domingo, 24 de febrero de 2019

Oscar Wilde, El crimen de lord Arthur Savile

El crimen de lord Arthur Savile y otros cuentos se publicó en 1891 y reunía, además del que le da título y es objeto de este comentario, otros tres relatos; uno de ellos El fantasma de Canterville.
Lord Arthur Savile asiste a una fiesta de la alta sociedad en casa de lady Windermere (protagonista de la obra teatral El abanico de lady Windermere, que Wilde estrenó un año más tarde). Es la última recepción antes de la primavera. Entre los invitados se encuentra mister Podgers, un quiromántico, que, en ese momento es el pasatiempo favorito de lady Windermere. Al leer las manos de lord Arthur, Podgers se queda lívido y se niega a decir en público lo que ha visto. Savile le paga para que se las lea en privado.
Convencido de que su destino es cometer un crimen, lord Arthur entiende que tiene el deber moral de salvar la vida de su prometida. Por eso, retrasa su próxima boda en varias ocasiones por miedo a matar a su amada e ingenia las más diversas formas de asesinar a otra persona para poder casarse feliz.
Con el estilo elegante y el fino humor de Wilde, El crimen de lord Arthur Savile es una deliciosa lectura que nos ofrece un pequeño retrato de la frivolidad aristocrática, de la sociedad victoriana y una historia ingeniosa y entretenida.
Son numerosas las ediciones de esta breve novela de Oscar Wilde, Diario Público la incluyó en su colección de novela negra - aunque en realidad es un relato con tono  de comedia ligera - en 2011.

sábado, 16 de febrero de 2019

José María Merino, El río del Edén

Tere y Daniel, jóvenes universitarios, acamparon unos días de verano - nuestro viaje de novios, decía él - junto a la laguna donde, según cuenta la leyenda, está sumergido el tesoro del conde don Julián. Solos en aquel paraje idílico, se sintieron en el Edén. Pero la vida en el Edén, bien lo saben Adán y Eva, no es eterna. La vida, más bien, se parece a los laberintos, los mandalas, que a Tere le gusta dibujar (y que Merino dibujó para encabezar cada capítulo). Y en el laberinto del amor aparecen las traiciones, los celos, las venganzas, los perdones, las bodas, los hijos...
Ahora Daniel camina hacia la misma laguna junto a su hijo Silvio; quiere cumplir el deseo de Tere de que sus cenizas reposen en la laguna. Tere ha fallecido unos meses después de sufrir un accidente de tráfico. Silvio, que está entrando en la adolescencia, es un chico con síndrome down; su discapacidad nunca fue bien aceptada por Daniel, pero, tras el accidente de Tere, la relación entre padre e hijo ha cambiado.
Hace unos semanas - El año del hambre - hablábamos de la importancia de elegir el tiempo verbal y la perspectiva narrativa idóneos para cada relato. Es evidente que el gran acierto de El río del Edén - lo que hace de ella una novela excelente - es la segunda persona narrativa con la que José María Merino decidió que Daniel converse consigo mismo. Mientras camina con Silvio, sin dejar de asombrarse por cuanto dice el chico, Daniel mantiene un diálogo íntimo - en el que la segunda persona sumerge por completo al lector - que nos permite conocer, desde la sinceridad de la reflexión interior, la historia de amor, jalonada de encuentros y desencuentros, que durante tantos años le unió con Tere. El lector a veces comprende a Daniel y ve egoísta a Tere, otras piensa que entiende a Tere y ve insensible a Daniel...
Junto a la segunda persona narrativa, acierta también Merino en la estructura de la novela, cuyo ritmo sosegado, el propio de la reflexión íntima y del paseo por el campo, no impide que el relato nos guarde en cada recodo una sorpresa, una nueva intriga, un nuevo giro que nos mantendrá siempre pendientes y cuya resolución nos resultará inesperada en más de una ocasión.
Unamos a ello la sencillez con la que una acción mínima que transcurre en veinticuatro horas sirve de urdimbre sobre la que se tejen asuntos profundamente humanos, llenos de verdad, (creemos ser sinceros, pero se nos malentiende, creemos tener razón, pero no nos esforzamos lo suficiente por comprender al otro, las cosas se tuercen aunque no queremos que así sea, los paraísos se marchitan con el tiempo ante nuestra mirada triste...). El amor, la complejidad de las relaciones, la asunción de tener un hijo con síndrome down, la manera de ver el mundo por un chico down... temas que fluyen al mismo tiempo en El río del Edén y en la conciencia del lector gracias al intimismo de la segunda persona narrativa.
Y unamos también la sencillez del estilo exquisitamente cuidado que busca siempre la palabra precisa creando una prosa clara y concisa que, como el paisaje de la novela, desprende un fragante aroma que recuerda a la prosa no menos admirable de Delibes. La suma de todo ello; esta excelente novela que es El río del Edén.
Jose María Merino (La Coruña, 1941) es uno de los más importantes y consagrados narradores de la literatura española de las últimas décadas. Desde La novela de Andrés Choz (1976), su primera novela, su amplia carrera, en la que ha cultivado variados géneros, está jalonada de prestigiosos premios.

