del 12 al 13 de enero de 2006 todos los habitantes - diecinueve - de un pequeño pueblo imaginario del norte de Suecia son salvajemente asesinados. Se trata del crimen más terrible de la historia de Suecia. La investigación corresponde a la inspectora Vivi Stunberg, a la que, unos días más tarde se dirige la jueza Birgitta Roslin, de Helsinburg, porque casualmente ha descubierto que dos de los ancianos asesinados son los padres adoptivos de su fallecida madre. La jueza, de baja médica, inicia una investigación personal paralela a la de la policía pues encuentra pistas que llevan a un camino diferente del que sigue la investigación oficial. Todo indica que el móvil del crimen es una extraña venganza. Y así es, pues se trata de un venganza que tiene su origen casi siglo y medio antes cuando campesinos chinos que huían de la miseria llegaron a Estados Unidos donde fueron empleados, casi como esclavos, en la construcción del ferrocarril.
Vivi Sundberg se encuentra tan superada por la situación como por su sobrepeso. Birgitta Roslin ve cómo, pasados los cincuenta, empieza a encaminarse hacia la vejez acompañada de un marido que hace un año que ha perdido cualquier apetito sexual. En su juventud, en los años sesenta, participó en movimientos maoístas en los que siempre había que estar alerta para ser totalmente ortodoxo y no equivocar ninguna respuesta y en los que en asambleas multitudinarias de cuatro personas se declaraba que de manera inmediata el proletariado sueco, engañado por los capitalistas y los traidores socialdemócratas, se uniría inmediatamente al campesinado chino en su revolución.
La historia promete y Lars Emanuelsson, un periodista que "acosa" a Birgitta podría haber dado buen juego en la investigación. Pero en esta ocasión a Mankell se le va la mano y resulta excesivamente prolijo en aquello de lo que nos quiera hablar al margen de la trama criminal. El chino (2007; Tusquets, 2008) nos alerta de cómo China se está convirtiendo en una nueva potencia colonial en África negra. Para ello derrocha páginas sobre las condiciones de vida de los chinos que emigraron a Estados Unidos, sobre la China de Mao, sobre los cambios ocurridos en China en las últimas décadas, sobre la China actual en la que millones de campesinos tan pobres como siempre conviven con riquísimos capitalistas al tiempo que el Partido Comunista mantiene el poder y sobre ese camino de expansión económica que China ha encontrado en la neocolonización de países como Mozambique (en el que, recordemos, Mankell vive la mitad del año pues el director de su Teatro Nacional).
Aunque encontramos los elementos e intereses habituales en sus novelas, en esta ocasión hay una desequilibrio entre la denuncia y la investigación - en perjuicio de ésta -. ¡Quién lo iba a decir!, hasta Henning Mankell puede causarnos pequeñas decepciones alguna vez.

