miércoles, 31 de octubre de 2018

Arnaldur Indridason, El hombre del lago

Universidad de Leipzig en los años 50.
El hombre del lago (2004; RBA, 2010) es la sexta de las novelas protagonizadas por el inspector Erlendur Sveinsson. En este caso - apenas unos meses después de La voz -, el anormal descenso del nivel del agua de un lago saca a la luz un viejo cadáver atado a un aparato soviético de radioescucha. La investigación se centrará en la desaparición de un vendedor de maquinaria agrícola en 1968 y, por otra parte, en el espionaje soviético en Islandia durante la guerra fría.
Paralelamente el lector conocerá la vida de algunos estudiantes islandeses en los años cincuenta en la Universidad de Leipzig, a la que llegan, becados, por sus ideales comunistas; el choque entre las ideas y las condiciones de vida en el socialismo real en la RDA, el enamoramiento entre uno de ellos y una joven húngara, el trabajo de la Stasi y la "vigilancia mutua"...
La investigación avanza despacio mientras seguimos conociendo la vida privada de Erlendur - la aparición en escena de su hijo - y sus compañeros - las dificultades de Sigurdur Óli y su mujer para ser padres...  - y el relato se centra en la historia de aquellos estudiantes comunistas.
Más allá de que El hombre del lago nos resulte más o menos interesante que otras novelas de Indridason, de Mankell, etc., constituye un ejemplo bastante modélico de la novela negra nórdica fundada por Sjöwall y Wahlöö; procedimiento policial, policías pacientes y de compleja vida personal, indagación en asuntos del pasado que nos plantean cuestiones sociales o políticas.

martes, 23 de octubre de 2018

Mónica Rodríguez, Biografía de un cuerpo

Biografía de un cuerpo (SM, 2018), de Mónica Rodríguez, es una novela de crecimiento. Marcos, su protagonista se enfrenta a la transformación adolescente de su cuerpo - especialmente relevante en su caso pues estudia danza -. Y se enfrenta, rebelde, también a la figura de su padre. Al mismo tiempo, asoman el amor y la sexualidad - también aparece la homosexualidad que resulta hoy un ingrediente obligado en una novela juvenil que se precie -, la amistad, los compañeros, la madre en contraste con el padre. Al lector la novela le enfrenta al interesante tema de los chicos que desde muy niños se ven obligados a realizar actividades extraescolares elegidas e impuestas por sus padres (el sí con el que los críos aceptan tiene el mismo valor que áquel con el que aceptaban el matrimonio las niñas del siglo XVIII de las que nos habla Moratín) y al alto nivel de exigencia que estos padres imponen a sus hijos. Conservatorio por la mañana, instituto por la tarde, Nijinsky en casa. Esa es la vida de Marcos desde los ocho años y de la que ahora, adolescente, reniega.
Formalmente, la novela se nos presenta como un relato introspectivo, un diario retrospectivo que Marcos inicia al acabar el curso rememorando los últimos meses. De paso nos pone al día sobre la biografía del gran bailarín Vaslav Nijinsky. La novela está bien escrita aunque con un lenguaje culto e impensable - dada la primera persona - en un chico de la edad de Marcos, aunque le vaya cogiendo gusto a la poesía. Así, el relato se aleja del lector adolescente al que se dirige, por mucho que su temática resulte atractiva, y se acerca al lector adulto. A pesar de su brevedad, las interesantes expectativas que nos sugiere se van desvaneciendo según avanzan las páginas en una lectura que resulta cada vez más lenta. Biografía de un cuerpo deja un regusto amargo (por empatía con Marcos, pero también por cierta decepción) y un final relativamente abierto.
Mónica Rodríguez (Oviedo, 1968) es autora de un amplio número de novelas infantiles y juveniles.

lunes, 15 de octubre de 2018

Verity Bargate, Con la misma moneda

Jenny Saville, Knead (1996).
Solemos decir que la realidad, para nuestra sorpresa, supera muchas veces a la ficción. Profesiones como, por ejemplo, profesor de Secundaria nos permiten conocer vidas personales y familiares tremebundas en las que se ceba la desgracia. Sin ese conocimiento, la de Sadie Thompson nos parecería inverosímil. Conocer la vida de Sadie es recorrer el atlas de los traumas y sufrimientos humanos (algunos de los peores, exclusivamente femeninos): el abandono de los padres, la educación en internados de monjas, la menstruación, el aborto clandestino, la infertilidad, la enfermedad, la mastectomía, la muerte, la mentira, el engaño, la infidelidad, la venganza, los hombres (egoístas, incapaces de comprender), la locura.
Sadie, que apenas conoció a su madre, hereda de ella un apartamento y un buen dinero. Conocerá a Chris, que resultará ser la hermana de su madre a quién ésta encargó que le administrara la herencia y que adiestra a Sadie en el amor y en la vida. Conocerá a otra Chris, enfermera, que también jugará un papel relevante en la novela. Y conoce a Tim, un joven con el que mantendrá una relación amorosa y se acabará casando.
El humor ácido de Bargate - y de Sadie - resulta brutal ante la cruel historia, de peculiares personajes, que nos narra y ante el sorprendente final al que nos conduce la drástica decisión de Sadie con la que paga a Tim con la misma moneda una decisión de él. El amor, la mentira, lo hice por tu bien, porque te quiero... El lector quedará, como poco, conmocionado.
Alguna cita:

