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Rodolfo Fogwill, Los pichiciegos

El 2 de abril de 1982 Argentina invadió las islas Mavinas, archipiélago semidespoblado del Atlántico sur, frente a Patagonia, de soberanía británica. La Junta Militar presidida por el general Galtieri pretendía desviar la atención de la situación económica, y sus consecuencias sociales, que atravesaba la dictadura buscando un motivo patriótico que favoreciera la unidad nacional. Se inició así una guerra que acabó el 14 de junio. La superioridad británica resultó manifiesta. La guerra acabaría favoreciendo el fin de la dictadura y el 30 de octubre de 1983 Raúl Alfonsín ganó las elecciones presidenciales.
La narración de Los pichiciegos (1983) se nos presenta como la lógica reelaboración del relato, grabado en cintas magnetofónicas poco tiempo después de acabada la guerra, que hace un soldado superviviente en conversaciones con el narrador, mero transcritor objetivo. La novela no es un manifiesto antibelicista ni crítico con la dictadura, ni, por supuesto, una apología de la guerra y menos de la Junta. Simplemente un relato que, dotado de un aire documental y objetivo, testimonial, nos presenta con crudeza la vida de los soldados argentinos, tropa de reemplazo, chavales de provincias y baja extracción social, de diecinueve años, sin otra expectativa que intentar sobrevivir en pésimas condiciones al congelador frío austral, destinados, como corderos, al matadero, como esas ovejas que, a cada página, vuelan en pedazos tras pisar una mina, frente a un ejercito profesional infinitamente mejor preparado - la presencia constante en el cielo de los harrier y sus misiles -. En concreto, la vida de un grupo, una veintena, de soldados desertores del ejército argentino, que viven escondidos en una cueva excavada por ellos mismos y cuyo futuro no es otro que el día a día, esperando a que todo acabe cuanto antes y sin ser descubiertos, mercadeando lo necesario para sobrevivir en los propios regimientos argentinos o, incluso, con las tropas británicas. Esperando la muerte, pues otras posibilidades no se antojan, sin equipamiento adecuado para soportar el duro invierno, sucios de nieve y barro, malolientes, con la ropa ajada y mugrienta, sin muchas otras cosas en que pensar que en "culear", si pudieran, o en el recuerdo de sus madres.
Nos habla Los pichiciegos de las miserias humanas, de la adaptación y supervivencia en situaciones hostiles, de la innata manera en que en todo grupo humano surgen líderes, de la sinrazón - una de las muchas de las guerras - de convertir en carne de cañón a chicos en plena flor de la vida, del absurdo y la desgracia de la muerte a esa edad truncando vidas que pudieron haber sido pero nunca serán...
El pichiciego, que da título a la novela, es un mamífero nocturno, de la familia de los armadillos, que vive en madrigueras y excava y se entierra cuando se siente amenazado. Habita en diversas regiones de Argentina.
Rodolfo Fogwill (Quilmes, 1941-Buenos Aires, 2010) escribió Los pichiciegos entre el 11 y el 17 de junio de 1982, en los mismo días en que la guerra acababa. Es uno de los más importantes escritores argentinos de las últimas décadas. Su recepción en España se producido en los últimos quince años a  partir de la publicación por Mondadori de Cantos de marineros en la Pampa en 1998. En 2001 Debolsillo publicó la primera edición española de Los pichiciegos.

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