martes, 15 de septiembre de 2015

Shohei Ooka, Hogueras en la llanura

Hablábamos en mayo, al cumplirse el septuagésimo aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa, de K. L. Reich, la novela testimonial que Joaquim Amat-Piniella, escribió en torno a su experiencia como preso del campo de concentración de Mauthausen. El fin del conflicto se produjo definitivamente con la rendición de Japón, cuyo aniversario se ha conmemorado hace unas semanas. Hablamos ahora de Hogueras en la llanura, de Shohei Ooka, una novela que relata las penurias de los soldados japoneses derrotados.
Nos encontramos en la isla filipina de Leyte donde las tropas japonesas apenas resisten el avance estadounidense. El soldado Tamura ha sido enviado por su compañía al hospital por encontrarse enfermo, pero en el hospital no atienden a soldados que no aporten alimentos. Por ello un grupo de enfermos intenta sobrevivir acampado a sus puertas. Un bombardeo destruye el hospital y Tamura vaga por la isla sin otro rumbo que procurar encontrar algo que comer mientras espera la muerte inevitable. Se une luego a un grupo de soldados que le informan de que se dirigen a Palampon, donde el ejército ha preparado un barco para repatriarlos. Por el camino marcha una informe columna de soldados medio moribundos con la esperanza de llegar a Palampon. Pero el paso es interceptado por los norteamericanos y Tamura vaga de nuevo en solitario por el bosque. la cercanía de la muerte y su formación católica, aunque es ateo, llevan a Tamura a reflexionar en torno a Dios. Sus recuerdos acaban cuando recibe un golpe en la nuca.
En su triste deambular famélico y con los harapos de lo que fue un uniforme militar, acompañamos a Tamura en la contemplación de la degradación humana. Un ejército en descomposición cuyos soldados sólo esperan tener la posibilidad de rendirse a los americanos antes de que les llegue la muerte (pues no piensan emplear la granada de mano que les han suministrado para suicidarse antes que entregarse). Una situación en la que nadie cree en nada ni en nadie, nadie ayuda a nadie, aunque siempre hay quien encuentra ocasión de comerciar con las necesidades de otros, pues el único fin es la supervivencia personal. Soldados físicamente rendidos que se sientan en el tronco de un árbol a esperar la muerte. Cadáveres, en distintos grados de putrefacción, que adornan el bosque y los caminos. La necesidad de alimentarse que lleva a comer raíces crudas, las sanguijuelas que se pegan al cuerpo y chupan la propia sangre, carne humana...
Los recuerdos de la guerra de Tamura acaban con un golpe que recibe en la nuca. Se reanudan luego en un hospital norteamericano y con el reencuentro con su mujer en Tokio. Pero la experiencia vivida, especialmente el canibalismo, es difícil de llevar para Tamura, que relata sus recuerdos, por prescripción facultativa, desde el hospital para enfermos mentales en el que se encuentra ingresado. Quizá sea esta situación actual de Tamura, una estrategia, mediante el alejamiento de la realidad, de Ooka de "dulficicar" en 1951 la crudeza de su novela. Tan próxima todavía a la guerra en un país derrotado.
Shohei Ooka (Tokio, 1909 - 1988) es uno de los novelistas japoneses más importantes de la postguerra. Hogueras en la llanura fue llevada al cine en 1959 por Ichikawa Kon (a esa película corresponde la imagen que acompaña esta entrada) y Shinya Tsukamoto ha realizado un remake en 2014. La edición de Libros del Asteroide de 2006 de esta novela es la única de una obra de Ooka publicada en España.
Seguramente esta reflexión de Tamura nos ofrece la enseñanza fundamental de esta novela:
Exageraría si dijera que aquel espectáculo me produjo un trauma insoportable. El ser humano es capaz de adaptarse a la situación más anormal y, una vez en ella, puede asimilar cualquiera de las impresiones que le sobrevengan. En tales circunstancias, entre el observador y lo observado se interpone un velo de indiferencia que impide que el apasionamiento construya fantasmas innecesarios".

lunes, 7 de septiembre de 2015

Siri Hustvedt, El verano sin hombres

Angelo Zoffoli, Figuras clásicas en el jardín.
Después de treinta años de matrimonio, a Mia su marido le ha pedido una "pausa" y la Pausa es una joven francesa. Esto le provoca un trastorno psiquiátrico transitorio. Recuperada de su paso por el hospital, se traslada a su ciudad natal, en Minnesota, donde pasará el verano rodeada de su madre y su grupo de amigas ancianas, de siete chicas adolescentes a las que impartirá un taller de poesía - Mia es poeta y profesora universitaria -, de su joven vecina, madre de dos niños, cuyo marido se pasa la vida gritándole, recibiendo la visita de su hermana, las llamadas de su hija y algunos correos anónimos insultantes. Y las señales de arrepentimiento del marido.
Un verano sin hombres que nos relata en primera persona, trufándolo de citas literarias y poéticas - incluso nos habla de "la música del azar" de la que habla un eminente escritor (o sea, Paul Auster, el marido de Siri Hustvedt) -, de pensamientos filosóficos y explicaciones científicas, de disquisiciones sobre las diferencias entre hombres y mujeres, de apelaciones directa a los lectores...
Mediada la novela, en la página 112, dice:

Pronto, pensaréis, llegaremos a algún cruce o a una bifurcación en el camino. Aparecerá la ACCIÓN".

Pero será que no; en las otras cien páginas más de lo mismo. El tono de humor del relato ayuda al lector a seguir la novela cuyas reflexiones son más o menos interesantes - especialmente la cruda presentación de la vejez -, pero la novela, en su conjunto, no lo es.
Siri Hustvedt (Norhfield, Minnesota, 1955) es autora de novelas, ensayos y libros de poesía. Su obra ha sido publicada en España por Circe y Anagrama. Esta editorial publicó en 2011, el mismo año de su edición original estadounidense,  El verano sin hombres.

