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Richard Hull, El asesinato de mi tía

Edward, nuestro narrador, es un joven señorito cursi y ocioso - tiene un pequinés llamado Pichís; no hay más que decir - que, huérfano, vive en una mansión con su tía, una solterona de la que, por razones testamentarias, depende económicamente. Los padres de Edward murieron en extrañas circunstancias. Edward no soporta a su tía pues, según él, es una fisgona, no hace más que contrariarle y, lo peor de todo - esto sí que es verdaderamente insoportable - vive en un pueblo de Gales. Gales en general y el pueblo en particular es un lugar horrible donde todo son cuestas hacia arriba y hacia abajo y donde todo está siempre húmedo porque nunca deja de llover. Un lugar - como todo el imperio británico - remoto de la civilización: Francia. Ni siquiera Pichís y las novelas francesas que Edward lee a todas horas le alivian de soportar a su tía que le ata a este lugar horrible. Pero si la tía muriese, Edward heredaría, tendría dinero y podría por fin huir del odioso Gales. Así que Edward comienza a planear la manera de asesinar a su tía.
Que Edward sea el narrador de El asesinato de mi tía (1934; Alba, 2018) no evita que comprendamos que es un niñato y que su tía pretende que tenga un trabajo - ya que no le fue bien en los estudios - y adquiera de una vez algo de responsabilidad. En la quinta y última parte de la novela la voz narrativa pasa a la tía Mildred que se encarga de matizar lo que con tanto celo Edward había escrito en su diario, de contarnos el final de las peripecias de su sobrino y de presentarnos el giro final de la novela que, como buenos lectores, debemos considerar inesperado e ingenioso.
Richard Henry Sampson, que firmó como Richard Hull, (Londres, 1896 - 1973), alcanzó con su primera novela, El asesinato de mi tía (1934; Alba, 2018), su mayor éxito. Se trata de una novela que sale de los esquemas habituales de la novela policiaca de la época al carecer de detective; digamos que es original aunque sin llegar a anticipar el thriller psicológico u otros caminos de la novela criminal que tiene al asesino como narrador. Con ojos de hoy más parece una novela humorística, pues encontramos en ella el inevitable y fino humor británico, que una novela policiaca. Está bien para pasar el rato con una lectura agradable y sin complicaciones.

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