Lo cual demuestra algo que siempre he sospechado. Que Dios es de derechas. Le encanta hacer recortes.

- ¿Quieres decir que en la Seguridad Social no mienten? ¿Es esa la razón de que estén abriendo tantas clínicas privadas?
- Creo que están dispuestos a hacer cualquier cosa mientras les pagues.

Con la misma moneda (Alba, 2018), feminista cono No, mamá no, se publicó en mayo de 1981 poco después de la muerte por cáncer de su autora, Verity Bargate, que tenía cuarenta años. Sus novelas, impactantes de por sí, enmarcadas en el contexto de su biografía lo resultan aún más.
Feliz día de las escritoras.

sábado, 6 de octubre de 2018

Agustín Martínez, La mala hierba


¿Se puede odiar a una hija?

Una mujer es asesinada y su marido queda gravemente herido. La investigación de la Guardia Civil apunta que los asesinos fueron contratados por la hija del matrimonio, de catorce años. ¿Es posible algo más terrible? Pues esto es casi de lo menos terrible que ocurre en La mala hierba (2017), donde nada ni nadie es lo que aparenta y donde todos ocultan algo; robos, narcotráfico, pederastia, violencia de género, celos...
Jacobo parece un buen hombre. La crisis le ha llevado al paro y de ahí a la ruina hasta verse obligado a trasladarse con su mujer y su hija de trece años a la vieja casa en ruinas que dejaron sus suegros en Portocarrero, en el desierto almeriense de Tabernas, e intentar trabajar de cualquier cosa. Pero en cuanto conocemos el punto de vista de Miriam, su hija, obtenemos una visión radicalmente distinta (pensaremos incluso que abusa de ella). Así, a base de giros continuos iremos, de sorpresa en sorpresa, completando el puzzle en torno al crimen pero también el puzzle en torno al mundo cerrado de una pequeña localidad en una naturaleza inhóspita.
Jacobo conoció a Irene, su mujer, un verano en Mojácar. Ahora, de vuelta al pueblo de su familia, ella se reencuentra con el Rubio, un novio de los tiempos del instituto, que es el potentado del lugar. Vive, el Rubio, con su hermana enferma y su sobrino Néstor. Alberto, el hermano de Irene, y su mujer Rosa rinden pleitesía al Rubio. La Fuertes y su marido Ginés regentan un buen negocio de crianza de cerdo ibérico y su hija Carol y Néstor serán los confidentes de Miriam. Un gitano ladrón, dos asesinos serbios, un mecánico matón, un sargento de la benemérita... Y Nora, la abogada que decide (tiene sus razones) defender gratuitamente a Miriam de la acusación de matar a sus padres.
Si nos ponemos estupendos y decimos que Agustín Martínez (Lorca, 1975) ha querido hacer un western, aprovechando el paisaje, sobre un pueblo enfrentado a un forastero, entonces debemos decir que lo ha logrado con mucha más brillantez que la tan vendida - en todos los sentidos - Intemperie. Si nos quedamos en que La mala hierba es un thriller, debemos decir que es una novela brutal, digna, que nos agarra desde el principio. Pero que va, claramente, de más a menos, que pierde fuerza a base de dar más vueltas que un culebrón hasta el punto de que acaba como acaba igual que podía haber acabado de cualquiera de las otras mil maneras que imaginamos durante la lectura (prueba de esto es que el propio autor dice en alguna entrevista que no supo qué final tendría la novela hasta no tener muy avanzada su redacción; si no lo tenía claro ni él...). Es normal que el guionista de una serie - Martínez lo es - no sepa cómo va a avanzar ésta pues depende de muchas circunstancias (audiencias, contratos de actores...), pero ¿cómo va a "funcionar" bien una novela criminal si su autor no sabe quién es el asesino? No obstante, hay en el argumento, la estructura, la construcción y los personajes de esta novela méritos suficientes como considerarla una lectura atractiva.
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