domingo, 30 de agosto de 2015

Craig Johnson, Los mocasines de otro hombre

Entrada principal de la base aérea de Tan Son Nhut en 1968.
Walt Longmire es sheriff de Absaroka, uno de los condados menos poblados de Wyoming, el estado menos poblado de Estados Unidos (aunque en un entorno real, el lugar es ficticio como en muchas otras novelas norteamericanas de las que hemos hablado aquí). Se enfrenta a su reelección tras veinticuatro años en el cargo. Trabaja rodeado de un amplio y variopinto grupo de ayudantes; Vic, con la que mantiene un flirteo, Henry Oso en Pie, un indio cheyenne que es su amigo de toda la vida, Santiago Saizarbitoria, miembro de la comunidad vasca de Wyoming, Lucian, el anterior sheriff del condado, ya jubilado, del que Longmire fue ayudante, y algunos más. Longmire es viudo y su hija Cady sufre graves secuelas físicas y también pérdida de memoria como consecuencia de algo que pasó en Filadelfia (habrá que leer la novela anterior).
Los mocasines de otro hombre (2008; Siruela, 2015) es el cuarto caso de Longmire. En su remota jurisdicción ha aparecido el cadáver de una joven vietnamita. La investigación relacionará el caso con el pasado de Longmire, cuando, en las semanas previas a la Ofensiva del Tet, investigó, como inspector de los marines, la muerte de un soldado en la base aérea de Tan Son Nhut en 1968.
La novela está escrita con el estilo sencillo y exquisito, sobrio y elegante, claro y preciso, y con el buen gusto por narrar propios de la narrativa estadounidense actual. El relato recae sobre la voz narrativa en primera persona de Longmire y avanza ágil y fluido ante el agradecido y entretenido lector. Cada capítulo se inicia con la narración en torno al caso que Longmire y los suyos investigan y se cierra con el recuerdo del paso del sheriff por Vietnam. Así, rodeados por el paisaje legendario de las montañas Big Horn donde el grupo salvaje de Bucht Cassidy y Sundance Kid tuvieron su refugio, la novela nos recuerda la guerra de Vietnam - que tan profunda huella dejó en el pueblo norteamericano - y nos enfrenta a las mafias que introducen ilegalmente inmigrantes asiáticos en Estados Unidos.
Longmire, un hombre íntegro y tranquilo, y los suyos conforman un grupo amable y simpático de personajes cuyas aventuras, llevadas a la televisión en la serie Longmire (primera temporada, 2012) merecerá la pena conocer. Los mocasines de otro hombre es, como ya se ha dicho, la cuarta novela de la serie creada por Craig Johnson (Huntington, Virginia Occidental, 1961). Es también la última publicada en España (las anteriores, también en Siruela; Fría venganza, Una muerte solitaria, Castigo para los buenos) de las trece que, por el momento, se han editado en Estados Unidos.

sábado, 22 de agosto de 2015

Hitonari Tsuji, Pianissimo pianissimo

Toru, de doce años, es un alumno de séptimo de un mastodóntico colegio de Tokio - hay catorce grupos por nivel, diferentes edificios de infantil, primaria, secundaria e, incluso, universidad; el grupo escolar tiene estación propia de metro -. Es un chico solitario que apenas se relaciona con sus compañeros, que visita los chats pero no habla en ellos, que casi no tiene relación con sus plastosos - padres - y que tiene, desde la infancia un amigo inseparable; Hikaru. Hikaru es también imaginario. Uno de sus compañeros es Shirato, un chico que viste con falda; es un chico con cuerpo de mujer. Toru acabara enamorándose de Shirato.
Tres años antes en la piscina del colegio apareció el cadáver de una alumna. Las circunstancias del crimen aún no se han esclarecido y ahora es un chico el que aparece muerto. Y luego es Toru quien es atacado.
Toru cree que todo en la vida es gris, empezando por los pasillos del colegio, porque la grisura intenta dominar el mundo; la grisura es responsable de que existan el hambre y la guerra y el terrorismo y de que los jóvenes japoneses se suiciden en grupo por miedo a la soledad. Toru descubre que sólo la esperanza y el amor permiten vencer a la grisura. Por eso y porque confunde lo real con lo irreal, con la ilusión, con lo imaginario, con el sueño, con la fantasía, el mundo terrenal con el de ultratumba, y porque el mundo no existe sino en su cabeza y, por tanto, él es responsable de cuanto pasa, Toru intenta luchar contra la grisura y descubrir al criminal que tiene atemorizado a todo el colegio.
Obviamente, Toru es un chico raro y la novela también es rara y no demasiado fácil de leer aunque tiene páginas y pasajes interesantes, emocionantes e incluso tiernos. Si nos ponemos estupendos podemos valorar las elucubraciones sobre la realidad que se hacen en la novela o, en caso contrario, concluir que Japón es país para psiquiatras.
La primera novela del prolífico Hitonari Tsuji (Tokio, 1959) es Pianissimo (1990) cuya continuación es Pianissimo pianissimo (2007; Alianza, 2012 - a partir de la traducción francesa -), que junto a El buda blanco (Alianza, 2008), son sus únicas obras publicadas en España.