viernes, 8 de febrero de 2019

Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada

Adaptación teatral de Crónica de una muerte anunciada.
En pocas ocasiones el Nobel de Literatura ha resultado tan popular y reconocido como cuando fue concedido a Gabriel García Márquez en 1982. Prueba de ello es que, apenas un año antes, en abril de 1981, Bruguera publicó la primera edición de su novela Crónica de una muerte anunciada con una tirada de un millón de ejemplares. García Márquez había publicado la obra cumbre del llamado “boom” de la novela hispanoamericana en 1967; Cien años de soledad. Desde entonces, sólo había escrito otra novela – El otoño del patriarca (1975) -, por lo que la expectación con la que se recibió Crónica… estuvo a la altura del lanzamiento.
El impulso de las editoriales españolas, con la intención de abrir mercados, y la indudable valía literaria de un grupo amplio de autores hispanoamericanos – muchos de ellos exiliados residentes en España – hicieron posible en los años sesenta del siglo XX el “boom” de la novela hispanoamericana, caracterizada – tendencias al margen – por la riqueza expresiva e imaginativa y por la exploración y experimentación de nuevas fórmulas y perspectivas narrativas. Entre las distintas tendencias del “boom” destaca el “realismo mágico”, caracterizado por la presencia de lo extraordinario en la normalidad de lo cotidiano y del que García Márquez, y especialmente Cien años de soledad, es el máximo ejemplo.
Crónica de una muerta anunciada es, sin embargo la más “realista” y la menos “mágica” – no olvidemos, no obstante, los sueños premonitorios mal interpretados, o la casa por la que saltan los peces cuando sube la marea, por ejemplo - de las novelas de García Márquez, y ambientada también, como las otras, en la costa caribeña de Colombia, tierra natal del autor. La novela tiene su fundamento real en el asesinato de Cayetano Gentile, amigo del autor, en 1951. Su primera frase – “El día en que lo iban a matar Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana” – ha logrado ser tan conocida y comentada como la inicial del Quijote. Desvelado todo misterio en la primera línea, el interés del lector se centrará en el cómo y el por qué de la muerte de Santiago Nasar. Para ello, García Márquez opta por el formato de la crónica, tan grato para él. Recordemos que se inició en el periodismo y que este género lo empleó también en otras de sus obras - Relato de un náufrago (1970), La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile (1986), Noticia de un secuestro (1996) -. Así, el narrador se nos revela como un amigo de Santiago Nasar y primo de Ángela Vicario, la muchacha que le acusó de haberle robado la virginidad, que, tras veintisiete años de investigación (estudio del sumario judicial incoado a raíz del crimen, entrevistas con decenas de personajes), intenta comprender y explicarnos cómo fue posible que Nasar fuera asesinado a pesar de que sus asesinos hicieron todo lo que pudieron por evitarlo. Impelidos al crimen por la obligación de vengar el honor familiar, se ocuparon de difundir a los cuatro vientos sus intenciones y consiguieron, como querían, que todos las conocieran y, sin embargo, un increíble cúmulo de circunstancias y casualidades provocó que nadie previniera a Santiago Nasar, que sólo se entera de lo que va a ocurrir cuando ya es demasiado tarde para él y para los hermanos Vicario, que le acuchillan en la misma puerta de la casa de Nasar, que Santiago no puede abrir porque su madre la acaba de cerrar creyendo que él se encuentra dentro. Muerte que, de alguna manera, nos recuerda también la de Antoñito el Camborio, (Romancero gitano, de García Lorca) porque también hay en Santiago Nasar un aire de los gitanos apuestos, elegantes y nobles, de Lorca.
La boda concertada de la joven Ángela Vicario con el millonario Bayardo San Román, el repudio de la muchacha al descubrir el marido en la noche de bodas que no es virgen, la acusación a Santiago Nasar (para todos inverosímil) y el mandato de la madre, Pura Vicario, a los hermanos de restaurar el mancillado honor familiar, nos traen en Crónica de una muerte anunciada – junto al amor, la muerte y el destino – temas eternos de la literatura universal como el honor (recordemos su trascendencia en nuestro teatro clásico), los matrimonios concertados (de los que nos alertó Leandro Fernández de Moratín en El sí de las niñas y que nos trae también a la memoria a las jóvenes malmaridadas de la lírica medieval) o la autoridad materna (que abordó Federico García Lorca en La casa de Bernarda Alba).
Esta crónica de lo ocurrido el lunes de febrero en que Santiago Nasar fue asesinado y el obispo pasó de largo por el pueblo defraudando las expectativas de quienes salieron temprano a recibirle - Santiago Nasar entre ellos -, a la mañana siguiente de la fastuosa boda entre Bayardo San Román y Ángela Vicario, está narrada con el lenguaje y el estilo exquisito y preciso de quien es uno de los más grandes autores del siglo XX; Gabriel García Márquez. No en vano, uno de los mayores poetas del siglo, el chileno Pablo Neruda, dijo del novelista colombiano que era “el mejor escritor en lengua castellana desde Cervantes”. Crónica de una muerte anunciada es – como Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera (1985) -, sin duda, una obra maestra de la literatura en castellano.
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