viernes, 14 de agosto de 2015

Emma Reyes, Memoria por correspondencia

La pintora colombiana Emma Reyes (Bogotá, 1919 - Burdeos, 2003) comenzó a escribir en 1969 una serie de veintitrés cartas a su amigo el diplomático German Arciniegas en las que le relataba su infancia. Más tarde, le autorizó a publicarlas, después de su muerte, siempre que dedicará el beneficio de las ventas de la publicación a fines benéficos. Ese epistolario constituye Memoria por correspondencia, cuya publicación en Colombia en 2012 se convirtió en un gran acontecimiento literario y provocó una gran conmoción. Libros del Asteroide ha publicado la edición española en 2015.
Naturalmente, resulta conmovedor conocer los terribles sufrimientos de una niña. Como los que Emma Reyes nos cuenta y sufrió en carne propia; sus primeros recuerdos corresponden a su vida, junto con su hermana, en una chabola del extrarradio de Bogotá al cargo de la señora María. Emma y Helena, su hermana, crecieron en la mayor miseria y sin saber quiénes eran sus padres. Vivieron luego en Guateque y en Fusagasugá y, al cabo de unos años, la señora María las abandonó en una estación de tren y las niñas acabaron en un convento, junto a decenas de otras niñas allí recogidas y donde realizaban duras jornadas de trabajo en labores de costura y bordado. Emma escapó del convento a los diecinueve años; analfabeta, sin nada y sin conocer cuál era su familia. Resulta conmovedor el estilo sencillo y exquisito y el tono infantil con el que, años más tarde, aquella joven, ya adulta, relata su infancia y su adolescencia y, al tiempo, nos muestra la sociedad colombiana de hace un siglo. Sin embargo, y por desgracia, son millones las mujeres, de todo tiempo y de todo lugar, que han vivido, y viven aún, terribles infancias. Por eso, paradójicamente, lo más conmovedor es lo que las cartas no cuentan; cómo aquella chica analfabeta que escapó del convento consiguió llegar a Argentina, casarse, tener un hijo al que mataron en una revuelta con apenas unos meses de edad, llegar a Francia y desarrollar allí una carrera gracias a su talento innato para el dibujo y la pintura y conocer a las más importantes figuras de la cultura de la época. Todo eso lo conocemos bien gracias al trabajo del periodista Diego Garzón ¿Qué pasó con Emma Reyes? que recoge la edición de Memoria por correspondencia de Libros del Asteroide.

jueves, 6 de agosto de 2015

Sérgio Rodrigues, El regate

Te espero, Tiziu. Me estoy muriendo".
Le dice Murilo Filho a su hijo Neto la tercera vez que le llama en veintiséis años. No parece que esté tan grave pero sí que, antes de morir, pretende reconciliarse con su hijo; el perdón no se pide, se da. Neto comienza a visitarle cada domingo.
Murilo fue el gran cronista futbolístico del Jornal do Brasil de los años sesenta y setenta, periodista de éxito que publicó varios libros. Fue también un gran follador. Neto lleva una vida profesional más mediocre y, cerca ya de los cincuenta, resuelve sus necesidades sexuales conquistando cajeras de supermercado a la que lleva a los mejores restaurantes.
La vida de ambos quedó marcada el 17 de junio de 1970, el día en que Pelé regateó sin tocar el balón al portero uruguayo en el estadio Jalisco. Dos meses antes Elvira, la madre de Neto, abandonó a Murilo llevándose a su hijo y ese mismo 17 de junio de 1970 se suicidó mientras Murilo informaba desde México del tricampeonato brasileño. Desde entonces la infancia de Neto fue la de un niño maltratado por su padre y cuidado por la criada. La relación entre ambos fue siempre mala hasta su definitiva ruptura en 1986 debida a un acontecimiento que no debemos contar aquí.
Veintiséis años después, como decíamos, Murilo, enfermo del corazón, se acerca a la muerte y quiere que Neto comprenda todo lo ocurrido a lo largo de su vida. Pero no se lo cuenta directamente, prefiere las fintas y los regates domingo tras domingo. Finalmente le pide que lea el libro que ha escrito sobre Peralvo, un futbolista que pudo ser mejor que Pelé pero cuya carrera se truncó demasiado pronto. Neto no comprende con el libro el mensaje de Murilo. Viene entonces el magnífico final de esta novela en el que Neto y el lector son víctimas de varios regates inesperados; uno de ellos que Neto narra la historia tres años más tarde de los encuentros domingueros con su padre, en 2015 por tanto. El regate es una magnífica novela publicada en 2013 (Anagrama, 2014), que nos habla de las relaciones entre un padre y un hijo y también de sexo, de fútbol y de rock and roll.
Junto al excelente final de El regate, son impagables el análisis de Murilo sobre la relación entre el fútbol y la radio y el recuerdo de Neto de aquella mañana de 1980, con quince años y la correspondiente erección matinal, que se encontró en la cocina desayunando a la chica que había dormido con su padre aquella noche; la misma actriz de películas guarras que llenaba las fotografías de las revistas con las que él se aliviaba. Y mucho más impagable el primer capítulo del libro, la descripción del regate de Pelé a Mazurkiewicz. Aquí el regate:



Sérgio Rodrigues, nacido en Muriaé en 1962, es autor de cuatro libros de cuentos y tres novelas. El regate, la última de ellas, es la primera de sus obras publicada en castellano.

miércoles, 29 de julio de 2015

Mary Shelley, Frankenstein

Miguel de Unamuno nos explicó, a su nivolesco modo, Cómo se hace una novela. A lo largo del siglo XX encontramos diversos modelos de experimentación en torno al género (en algunos casos mucho plato y poca chicha). Pero la fórmula "mágica", la esencia de la novela, es simple (como la del cocido o el gazpacho) y la dejó establecida Cervantes - y no sólo y no tanto en el Quijote como en Trabajos de Persiles y Sigismunda y en las Novelas ejemplares -; un personaje tan corriente como el lector que se encuentra en apuros, una fuerza adversa, un misterio que se prolonga a lo largo de toda la trama, unas pocas emociones y algún sentimiento. Un siglo más tarde recurrieron a Cervantes los creadores de la novela inglesa (Defoe, Swift) que pusieron las bases que, desarrolladas luego por románticos y realistas, han hecho de la novela el género literario fundamental de la Edad Contemporánea. Doscientos años después de las novelas cervantinas y cien después de Robinson Crusoe, en 1818, Mary Shelley publica Frankenstein o el moderno Prometeo, que, si bien se mira, tiene, al menos en su planteamiento inicial, bastantes elementos propios de la novela bizantina, y que se convertirá en uno de los principales clásicos de la novela gótica, o de terror.
Tres voces narrativas en primera persona se alternan en el relato de Frankenstein. Se inicia la novela con las cartas que un aventurero inglés, Robert Walton, dispuesto a llegar al Polo Norte en barco, envía a su hermana narrándole los pormenores de su viaje. En la travesía encuentra a un náufrago que perseguía en trineo por los hielos polares a otro hombre que viajaba de igual modo. El náufrago es el doctor Victor Frankenstein y su historia tan increíble como inesperada su aparición en el ártico (personajes nobles necesitados de contar sus vidas desasosegadas, aventuras marinas, cartas, persecuciones, pasados desconocidos, peligros; novela bizantina como decía antes). El capitán decide tomar notas del relato de Frankenstein que reproduce a su hermana en primera persona. Frankenstein es un joven suizo, perteneciente a una amantísima familia, al que su padre envió a la universidad y allí su descomunal interés por la ciencia le llevó a intentar crear vida humana. Y lo logró. Creó un ser humano de aspecto monstruoso del que reniega nada más verlo. El monstruo huye. Luego Frankenstein le persigue porque considera al monstruo culpable de unos crímenes atroces que se han producido. Se encuentran y mantienen una conversación; Frankenstein introduce en su relato las palabras del monstruo en primera persona; nació predispuesto al bien pero el rechazo de su propio creador y de todas las personas que ha conocido le han inducido al mal. El monstruo promete la paz si Frankenstein crea una mujer que le haga compañía. Víctor en un principio acepta, pero luego se retracta y continúa la lucha entre creador y monstruo hasta el insólito encuentro con el capitán Walton en el Polo Norte.
Tres voces narrativas en primera persona que se insertan una en otro como muñecas rusas, pero que mantienen un mismo tono y estilo - no se distingue una de otra - y una tendencia verborreica a pesar de la cual la lectura es ágil porque Mary Shelley consigue que se mantenga siempre el interés del lector por conocer lo que todavía no conoce. Una novela plenamente romántica (personajes atormentados envueltos en misterio, portadores de un pasado que nadie conoce y de ánimo cambiante, muertes y desgracias tremendas, sentimientos apasionados, exaltados y exagerados, escenarios naturales agrestes, fechas pasadas indefinidas). Una novela que, seguramente no fue esa su intención - fue escrita como consecuencia de una especie de apuesta entre escritores -, en el mundo de hoy y ante los avances científicos de hoy nos plantea algunas interesantes cuestiones éticas sobre la investigación científica. En realidad, podemos entender Frankenstein como un relato precursor de la ciencia-ficción.
De su éxito son prueba las muchas versiones cinematográficas que han recreado la novela y que han configurado el imaginario colectivo sobre el monstruo de Frankenstein mucho más que el relato de Shelley.
El interés por Mary Shelley (Londres, 1797 - 1851) ha crecido en las últimas décadas, como prueba el hecho de que son innumerables las ediciones de Frankenstein (resulta interesante que la más antigua de sus ediciones españolas sea de 1944; es decir, la recepción de este clásico de la novela romántica es posterior a su éxito cinematográfico - la versión de 1931; en la imagen de esta entrada -), sin embargo hay que esperar a los años noventa para encontrar la primera publicación en España de alguna otra de sus obras.
La primera versión cinematográfica, de 1910, de Frankenstein:

martes, 21 de julio de 2015

Peter Cameron, Aquella tarde dorada

Marco Ortolan, Dos góndolas.
Omar, de origen iraní, es estudiante de doctorado de la Universidad de Kansas y ha conseguido una beca para escribir y publicar una biografía de Jules Gund, un escritor judío cuya familia, huyendo del nazismo, se instaló en Uruguay, autor de una sola novela, La góndola, - aunque de gran repercusión internacional -. Pero Omar puede perder la beca porque los albaceas de Gund - su viuda, su amante y su hermano - no le autorizan a escribir la biografía. Omar, pusilánime, inseguro y buena persona, espoleado por su novia que se pasa la vida haciéndole reproches - si te lo digo es porque te quiero -, viaja hasta la perdida finca en el campo uruguayo donde viven Caroline, la viuda, Arden, la amante y su hija Portia, Adam, el hermano de Jules, y su joven amante Pete. A pesar de su inesperada aparición, es bien acogido y, con su empatía, se gana el afecto de los Gund, con quienes mantiene interesantes y fructíferas conversaciones. Por desgracia, poco después de su llegada, Omar sufre un accidente y queda en coma. Esto provoca que Deirdre, su novia, se presente también en Ocho Ríos, la finca de los Gund. Su antipático carácter provoca en sus anfitriones una reacción hostil. Omar recupera su salud y, con ella, una personalidad más fuerte que le lleva a enfrentarse a su novia (que ahora nos resultará un poco más humana; antes parecía una arpía amargada porque a pesar de ser perfecta debe dedicar su vida a corregir redacciones escolares).
El amor y las relaciones humanas hacen el resto. Pero, como también pasaba en Coral Glynn, el resto no debe revelarse aquí. La acción de Aquella tarde dorada (2002; Libros del Asteroide, 2015) se construye, como es habitual en Cameron, sobre los diálogos de sus un tanto peculiares y simpáticos personajes y con un estilo de narración ágil, lectura dinámica y presencia siempre de ironía y fino humor.
Si en Los extraños, de Vicente Valero, o La Oculta, de Héctor Abad Faciolince, se nos plantea la obligación moral de escribir sobre nuestros familiares y antepasados para mantener viva su memoria, como homenaje justo que merecen, en Aquella tarde dorada se nos plantea si escribir sobre alguien - una biografía, por ejemplo - no es otra cosa que invadir y publicar, sin ningún derecho, su intimidad y la de quienes han convivido con él. Puede que alguien haya hecho en la vida méritos para merecer que se escriba una biografía sobre él; pero ¿es justo que, como consecuencia, se viole su intimidad, se desvelen viejos secretos suyos, de sus familiares, de sus amigos?
La editorial El Andén ya publicó esta novela con el título La ciudad de tu destino final - que traduce el original - en 2008. En 2009 fue llevada al cine por James Ivory. Aunque anterior a Algún día este dolor te será útil y a Coral Glynn, Aquella tarde dorada es la tercera novela de Peter Cameron que nos presenta Libros del Asteroide, y, con ella alcanza el número 150 en el mismo momento en que se celebra el décimo aniversario de la editorial. Asteroide es algo de lo más importante y significativo que ha ocurrido en esta década en el mundo editorial español y la conmemoración buen momento para reconocer, y agradecer, el sabio trabajo de Luis Solano.

lunes, 13 de julio de 2015

Héctor Abad Faciolince, La Oculta

La Oculta - su lago en la foto - es una finca realmente existente en el municipio de Jericó, en el departamento colombiano de Antioquia. La Oculta (Alfaguara, 2014) es una hermosa novela de Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) que, mediante la ficticia historia de esa finca - aunque parece evidente el poso de vivencia personal de esta ficción -, nos habla del amor y el respeto a la familia, a las raíces y a la tierra de los antepasados. La tierra; un tema constante en la historia de la novela hispanoamericana.
En La Oculta se entrelazan tres voces narrativas; las de tres hermanos, Pilar, Eva y Antonio. A través de estas voces, se entrecruzan en el relato de La Oculta tres historias; la del presente tras la muerte, a los ochenta y nueve años, de su mamá Ana, que ejercía su lógico papel de aglutinadora de la familia, y ante la amenaza de la especulación inmobiliaria, la del pasado próximo, el de hace unas décadas cuando las vidas de los antioqueños estaban marcadas por la amenaza de la guerrilla y de los paramilitares, y la del pasado lejano, el del siglo XIX y la primera mitad del XX cuando familias de colonos llegaron y poblaron las regiones escarpadas y montañosas del suroeste de Antioquia fundando localidades como Jericó con la ilusión de una vida mejor para sus hijos.
Pilar, la mayor de los hermanos, es una mujer responsable y práctica, de ideas conservadoras, que dejó el bachillerato para casarse, vírgenes los dos, con el único hombre que ha conocido en su vida. Ha tenido los cinco hijos que Dios le ha dado; al mayor de ellos le secuestró la guerrilla cuando apenas tenía diecisiete años. Eva, menos de dos años más joven, sin embargo es una mujer moderna, fruto de la liberación feminista del siglo XX, ha conocido a varios hombres y se ha casado tres veces. Una noche, en La Oculta, estuvo a punto de morir a manos de los paramilitares. Antonio, unos diez años más joven, es homosexual, vive con su marido en Nueva York, ha dedicado buena parte de su vida a recoger datos e información sobre todos los antepasados de la familia y sobre la historia de la finca porque entiende una obligación moral - no de él sino de todos - mantener vivo el recuerdo de nuestros abuelos, la historia de nuestra familia.
A Héctor Abad Faciolince le conocimos con El olvido que seremos (2006), ese libro inolvidable - e imprescindible - que homenajea y recuerda la figura de su padre, insigne médico y defensor de los derechos humanos que fue asesinado por los paramilitares el 25 de agosto de 1987 cuando era precandidato a la alcaldía de Medellín. La Oculta, siendo ficción, consigue resultarnos igual de honda y conmovedora y lo consigue porque sus personajes son tan humanos como si fueran reales, porque cuanto se cuenta en ella está lleno de vida y de verdad. Nos habla de las verdades más simples y a la vez profundas de la vida; del amor - de pareja, paterno, filial -, de las relaciones entre familiares, de las personalidades dispares de quienes son hermanos, del respeto al legado de los antepasados, de las discrepantes visiones de los mayores y de los más jóvenes, de las herencias y sus repartos, de los secretos que toda familia guarda, de la prosperidad y la decadencia, de la muerte, de la importancia del mérito y el esfuerzo y de la bondad y de la maldad pero también de la suerte y la casualidad.
El carácter conmovedor y emotivo de la lectura se debe no sólo a la construcción de sus personajes y al tratamiento de sus temas, sino también al estilo y el lenguaje cuidado y exquisito de Abad Faciolince, a la cuidada estructura de la novela que nos guarda tristes sorpresas finales. Es indudable, porque es sutilmente manifiesto, que Héctor Abad Faciolince es persona honesta y sensible que escribe con absoluto mimo y este mimo quizá lo explican estas palabras suyas a propósito de Carta a una sombra (2015), película documental basada en El olvido que seremos;

Creo que el único motivo por el que he sido capaz de seguir escribiendo todos estos años es porque sé que mi papá hubiera gozado más que nadie al leer todas estas páginas mías que no alcanzó a leer. Es una de las paradojas más tristes de mi vida: casi todo lo que he escrito lo he escrito para alguien que no puede leerme, y esto no es otra cosa que la carta a una sombra.

La Oculta es una lectura tan recomendable como hermosa y también es parte de esa carta, por eso merece la pena dejar aquí el tráiler de la película e invitaros también a leer El olvido que seremos, si todavía no lo habéis hecho. Héctor Abad Faciolince es uno de los más importantes narradores de nuestra lengua en el siglo XXI.

domingo, 5 de julio de 2015

Don Winslow, Salvajes

De cien años a esta parte, el sur de California, y Baja, constituyen un escenario fundamental de la novela y el cine. Un decorado idílico, soleado y glamuroso que, en muchas ocasiones, oculta una turbia realidad en la que la droga, el dinero y el sexo están siempre presentes. Es así desde el mismo nacimiento de la novela negra. Y aquí ya hemos pasado por él en varias novelas del género y en otras que no lo son; Little boy blue, Trago amargo, Menos que cero... Don Winslow nos devuelve a ese panorama en Salvajes (2010, Martínez Roca, 2011), una novela narrada con un estilo conversacional y sin concesiones, con un lenguaje duro y apelaciones al lector. Una novela que demuestra el conocimiento de su autor del mundo de la droga y el narcotráfico y de la lucha contra él de Estados Unidos en México.
Ben y Chon son dos amigos de caracteres contrarios pero complementarios, lo que les ha permitido montar un lucrativo negocio; el cultivo y venta de la mejor marihuana de California, aseguran la calidad, son generosos con sus traficantes y tienen a su servicio a los funcionarios adecuados para que el negocio funcione sin problemas. Ophelia es una chica pija que dedica la vida a pasarlo bien e intentar alejarse del continuo cambio de novio y de aficiones de su madre. Ophelia hace el amor con Ben y folla con Chon - recordemos sus diferentes personalidades - y los tres forman un buen trío de amigos.
La lucha contra el narcotráfico y la lucha entre los cárteles mexicanos llevan al cártel de Baja a tomar la decisión de extenderse al otro lado de la frontera y establecerse en California. De manera que hacen saber a Ben y Chon su decisión de quedarse con su negocio. Ellos deciden ceder y abandonar el negocio; pero no basta, los mexicanos quieren que Ben y Chon mantengan el negocio trabajando para ellos, A eso no están dispuestos y entonces comienza la guerra. Salvaje. Una auténtica guerra salvaje entre narcos que avanza en una espiral de violencia y sangre que siembra muertos por todas partes.
El resultado del estilo y de la acción, es, claro, una lectura dinámica y trepidante.
Don Winslow (Nueva York, 1953) es autor de varias novelas de las que, seguramente, El poder del perro es la más reconocida. Salvajes fue llevada al cine por Oliver Stone en 2012.

viernes, 26 de junio de 2015

James M. Cain, La camarera

Joan era una chica de familia bien pero su vida se fue al garete cuando se quedó embarazada con diecisiete años. La camarera comienza tres años más tarde, cuando Joan acaba de quedar viuda; su borracho marido ha muerto en un accidente de tráfico y su cuñada se queda con su hijo mientras ella, gracias al sargento de policía que lleva el caso del accidente, consigue un trabajo de camarera en un bar de copas. Allí conocerá a dos clientes, un hombre rico y viejo, que le deja generosas propinas, y un apuesto joven. Tenemos servido el triángulo amoroso con una mujer fatal de por medio. Joan vela por lo que más quiere, el interés de su hijo al que desea recuperar de las garras de su cuñada, y actúa en consecuencia, mientras un joven y quisquilloso agente de policía se empeña en culparla de la muerte del marido borracho y de las que vendrán después.
Todo esto lo sabemos gracias a la grabación que Joan hace de su relato nueve meses después de ser juzgada. El juicio y su sentencia dejan dudas y la narración en primera persona es un gran acierto, pues, mientras avanza, mantiene la tensión porque el lector sospecha siempre que algo pasará o que la versión de Joan será parcial y quizá las cosas habrán sido de otra manera, que no debe fiarse del todo. El final de la novela reafirma la ambigüedad y es cosa nuestra creer a Joan o dudar de su palabra. Además, en un giro final, podemos imaginar un futuro próximo que Joan no puede ni sospechar; ella no conoce - estamos a finales de los cincuenta o principios de los sesenta  en Hyattsville, Maryland - los efectos de la talidomida, pero nosotros sí.
James M. Cain (Annapolis, Maryland, 1892 – University Park, Maryland, 1977) es uno de los grandes de la novela negra clásica. Se caracteriza su obra pot la carga sexual, bastante provocadora en su momento, de sus historias. Entre sus novelas destacan El cartero siempre llama dos veces y Pacto de sangre, dos obras fundamentales del género. La camarera - aunque un poco larga - comparte los rasgos estilísticos, temáticos y narrativos de las otras novelas de Cain. A su muerte La camarera quedó inédita y tan interesante como leerla es leer el epílogo de Charles Ardai, el editor norteamericano que la recuperó de un cajón y la publicó en 2012, donde se explican las dificultades del trabajo del editor cuando son varias las versiones que el autor dejó de la novela y hay que evitar incoherencias en el texto (quizá se  le pasó que se llama Kennedy al aeropuerto de Nueva York cuando parece que la acción transcurre unos pocos años antes de que recibiera ese nombre).
La recepción de Cain en España ha sido amplia desde la publicación de Pacto de sangre en 1956. RBA publicó La camarera (seguramente el título debería ser La Camarera si atendemos al relato) en 2013 y El País el verano pasado en su colección Grandes clásicos de la novela negra.
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